El indiscreto encanto de la política
El juego sucio de los “camisetazos” políticos
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Los 'camisetazos', término coloquial que describe cuando los políticos cambian de partido con la facilidad de quien cambia de camiseta, no solo son lamentables, sino que representan una seria amenaza para la integridad democrática.
Al elegir a un candidato, los ciudadanos no solo evalúan a la persona, sino también el conjunto de ideas, valores y propuestas que representa el partido que lo auspicia. Por eso, cuando un político “deserta” hacia un partido contrario, se lleva consigo esos votos, traicionando la confianza que sus votantes depositaron en él.
Un ejemplo claro es el de la legisladora Sofía Sánchez, quien llegó a la Asamblea en 2021 bajo el cobijo de Pachakutik, movimiento político de izquierda radical. Tras la muerte cruzada en agosto de 2023, repitió su candidatura, esta vez con el movimiento Construye, de centro. Finalmente, hace un par de meses, se confirmó su adhesión al Partido Social Cristiano, agrupación de derecha conservadora.
Otros casos notables incluyen a Henry Bosques, Xavier Jurado y Milton Aguas, quienes abandonaron el correísmo para unirse a la bancada del partido de gobierno, que paradójicamente busca posicionarse como 'anticorreísta'. De manera similar, Lucía Jaramillo, asambleísta nacional de la bancada socialcristiana, también sucumbió a la tentación de unirse al oficialismo.
Estas decisiones, motivadas por la avaricia, negociaciones opacas o el deseo de asegurar un cargo público a cualquier costo, erosionan los cimientos de la democracia.
Es cierto que, en algunas circunstancias, puede ser legítimo abandonar un partido por razones ideológicas o programáticas. El propio Winston Churchill cambió de partido tres veces en su carrera, ajustándose al contexto político y buscando una plataforma que mejor representara sus convicciones en cada momento.
Sin embargo, el "camisetazo" es distinto. No nace de una reflexión profunda ni de una contradicción con las convicciones personales, si no surge de la ambición más descarada. Demuestra que, para muchos políticos, el desarrollo de la sociedad es secundario frente a sus intereses personales.
Ante este panorama, es imperativo considerar medidas que pongan fin al transfuguismo.
Una opción sería reformar la Ley Orgánica de la Función Legislativa para sancionar con destitución inmediata a los asambleístas que cambien de partido durante su mandato. Se podría, también, reformar el Código de la Democracia para exigir que un candidato esté afiliado a una organización al menos dos años antes de postularse a un cargo de elección popular.
Paralelamente, las organizaciones políticas deben trabajar en la construcción de una identidad partidaria sólida y en la formación continua de sus cuadros. Esto incluye la promoción de una mayor transparencia interna y la creación de mecanismos de control y rendición de cuentas dentro de los partidos.
El 'camisetazo' político no es solo un acto de traición a los votantes, sino una amenaza real para la democracia. Los ciudadanos merecen la certeza de que su confianza no será burlada por aquellos a quienes eligieron para representarlos.