El indiscreto encanto de la política
El voto nulo como tercera fuerza

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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En la primera vuelta presidencial de Ecuador, 765.649 ciudadanos decidieron anular su voto.
En términos absolutos, el voto nulo quedó en tercer lugar, detrás de Daniel Noboa y Luisa González. No es un dato menor.
Como ha ocurrido en elecciones anteriores, es previsible que esta cifra aumente en la segunda vuelta.
Pero esta vez el fenómeno tiene una dimensión distinta: el voto nulo se consolida como una tendencia política activa, sostenida por sectores con posiciones ideológicas que, aunque contrarias, comparten el mismo desencanto político.
En primer lugar, están los votantes antisistema, que rechazan al conjunto del aparato político. No se identifican con partidos, liderazgos ni instituciones. Para ellos, anular el voto es una forma de protesta contra un sistema que consideran agotado.
Un segundo gr upo es el de la izquierda huérfana: ciudadanos progresistas que no se ven representados por la Revolución Ciudadana. Cuestionan el estilo conservador de Luisa González, el personalismo del correísmo y la falta de renovación en su propuesta política.
También están los liberales-conservadores decepcionados, de tendencia centro-derecha, anticorreístas, que respaldaron a Noboa en elecciones anteriores. Hoy, sin embargo, se distancian por el incremento de impuestos, el uso clientelar de bonos sociales y una agenda progresista percibida como inconsistente con sus valores.
Un cuarto grupo lo conforman los republicanos escépticos. Oscilan entre el centro político y la derecha moderada, y ven en Noboa signos de autoritarismo emergente, aunque el regreso del correísmo les resulta inaceptable. En definitiva, rechazan tener que elegir entre dos versiones distintas del poder concentrado.
A esto se suma la campaña activa de varias agrupaciones políticas y sociales, tanto de izquierda como de derecha, que promueven el voto nulo como mecanismo legítimo de descontento y denuncia.
En una contienda tan cerrada, cada voto pesa. Y eso lo tienen muy claro los dos candidatos.
Ambas campañas intentan capturar a estos votantes mediante la estrategia del “mal menor”, apelando al miedo más que a las ideas.
Todavía queda tiempo para contrastar propuestas, evaluar trayectorias y exigir definiciones claras. Pero si, tras hacerlo, usted se ratifica en su decisión, recuerde: así como votar es un derecho, anular también lo es.