Punto de fuga
No hay que rezar
Periodista desde 1994, especializada en ciudad, cultura y arte. Columnista de opinión desde 2007. Tiene una maestría en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar. Autora y editora de libros.
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No es tiempo de rezar, orar, pedir, meditar o lo que sea a lo que nuestra tendencia al pensamiento mágico nos empuje en tiempos de desolación y angustia. Es tiempo de hacer, de exigir, de trabajar, de fiscalizar y, sobre todo, de pensar desde la ciencia y los datos para no estar a merced de cualquier desastre natural (o provocado) llorando muertos y pérdidas millonarias. Si nos quedamos rezando, que nos agarren confesados entonces, porque no vamos a llegar muy lejos.
Alguien a quien quiero mucho, me ha dicho todos estos días: estoy orando para que llueva. Lo dice de buena fe, porque piensa que es la única cosa que puede hacer para que la pesadilla de los incendios y de la falta de energía eléctrica termine. Pero no es lo único que puede hacer -más de esto en los siguientes párrafos-. Rezar es, de hecho, lo peor que puede hacer. En los casos referentes al bienestar y la gestión de la vida en sociedad, rezar no soluciona nada en la práctica -puede darles paz mental y emocional a quienes lo hagan-, pero de ahí no pasa (lo digo como creyente que soy).
Los funcionarios ineptos quieren que pensemos que rezar es lo único que podemos hacer. Que todo está en manos de dios o de los ciclos naturales, y no de ellos que son los que no han hecho lo que tenían que hacer para que la desgracia no pasara o fuera mucho menor. La historia entera de la humanidad es la prueba de que con conocimiento y las tecnologías adecuadas podemos vivir en medio de casi cualquier entorno natural minimizando los riesgos mortales.
Entonces, ¿qué podría hacer esta persona a la que quiero tanto y que se siente impotente ante la desidia, corrupción o impericia de quienes llevan décadas malgastando los recursos del país, o de Quito en particular? Lo primero, lo más viable: acercarse al comité barrial y ofrecerse a colaborar en cualquier iniciativa ciudadana de cuidado de quebradas. Y si no hay un plan en marcha para colaborar, proponer que empiecen uno.
Hay tanta gente preparada a nuestro alrededor, con buenas ideas e información; lo que falta es juntarse y empezar a hacer algo en relación a la prevención de incendios y deslaves, por ejemplo. Ya sea a través de mingas barriales o coordinando con los servicios que provee el Municipio (por los que nos cobra cada año en los impuestos prediales) para que pase. Ser ciudadano de verdad, parte activa de una sociedad civil saludable, no es simple, toma tiempo, esfuerzo y es nuestra obligación (las imágenes de los noticieros nos mostraron cómo se juntaron los vecinos de la González Suárez y lograron contener el fuego; cuando nos ponemos de acuerdo hacemos que pasen cosas grandes, ahí sí, milagros).
Nadie puede pretender ser dueño de una casa que esté impecable, o al menos vivible, sin mover un dedo. Bueno, las ciudades son nuestras casas compartidas. Así que nos toca espabilarnos y no dejar que se las lleven en andas: los incendios, los deslaves, las inundaciones, la inseguridad, la violencia, los terremotos, las erupciones…
¿Qué más podría hacer alguien que por estos días cree que sus oraciones pueden provocar la tan ansiada lluvia? Con el mismo comité barrial, pedir una cita en el Municipio para que explique al barrio cuáles son las medidas de prevención que están vigentes, cuáles son los mecanismos de comprobación de cumplimiento de estas medidas, métricas de riesgo, los datos correspondientes a los últimos años y las proyecciones correspondientes para los próximos años, etc. Es decir, pedir una rendición de cuentas.
¿O alguno de ustedes trabaja sin rendir cuentas, sin mostrar resultados a quienes los contrataron? Rendición de cuentas que no se debe confundir con un discursito balbuceado por ahí y cuatro láminas de PowerPoint que nadie entiende. Nada que ver, en los trabajos uno tiene que mostrar resultados concretos, cifras, ganancias, pérdidas, crecimiento, proyecciones, medidas de contención o prevencion… Tanto municipios, como prefecturas y el gobierno central nos deben estas explicaciones, porque son nuestros empleados, les pagamos para que administren nuestra casa común.
Y si no cumplen, despidámoslos. Las revocatorias de mandato son una opción política y organizada para generar los cambios necesarios en la administración de la cosa pública. Otra opción es no volver a votar por quienes han probado sobradamente que no saben administrar la cosa pública.
Por algo dice el refrán popular: a dios rogando y con el mazo dando. Ni los rezos (de los ciudadanos) ni las excusas (de los servidores públicos que no han sabido estar a la altura de sus responsabilidades) nos van a sacar de esta pesadilla que vive el país en general y Quito en particular. Dejen de rezar, empiecen a pensar en el largo plazo y actúen.