Lo invisible de las ciudades
Incendios en Quito: un crimen contra la naturaleza
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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Inaudito. Es la única palabra que me viene a la mente para describir lo ocurrido en Quito, con los incendios provocados en sus bosques colindantes, en los últimos días. Hubiera preferido escribir sobre algo más; pero, luego de salir del bajón emocional que me ha producido esto, siento que el tema debe ser profundizado más aún.
Los incendios que han afectado a los quiteños son producto de una convergencia fatal, entre la gravedad de los cambios climáticos y el salvajismo humano, que cree que puede sacar beneficio alguno (¿Económico? ¿Político?) de destruir la naturaleza que nos rodea, así como el hábitat de algunos ciudadanos que se han quedado sin nada.
Queda claro que esto fue provocado intencionalmente por gente inconsciente de las consecuencias de sus actos. Previo a mi publicación de la semana anterior, donde preferí analizar el problema desde la perspectiva de los posibles provocadores de estos flagelos, comenté en mi cuenta de X, que se me hacía sospechoso ver a dos personas pidiendo que se les venda combustible en canecas.
Buscaban ser atendidos en la misma gasolinera, al mismo tiempo, pero en surtidores separados. Miraban a todos lados. Uno de ellos, revisaba dos celulares. Lo que recuento ahora ocurrió en la gasolinera de Cumbayá. Quizá convenga que las autoridades revisen lo que las cámaras de seguridad de las gasolineras en Quito han filmado en las últimas semanas. Seguro que ahí encontrarán pistas.
Se valora lo que se pierde. Ojalá recuperemos los bosques afectados en Auqui, Guápulo, Bellavista, Barrio Bolaños y el Parque Metropolitano; mediante un agresivo -pero indispensable- plan de reforestación. Dicho plan debe ser pensado, considerando primero las especies nativas; que tienden a ser menos inflamables que especies introducidas, como el eucalipto.
Ojalá no se nos olvide que solo sembrar no es suficiente. Los bosques protectores de Quito -es decir, todos los bosques alrededor de Quito- deben contar con una nueva fuerza de guardaparques que los custodie.
La concepción actual del guardaparque municipal, como una especie de guardia y conserje de los espacios verdes, es obsoleta y caduca. Hace falta un personal más numeroso, que patrulle los bosques con cierta frecuencia, tanto para evitar que estos sean destruidos, como para poder atender su flora y fauna.
Otro espacio que debería ser agresivamente reforestado es la ciudad. Comparadas con las calles de Río de Janeiro, Bogotá y Buenos Aires, las calles de Quito son un desierto. Nos conformamos con arbolitos enclenques, que apenas sobreviven a la radiación del sol equinoccial.
Solo existen dos calles (tres cuadras, para ser precisos) que son reconocidas por estar cubiertas por las copas de los áboles: la Juan Rodríguez y la Cordero. Sería interesante que el municipio le pida los propietarios de inmuebles unifamiliares, que también colaboren, plantando especies arbóreas dentro de sus linderos. Que tener árboles frondosos y bien cuidados se convierta en un medio para reducir impuestos prediales; o para evitar multas.
Ante todo, quiero mantener la cabeza fría en esta situación tan infame. No quiero caer en la acusación reaccionaria, provocada por la parcialización ideológica. Pero queda claro que este momento no es para medias tintas. No puede ser que un medio de comunicación dé con uno de los provocadores de un incendio, antes que las mismas autoridades. Tampoco se puede permitir, que alguien -con incluso una aparente confesión de parte en redes sociales- ande campante, con medidas sustitutivas a la privación de libertad, por falta de una denuncia formal.
Llevo 16 años residiendo en Quito. Nunca antes he visto una sequía como la actual, con los volcanes pelados, sin sus usuales cimas nevadas. Si alguien o algunos están detrás de esta barbarie incendiaria, con intensiones de hacer dinero o hacer política, los juicios de Nurenberg serían insuficientes contra estos criminales atacantes de la humanidad y la naturaleza.