Lo invisible de las ciudades
Revisando la arquitectura de la Revolución Ciudadana
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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La historia se hace legible con la perspectiva que nos da el tiempo. Ya a siete años de terminado el gobierno correísta, creo posible una revisión de lo que fue la arquitectura que se desarrolló desde el sector público durante esos años.
A este período histórico le podemos atribuir dos etapas o tres manifestaciones arquitectónicas, partiendo de cómo se realizó el manejo de la arquitectura estatal.
La primera etapa no estaba aún interesada en definir rasgos de una arquitectura pública, vinculable con una corriente política específica. Durante sus primeros años, la revolución ciudadana se preocupó más por utilizar los edificios que pertenecieron a las instituciones bancarias que habían sido absorbidas por la AGD.
Muchas instituciones mantienen sus oficinas en los edificios asignados durante esta época. Para poner un ejemplo, el Registro Civil funciona aún donde fuera el edificio del banco La Previsora en Quito, y en la matriz principal de Filanbanco, en Guayaquil.
Paulatinamente, hubo otros edificios que se fueron asignando a diferentes instituciones; aún después de que el gobierno correísta comenzara a construir nuevas edificaciones públicas. La antigua sede del Banco Popular abarca actualmente al Ministerio de Educación, y antes sirvió como edificio principal del Ministerio de Economía y Finanzas.
En Guayaquil, varios edificios fueron entregados a la Universidad de las Artes; entre ellos, la matriz principal del banco La Previsora, las oficinas del diario El Telégrafo; así como tres cuadrantes de la Gobernación del Guayas.
La segunda etapa se da cuando aparece el interés por establecer una imagen del estado, vinculada a la revolución ciudadana. Es la época en la que se establecen logotipos para la marca país. Se da entonces una malinterpretación al manejo de los símbolos, que afectó también a la concepción de los edificios públicos. Se atendió a la manifestación del Estado, como si fuese una imagen corporativa.
A nivel nacional, los edificios vinculados con el poder ejecutivo comenzaron a tener una imagen estandarizada, que permitía una fácil lectura de su origen estatal y político: amplias fachadas de vidrio reflectivo metalizado y paredes recubiertas de Alucobond; combinadas con mampostería blanca o quiebrasoles de aluminio, según el caso. A esta época pertenecen las Plataformas Gubernamentales, de las que tres fueron llamadas a concurso, y solo se construyeron dos.
Queda claro fue la imagen edilicia fue atendida por personas que se movían en el campo de la publicidad. De ahí que la imagen del Estado y sus edificios carezcan del aura que debe expresar un edificio público, más allá de su estilo y época.
Los espacios públicos de un gobierno o un Estado deben ser mucho más que oficinas modernas. Eso se logra, cuando el edificio se caracteriza por tener rasgos de pluralismo y atemporalidad. Cuando el edificio solo expresa una época o una línea ideológica, se convierte en la vana expresión de poder de la clase política dominante.
En el caso de las plataformas gubernamentales y la sede de la UNASUR, que pertenecen a esta segunda etapa, se realiza la tercera manifestación arquitectónica. Ya con un lenguaje arquitectónico establecido, el proyecto prioriza el rompimiento con el contexto a través del sobredimensionamiento la escala arquitectónica.
Es entonces, cuando la expresión del poder político adquiere una relevancia mayor a la expresión del carácter público del edificio; o a la satisfacción de espacios para la infraestructura del Estado.
En definitiva, se trata de una época de nuestra política nacional, en la que sus participantes buscaron alejarse de lo que era la política previa a sus tiempos.
Su búsqueda por una personalidad propia los llevó desde acomodar organismos públicos en edificios previamente construidos por el sector privado, a la construcción de megaestructuras que eran más una expresión del poder político sobre el país y el Estado.