Punto de fuga
Periodistas
Periodista desde 1994, especializada en ciudad, cultura y arte. Columnista de opinión desde 2007. Tiene una maestría en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar. Autora y editora de libros.
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Se necesita periodistas. No creadores de contenidos (sea lo que fuere que contenido signifique). Tampoco divas o divos de TV-TikTok-Instagram o cualquier otro de estos sucedáneos. Ni gallos de pelea de Twitter/X. Con que encontremos a unos pocos periodistas que se acuerden de qué se trataba (¿se sigue tratando?) este oficio, tal vez algo todavía se pueda salvar del naufragio.
Son tantos quienes las últimas semanas han tenido este sustantivo en la punta de la lengua que ha quedado totalmente vaciado de sentido. ¿Quién es periodista? ¿Qué lo distingue de quienes como él o ella se dedican comunicar en plataformas análogas o digitales sobre distintos temas? ¿En qué cree, qué le quita el sueño a un periodista?
En este punto de la confusión, del ruido y los likes 24/7, parece absolutamente imposible separar el trigo de la cizaña. Y este es, si me permiten la hipérbole, un escenario aterrador. Un mundo en el que todos son periodistas ya nadie es periodista.
Un mundo sin periodismo ejercido por periodistas profesionales, honestos, sencillos, que saben lo que es el periodismo y creen en él, es un mundo horrible. Un mundo en el que no haya un puñado de locos que crean a pie juntillas en el bien común y abominen de las trampas del poder (cualquier poder) siempre será un mundo más injusto, que funciona solo para unos pocos.
Esta peste -que no es más que una tormenta perfecta en la que se han juntado el cambio de modelo de negocio, los autoritarismos y las ignorancias varias- es letal. La mortandad es tal que está poniendo a esta especie (el periodista raso, con toda su dignidad e importancia para una democracia saludable) al borde de la extinción.
A propósito de todo el barullo vulgar y triste que se ha armado en Ecuador alrededor de quién es y quién no es periodista, recordé una captura de pantalla que tomé en Twitter (cuando todavía se llamaba así) y que hace una descripción algo idealizada y divertida de las cualidades que reúne un buen periodista, cuyo autor/a desconozco. La copio aquí, a ver si ayudan a encontrar a quienes cumplan estos requisitos:
“Astucia de roedor, energía, cierta habilidad literaria… Dominio de los teléfonos, los trenes y los funcionarios molestos. Buen aparato digestivo y cabeza fría. Memoria ‘total’. Suficiente idealismo como para inspirar una prosa indignada, pero no lo bastante como para inhibir el profesionalismo. Temperamento paranoico. Tendencia a creer apasionadamente en proyectos sin importancia. Conocidos bien situados. Buena suerte. Disposición a ser leal a los amigos y no serlo con los otros. Resistencia a comprenderlo todo muy bien, porque comprenderlo todo es perdonarlo todo. Un odio implacable hacia los ‘portavoces’, los cajeros, los abogados, los agentes de relaciones públicas, los políticos y todos aquellos que prefieren cambiar de palabras antes que de prácticas. Fortaleza de carácter para sobrellevar una vida totalmente absurda sin volverse completamente loco”.
Yo conozco a algunos de los especímenes que el párrafo anterior describe. Lastimosamente son pocos, demasiado pocos. Si Ecuador aún puede salvar algo del naufragio necesitará periodistas aportando a la tarea, sin temor ni favor. Se dice fácil, pero es una labor titánica. Por eso, hoy más que nunca, se necesita periodistas; para los términos de referencia, remitirse al penúltimo párrafo.