El indiscreto encanto de la política
Partidos políticos: por qué exigir militancia para ser candidato

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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La última elección dejó en evidencia la profunda crisis de representación política que vive el Ecuador. De los 16 binomios presidenciales, 12 no superaron siquiera el 1% de los votos. Y las proyecciones apuntan a que la nueva Asamblea Nacional será aún peor que la anterior, que ya se había ganado un sitial entre las peores de la historia reciente.
Siendo justos, esta crisis no es nueva. Se arrastra desde hace más de una década, un período durante el cual los partidos se han degradado hasta convertirse, en muchos casos, en simples vehículos electorales de alquiler.
Cada dos años, ya sea en elecciones generales o seccionales, se activa un verdadero mercado de candidaturas en el que las organizaciones políticas, sin rubor alguno, negocian sus espacios con cualquier aspirante que se sienta presidenciable.
El recuerdo de aquellos partidos con ideología, militancia activa, formación política y democracia interna es hoy apenas eso: un recuerdo.
Ordenar mínimamente nuestro sistema de partidos requiere un amplio paquete de reformas: desde exigir un registro permanente y depurado de afiliados, limitar la reelección indefinida de directivos o garantizar que las organizaciones tengan vida activa más allá de las campañas.
Sin embargo, ante la dificultad de lograr consensos amplios, hay una medida básica y urgente que no debería esperar más: exigir que quienes aspiren a una candidatura hayan pertenecido a la organización política por al menos los dos años previos a la elección.
Esta regla, aplicada en otros países de la región, contribuiría a frenar el transfuguismo y fortalecer la identidad y coherencia de los partidos.
En Brasil, por ejemplo, su Constitución establece que para ser candidato a Presidente, Diputado o Gobernador es obligatorio tener filiação partidária (afiliación partidaria).
Aunque esta medida no resolverá todos los problemas del sistema, sería un primer paso decisivo para frenar la actual dinámica donde cualquiera puede postularse por cualquier lista, sin ninguna conexión ideológica ni compromiso con la organización.
Además, pedir una afiliación previa mínima devolvería a los militantes la capacidad de decidir sobre sus propios candidatos, evitando que las cúpulas impongan nombres ajenos mediante acuerdos opacos.
Corresponde a los actores políticos, en particular a la Asamblea, impulsar esta reforma. Pero también es tarea de los ciudadanos exigirla.
Si no se actúa, el sistema continuará degradándose, arrastrando consigo la democracia y la confianza pública.