Tablilla de cera
Recuerdos del gran confinamiento: cinco años del covid

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Hace ayer cinco años, el 12 de marzo de 2020, llegó nuestra nieta —que almorzaba todos los jueves en nuestra casa—, arrojó su mochila en la banca de la sala y exclamó: “¡Qué relajo abuela! ¡Suspendieron el paseo!”. Se refería a un paseo de todo su curso programado para ese fin de semana.
Ya había habido para entonces una docena de muertes por covid-19 en Ecuador, pero esa fue la primera noticia de que nuestra vida iba a cambiar, aunque no nos imaginábamos cuán profunda iba a ser la transformación de todas las vidas en los siguientes meses.
La pandemia, causada por un coronavirus que de inmediato fue identificado y llamado SARS-CoV-2, tuvo un profundo impacto en el mundo. Causó millones de muertos, sobrecargó a los sistemas de salud y sembró el caos en las sociedades y las economías.
La misma noche de aquel 12 de marzo, en cadena nacional, el presidente Lenin Moreno anunció que había declarado la emergencia nacional por el peligro de contagio de covid-19 en el país.
Las medidas parciales iniciales —que incluían toque de queda desde las 21:00 hasta las 05:00, restricción vehicular por el número de placa y cierre de fronteras internacionales— dieron paso, una semana después (19 de marzo de 2020), al confinamiento con la suspensión de clases y oficinas, la implementación del teletrabajo, la suspensión de eventos y la cuarentena a pasajeros internacionales.
Desde el domingo 22 de marzo, la provincia del Guayas, donde el número de casos graves y fallecimientos se disparó, fue declarada zona especial de seguridad y quedó a cargo de las Fuerzas Armadas.
El toque de queda para todo el país se incrementó desde el 25 de marzo de 14:00 a 05:00, luego pasó a ser de las 24 horas del día, exceptuando pocos vehículos autorizados para las emergencias médicas, el abastecimiento de tiendas y mercados y los pedidos de comida a domicilio. El confinamiento fue desde entonces total.
Nos enfrentábamos a un enemigo microscópico pero letal, cuya estrategia de ataque desconocíamos, por lo que desinfectábamos como locos todo lo que podían tocar nuestras manos y, al inicio, no usábamos mascarillas, pues los científicos no estaban aún convencidos de que el contagio se producía por el aire. Tampoco se sabía de la ventaja que tenía el distanciamiento social y los médicos usaban equipos de protección personal completos, de la cabeza a los pies, aislados cual si fueran astronautas.
En un inicio, se exigió la cuarentena preventiva obligatoria para todo viajero internacional, pero los vuelos en el mundo entero empezaron a escasear. Aquello, sumado al cierre de fronteras, dejó a muchos ecuatorianos fuera del país, por lo que la Cancillería organizó varios vuelos humanitarios para traer de vuelta a los viajeros.
Medidas parecidas, aunque con muchas diferencias específicas, se habrían de tomar en casi todos los países.
Igual que en Ecuador, las reacciones se dieron en el ámbito de las políticas públicas, digamos no farmacéuticas, y en la lucha por salvar las vidas de aquellos contagiados que hacían cuadros complicados por la enfermedad respiratoria.
Aquello se fue instrumentando como en una progresión: restricciones a los viajes internacionales, seguimiento de los contactos de los contagiados, pruebas obligatorias de laboratorio, cierre de escuelas y colegios, cierre de fábricas y sitios de trabajo, suspensión del tránsito vehicular, confinamiento, distanciamiento social y uso obligatorio de mascarillas.
No fue igual en todas partes: ya sabemos que en EE. UU., Brasil, Gran Bretaña y otros países, las medidas, por la posición política de sus dirigentes, fueron voluntarias, limitadas o parcialmente obligatorias, lo que aumentó los contagios y las muertes en esas naciones.
También hubo profundas disparidades en el acceso a los cuidados, las medidas económicas y los resultados en el Sur global.
Las pérdidas económicas en Ecuador comenzaron a multiplicarse y a poco sumaban miles de millones de dólares, tanto en el sector privado como en el público, el cual debió hacer un ajuste radical del gasto fiscal. Quebraron miles de empresas medianas y pequeñas, sobre todo del sector de la alimentación y el turismo, aunque también de todo tipo de comercio.
Para entender lo que estaba sucediendo era importante contar con cifras… A todos nos preocupaban. Desde el inicio, Simón Pachano, el científico social de la Flacso, organizó un chat al que llamó “Seguimiento Covid”, por el cual nos compartía cada día las estadísticas que él mismo recopilaba sobre los contagios y las muertes en el Ecuador.
La revista “The Economist” fue la primera en opinar que las muertes por covid-19 que los países reportaban no reflejaban lo que estaba sucediendo en la realidad.
“The Economist”, primero, y “Our World in Data”, después, empezaron a informar las “muertes en exceso”, la diferencia entre las muertes reportadas y las muertes esperadas, o sea el número adicional de muertes comparadas con un escenario en que la pandemia no hubiera ocurrido.
Las muertes esperadas en la ausencia de la pandemia se calcularon proyectando las tendencias previas y las pautas estacionales, usando datos de los registros civiles, las bitácoras hospitalarias y otras fuentes (puede encontrar una explicación completa en la página Excess mortality during the Coronavirus pandemic (COVID-19) )
Así, los investigadores pudieron establecer que el número total de muertos por la pandemia de la covid-19, deducido del exceso de las muertes, desde el inicio de esta hasta agosto de 2024, fue de unos 27 millones de personas.
Hoy, que se ha dominado al bicho, recordamos que el rápido contagio del coronavirus, que tanto dolor y miedo produjo, llevó también a una respuesta fulgurante de la ciencia para enfrentarlo. Los avances científicos fueron asombrosos desde las pruebas rápidas hasta las vacunas, con tecnologías nuevas.
Un cálculo global muestra que entre diciembre de 2021 y diciembre de 2022 se evitaron 15,5 millones de muertes como resultado directo de las vacunas y se salvó a unos 4,3 millones de personas indirectamente, por la disminución de las tasas de contagio. Para entonces, eran 11,6 millones las muertes en exceso, como muestra el gráfico.

Varias vacunas contra la covid-19 estuvieron listas tan solo un año después de iniciada la pandemia, tras haber sido desarrolladas y probadas en todos los ciclos regulares de ensayos clínicos de gran escala, con decenas de miles de participantes.
Este logro fue posible por varias razones.
- Y la primera, por el monto de recursos económicos invertidos en investigación y desarrollo, sobre US$ 4 mil millones, mucho mayor al de otras enfermedades. Eso permitió que muchas candidatas a vacunas se desarrollaran y probaran en ensayos clínicos a la vez.
- Otra razón es que en los años anteriores ya se había adelantado Investigaciones clave sobre los coronavirus y las vacunas para enfrentarlos.
- La tercera razón es que el proceso de ensayos clínicos también fue más veloz que de costumbre, por la cantidad de voluntarios que se prestaron y porque, como el contagio era generalizado, fue más rápido ver los efectos potenciales de las vacunas.
Además, se comprimieron las etapas, corriendo en paralelo los ensayos clínicos —por ejemplo, haciendo las fases 2 y 3 en simultáneo— junto con las revisiones regulatorias.
Tan corto fue el tiempo empleado que hay un gráfico alucinante, que muestra cuánto pasó desde que se determinó el agente causante de una enfermedad hasta la obtención de una vacuna (por la fecha de su licencia en EE. UU.), que les dejo para su deleite intelectual:

En algunas enfermedades, como se ve, aún está corriendo el tiempo y no se ha obtenido una vacuna (malaria, tuberculosis, dengue, zika, mononucleosis, sida), pero en otras, la ciencia ya ha dado su respuesta (tifoidea, meningitis, tosferina, polio, varicela, sarampión, hepatitis, rotavirus, ébola, cáncer cervical, covid-19).
El cuadro, además de ser un canto a la ciencia, demuestra lo vertiginoso del desarrollo y aprobación de las vacunas de covid-19: un año. Los logros fueron asombrosos, por ejemplo, con la hepatitis (solo 16 años entre la identificación del agente patógeno en 1965 hasta el registro de la vacuna en 1981) y el sarampión (10 años, entre 1953 y 1963), pero lo de las vacunas de la covid-19 es portentoso.
A propósito de sarampión, resultó chocante oír al secretario de Salud de EE. UU., Robert F. Kennedy, decir esta semana que la vitamina A y el aceite de hígado de bacalao son buenos para prevenirlo. “La vitamina A no sustituye a la vacunación”, le respondió la Dra. Megan Ranney, decana de la Escuela de Salud Pública de Yale. Y los médicos han advertido que la vitamina A solo puede darse a pacientes hospitalizados en dosis específicas y que su ingesta indiscriminada, a lo que se inclinarán las familias tras oír a Kennedy, es hasta peligrosa.
Volviendo a Ecuador, no puede negarse que la aplicación de la vacuna contra la covid-19 fue un logro admirable: se vacunó a 9 millones de personas en menos de 100 días, un hito del Gobierno del presidente Guillermo Lasso.
Para el miércoles 1 de septiembre, siete días antes de cumplir los 100 días de vigencia del Plan de Vacunación, se alcanzó aquella meta, y se siguió vacunando. Con razón se dijo que la vacunación fue el fenómeno social más grande que había vivido el Ecuador, no solo en el ámbito de la salud.
Bajo la notable coordinación de Juan Carlos Holguín, se invirtió más de US$ 320 millones en la adquisición de vacunas Pfizer, AstraZeneca, CanSino y Sinovac, para lo que se sumaron esfuerzos del sector público y privado, la cooperación internacional (con la solidaridad de países amigos, como China, Canadá, EE. UU., España y Chile) y de organismos internacionales.
La logística para vacunar también fue impresionante: más de 1.700 brigadas, personal médico, 520 centros de vacunación permanentes, el apoyo de al menos 3.100 empresas privadas, academia, Fuerzas Armadas, Policía Nacional, Bomberos, Cruz Roja, municipios y consejos provinciales.
Y otro factor clave: el comportamiento de la ciudadanía.
Con todo ello, se pasó de inocular 80.000 dosis a 414.000 en un día. Según “Our World in Data”, al 26 de agosto, Ecuador era la segunda nación del continente con más dosis de vacuna de covid-19 aplicadas por día, por cada 100 personas.
Y aquella niña (hoy una señorita) que no se fue al paseo tuvo, como todos los estudiantes de Ecuador, que terminar el año escolar con clases virtuales y continuar igual su siguiente curso. Años duros, sin contacto con sus amigas, hasta que volvieron a clases, todavía mixtas, en septiembre de 2021.
Recordar lo que vivimos, las pérdidas y angustias por las que pasamos, nos puede servir, cinco años después de su inicio, para enfrentar esta hora terrible donde otros desafíos descomunales como la inseguridad y la crisis económica se levantan ante nosotros y saber que, con voluntad colectiva, podremos superarlos.