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Esto no es político

Dónde está el periodismo

María Sol Borja

Periodista. Conductora del podcast Esto no es Político. Ha sido editora política, reportera de noticias, cronista y colaboradora en medios nacionales e internacionales como New York Times y Washington Post.

Actualizada:

07 may 2025 - 05:55

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Dónde está el periodismo suelen preguntarse los políticos, las organizaciones, los sindicatos, los ciudadanos, cada vez que quieren que algo que les toca, se difunda, impacte, genere ruido y respuestas.

Cuando hay un mal reparto y quieren, ahí sí, denunciarlo, buscan a la prensa. Cuando hay una injusticia y las instituciones estatales fallan, buscan a la prensa. Cuando ya no son poder y la estructura de la que antes se beneficiaron, buscan a la prensa. Cuando tienen miedo de lo que saben y no pueden denunciarlo, buscan a la prensa.

Y ahí sí, la prensa es bienvenida. Que denuncien los periodistas, que para eso están. Que pongan la cara y el nombre para cuestionar al poder. Que revelen lo que quiere ser ocultado por las estructuras podridas y serviciales al crimen. Que se arriesguen.

Y la prensa valiente lo hace. Denuncia, cuestiona, revela, se arriesga. No sin una dosis de romanticismo e idealismo, aceptando costos personales, profesionales y familiares muy altos.

Para unos, la persecución; a veces estruendosa, otras veces tan silenciosa que es imperceptible para la mayoría de los ciudadanos.

Para otros, el hostigamiento y las amenazas que llegan bajo la forma de hordas de trolls —y ciudadanos que actúan como trolls— violentos y acusatorios: “narcoperiodistas”, “criminales”, “mercenarios”, “delincuentes”, calificativos les sobran.

Unos cuantos ya se han enfrentado al exilio. La primera, Karol Noroña, mi amiga, colega, compañera de redacción cuando tuvo que abandonar el país, en marzo de 2023 por serias amenazas a su vida.

Todo esto tiene cifras. La Fundación Periodistas Sin Cadenas reveló en su informe publicado en mayo de 2025, que en 2024 hubo 229 agresiones a medios y periodistas. 14 colegas fueron amenazados de muerte. Nueve tuvieron que exiliarse.

Ahí están los periodistas que quieren investigar, cuestionar, revelar; hacer un trabajo que toca intereses, que no se casa con los poderes, que mantiene una mirada crítica y duda. Silenciados. Amenazados. Exiliados.

Hay otros, me dirán, que están premiados. Los que se escudan en el periodismo para aplaudir al poder de turno; para ser funcionales a intereses partidistas o para convertirse en altoparlantes de la propaganda oficial. Los que reciben fondos públicos a cambio de convertirse en operadores de la imagen gubernamental; los que aceptan pagos irregulares y poco éticos para difundir desinformación que golpea a discreción, disfrazada de reportajes. Los que crean cuentas en redes sociales y se autodenominan “medios”, pisoteando todo estándar periodístico, atacando colegas y deslegitimado un oficio de por sí, muy golpeado.

En el mismo informe, Periodistas Sin Cadenas, dice que la autocensura es un problema creciente. Los periodistas saben que hay temas que ya no se pueden cubrir porque el riesgo es demasiado alto: lavado de activos, minería, crimen organizado, política, cárceles. Hay incluso medios que han sido extorsiones para que puedan seguir operando y casos en los que trabajadores han sido obligados a difundir mensajes de grupos criminales, en medio de amenazas, recoge el informe. Agrega que también aumentan las sospechas, dentro del gremio, de financiamientos a portales y periodistas por parte de grupos al margen de la ley.

Difícilmente se puede hacer periodismo en esas condiciones. Periodismo honesto, transparente, riguroso, profundo, comprometido. Con hostigamientos, riesgos, amenazas y precarización, parece una tarea imposible.

Este último golpe, agudizado tras la pandemia, cuando, según el informe, fueron despedidos 22.948 trabajadores de la comunicación en el país. Hay información levantada con periodistas entre 2020 y 2024, de que algunos medios de comunicación, incluso de alcance nacional, no afilian a sus empleados o no pagan horas extras a los periodistas; o los salarios —sobre todo en radios— están atados a la venta de espacios publicitarios.

“Del total de encuestados, 39,6% gana menos de 400 dólares; es decir que su sueldo ni siquiera llega al Salario Básico Unificado (SBU) de 2024, establecido en 470 dólares, y menos aún al monto fijado para los trabajadores de la prensa en Ecuador: 817 dólares para los periodistas titulados y 675 dólares para aquellos que no lo son”, dice el informe.

Este no es un problema exclusivo de la prensa; la violencia, las condiciones económicas, el crimen organizado y la inestabilidad política golpean a todos. Pero el golpe al periodismo puede ser mortal y eso implica un riesgo —otro— para la ya tambaleante democracia.

Y este doloroso contexto no significa que el periodismo no deba hacerse cargo de sus propios errores y autosabotajes. La autocrítica es parte fundamental en el intento de continuar existiendo en un mundo polarizado en el que la desaparición del periodismo le es funcional al autoritarismo y al crimen organizado.

Por eso, la próxima vez que se pregunten dónde están los periodistas, aquí está parte de la respuesta: intentando sobrevivir para salvar lo poco que queda del periodismo. De ese periodismo comprometido con la gente, alejado de los poderes, crítico, valiente, transparente, acucioso; haciendo esfuerzos por resistir a los embates que pretenden socavarlo, deslegitimarlo y destruirlo.

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