El indiscreto encanto de la política
Lo único predecible de esta elección es que su resultado es impredecible
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Si Ecuador fuera una democracia relativamente madura, a cinco meses de las elecciones presidenciales, ya podríamos anticipar que los dos candidatos que lideran las encuestas, Daniel Noboa y Luisa González, pasarían sin mayor dificultad a la segunda vuelta.
Pero la historia reciente nos ha enseñado que lo único predecible en esta elección es que su resultado, precisamente, será impredecible. La incertidumbre se agrava aún más cuando vemos que, a la fecha, en el tablero de posibilidades figuran 17 candidatos.
El presidente-candidato parte como favorito, sin duda. Su popularidad se mantiene saludable, cuenta con la estructura territorial del gobierno y un generoso presupuesto de campaña.
Sin embargo, esta misma posición también tiene sus complejidades. En campaña, todos los candidatos dirigirán sus ataques más afilados hacia Noboa. Si en paralelo el presidente no logra mitigar la crisis energética, la inseguridad y la falta de gestión en sus ministerios, el desgaste puede ser estrepitoso.
Asimismo, su voto natural, el del centro hacia la derecha, podría sucumbir al carisma y determinación de Jan Topic o a la solvencia política y elocuencia de Henry Cucalón.
En la vereda de enfrente, la situación es similar.
El correísmo busca resultados distintos, haciendo lo mismo. Luisa González repite como candidata en una elección consecutiva, y han resucitado a figuras como Ricardo Patiño y Xavier Lasso, lo que encierra al partido en su pasado.
Además, la monotonía de su narrativa, que oscila entre ataques a la fiscal y una defensa férrea a Jorge Glas, poco contribuye a ampliar su espectro electoral más allá de su voto tradicional.
Incluso, la defensa frontal de la dictadura de Maduro en Venezuela no fue bien recibida, por una parte, de su militancia más leal, que considera insostenible seguir apoyando una postura tan antipopular como inhumana. Estas circunstancias están provocando una migración del voto correísta hacia otras candidaturas de izquierda. Y el espectro es amplio.
Para los más radicales, está Leonidas Iza; para los antisistema, Pedro Granja. Los moderados podrían optar por Rabascall, mientras que los pragmáticos podrían inclinarse por José Serrano.
Finalmente, más allá de la movilidad del voto entre candidatos, queda la incógnita de cómo decidirá ese 20% de votantes que aún no tiene ninguna preferencia.
En este contexto, lo que se puede intuir con cierta certeza es que, por un lado, sí habrá segunda vuelta. Esto evitará, al menos en la primera vuelta, caer en la trampa del voto útil, es decir, apoyar a un candidato para que no gane otro.
Es importante tener la oportunidad de elegir a quien represente mejor nuestra ideología y que además reúna las cualidades necesarias para ser el mejor presidente, independientemente de sus posibilidades según las encuestas.
Por otro lado, también podemos prever que quienes pasen a la segunda vuelta lo harán con una votación poco representativa, lo que obligará a un proceso de concertación entre las fuerzas políticas de cara al balotaje.
Finalmente, queda también la posibilidad de que, más allá de los aspirantes mencionados, emerja un candidato inesperado que conecte con la gente y provoque, nuevamente, una sorpresa electoral.
En nuestra democracia, la política es el arte de lo imposible.