El indiscreto encanto de la política
Es la causa, y no el candidato, lo que realmente gana las elecciones
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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¿Qué sería de un candidato sin una causa? La pregunta parece casi absurda. Pero en su sencillez retórica radica la clave del éxito electoral en estos tiempos.
Los eslóganes superficiales y las promesas genéricas ya no tienen acogida; el electorado, harto de discursos reciclados, exige algo más: una causa.
Las causas son, en esencia, símbolos de identificación. Cuando un candidato adopta una, encarna un propósito claro y comprensible que envía un potente mensaje a los votantes: "entiendo tu problema y me comprometo a solucionarlo". Esta conexión emocional es fundamental para movilizar al electorado.
Las elecciones generales recientes confirman que la política ecuatoriana no solo se juega en el terreno de las complejidades técnicas, sino también en el simbolismo directo.
En 2021, de los 16 candidatos destacaron quienes presentaban una causa bien posicionada.
Guillermo Lasso, al erigirse como el adalid del "anticorreísmo", no ofrecía una propuesta política convencional; declaraba una guerra simbólica contra todo lo que representaba Rafael Correa. Esto movilizó a un electorado cansado, que buscaba una ruptura.
Por su parte, Andrés Arauz capitalizó el “correísmo” tradicional, apelando a quienes añoran el regreso del expresidente Correa. A pesar de su falta de carisma y experiencia, llegó a segunda vuelta y perdió por menos del 5%.
Yaku Pérez, que apenas contaba con un exiguo presupuesto de campaña, irrumpió con una causa clara que resonó entre diferentes sectores: la defensa del agua y el ambiente. Su simplicidad le permitió ganar fuerza, quedando muy cerca de la segunda vuelta.
Xavier Hervas, a su vez, conectó con los jóvenes promoviendo el cambio generacional y el emprendimiento ético. Aunque era su primera aparición electoral, obtuvo un sorprendente 15%.
Si avanzamos al año 2023, vemos que el concepto de causa también fue esencial para ganar relevancia en la arena política.
Jan Topic emergió con una causa urgente: la seguridad. En un país sacudido por la violencia, y en medio del asesinato a Fernando Villavicencio, se posicionó como el líder fuerte que devolvería el orden.
Luisa González, al igual que Arauz en 2021, se ancló al “correísmo”. El resultado fue similar: le faltó menos del 4% de los votos para alcanzar la presidencia.
Por otro lado, Otto Sonnenholzner, aunque favorito inicial, no logró conectar con una causa clara, lo que debilitó su candidatura. Terminó quinto.
Finalmente, Noboa entendió algo que muchos políticos más experimentados pasaron por alto: la necesidad de lo nuevo.
Su campaña abrazó la frescura, la juventud, la innovación. La renovación en su forma más pura. Y eso fue suficiente para que una generación desilusionada con la vieja guardia lo viera como la mejor opción.
La causa actúa como un ancla emocional. Los votantes no buscan gestores administrativos; buscan representantes de sus miedos, de sus aspiraciones, de sus frustraciones. Un candidato sin causa es un candidato perdido, incapaz de conectar con las pasiones que motivan a las personas a salir de sus casas un domingo a votar.