El indiscreto encanto de la política
El “nuevo Ecuador” se empieza a parecer al “viejo”.
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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El pasado 25 de julio empezamos el día con una curiosa noticia: después de ocho años, nuevamente se celebrarían en Guayaquil dos sesiones solemnes, una del alcalde y otra del presidente, en conmemoración del proceso fundacional de la ciudad.
Mientras Aquiles Alvarez aprovechó el espacio para ofrecer una suerte de rendición de cuentas de su primer año de gestión, Daniel Noboa convirtió la sesión en un mitin preelectoral, cuyo acto central fue la imposición de condecoraciones a las ministras Palencia y Sommerfield, ambas enjuiciadas políticamente por la Asamblea Nacional.
Este episodio nos recuerda aquellas disputas entre el expresidente Rafael Correa y el exalcalde Jaime Nebot, quienes, por sus diferencias políticas, celebraban por separado cualquier festividad guayaquileña. Además, inevitablemente sugiere, por esta y varias otras razones, que el “nuevo Ecuador” que propone Noboa es parecido al “viejo” país de la época correísta.
En primer lugar, el autoritarismo, marca registrada de los diez años de gobierno de Correa, resurge bajo Noboa. Si bien el estilo autoritario de Correa era explícito y confrontacional, el de Noboa, aunque más discreto, ha conducido a un resultado similar.
Ha sido implacable en debilitar voces críticas, como la de los alcaldes de Durán, Samborondón y Guayaquil. Es reacio a dar entrevistas o ruedas de prensa ante periodistas que puedan hacerle sentir incómodo: a Alondra Santiago le retiró su visado y canceló el programa Los Irreverentes en un medio público, según señalan sus periodistas.
Otros episodios incluyen el asalto a la embajada mexicana, a pesar de que las repercusiones internacionales eran plenamente anticipables, así como el destierro a Israel de su vicepresidenta apenas unos días después de su posesión. Con sus adversarios políticos también ha sido poco tolerante: a María Paula Romo la calificó como un ‘pokémon’ y a su organización política como ‘basurita en el ojo’.
Por otra parte, ambos han sido hábiles en manejar la narrativa nacional. Correa marcaba la agenda política de la semana a través de sus sabatinas, mientras que Noboa produce entretenidas piezas de comunicación que se viralizan en TikTok. En ambos casos se colocan golpes de efecto y mensajes de impacto que diluyen los esfuerzos comunicacionales que tratan de posicionar sus adversarios.
Aunque con menos impacto que en otros tiempos, Noboa también está utilizando los medios públicos como plataforma para multiplicar y sostener sus narrativas. El canal estatal TC Televisión, por ejemplo, emitió una “investigación” sin mayor evidencia sobre las supuestas actividades de “troll centers” operados por la vicepresidenta Verónica Abad para atacar al presidente Noboa y a su esposa.
Finalmente, la retórica polarizadora está de regreso. Si en el pasado Correa dividía la sociedad entre “pelucones” y “patriotas”, Noboa habla de un “nuevo Ecuador”, que incluye a quienes “apoyan el progreso”, frente a aquellos del “viejo Ecuador”, donde se ubican quienes “obstaculizan el desarrollo”.
Ambos líderes simplifican los debates complejos con estas dicotomías fáciles, deslegitimando a la oposición y críticos al ubicarlos como "enemigos del país".
Hoy, Noboa es un presidente-candidato que busca reelegirse utilizando toda la estructura gubernamental, tal como lo hizo Correa en “el mismo Ecuador”.