El indiscreto encanto de la política
La fauna política ecuatoriana suma una nueva especie: el analhincha

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Durante la última elección presidencial en Ecuador asistimos al nacimiento de una nueva especie política: los analhinchas.
Estos curiosos rara avis pululan en universidades, medios de comunicación y redes sociales, envueltos en el noble manto de la objetividad y la imparcialidad, aunque dejando entrever, entre los pliegues, los colores vivos de su partido predilecto.
Los analistas políticos son aquellos esforzados ciudadanos que, desde la distancia y el rigor, interpretan contextos y coyunturas para ayudar al público a entender las complejidades de la política.
Los analhinchas políticos, en cambio, mientras analizan, militan; cuando opinan, adoctrinan; y si informan, movilizan. Y, como toda nueva especie, se organizan en subtipos fácilmente reconocibles.
El Catedrático Militante (académilitante)
De impecable currículum, barnizado con pomposos diplomas europeos, condimenta sus análisis con rebuscadas citas de Foucault, Gramsci o Schmitt.
Se presenta como amante del debate plural, aunque su tolerancia, curiosamente, se desvanece justo donde comienzan las ideas contrarias a su dogma.
Firma tribunas en tono académico, pero mientras educa y esclarece, también recluta adeptos para la causa.
El Periodista Vocero (vocerista).
Su pluma, que parece libre como el viento, en realidad navega al compás de la corriente política, con la pauta como brújula.
Entrevista, reportea y editorializa con fogosidad. Pero si los hechos incomodan, los matiza; si los datos contradicen, los reordena; y si la verdad estorba, simplemente la posterga.
Su papel no es informar: es modelar la percepción pública, marcar agenda, debilitar adversarios y fortalecer aliados. Una pieza perfectamente aceitada en la maquinaria política de su partido de preferencia o del gobierno de turno.
El Influencer Iluminado (selfilósofo).
Una audiencia de miles —y un ego de millones— le otorgan patente de corso para autoproclamarse portavoz del "sentido común".
Dice odiar la política, pero con darwiniana habilidad se adapta al tiempo electoral: rescata su dosis diaria de likes con memes, clips antisistema y coloridas reflexiones de política pop.
Libre en apariencia, pronto es captado por algún astuto aspirante electoral. Una mención, una tertulia con cerveza, un guiño... y su agenda digital empieza a orbitar discretamente alrededor de una candidatura.
El selfilósofo no milita, "hace comunidad".
¿Analistas o activistas? Difícil saberlo a simple vista. El analhincha recorre el frágil lindero entre la opinión y la propaganda, camuflando sus lealtades bajo un rigor acomodaticio y una retórica de pluralismo.
Y así, mientras jura independencia con la mano en el corazón, con la otra traza, sin demasiados remilgos, la hoja de ruta de su candidato.
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Epígrafe sugerido: El nacimiento del ‘analhincha político’, un híbrido entre analista y activista, redefine la relación entre poder y comunicación en Ecuador