Tablilla de cera
Envidia de Uruguay (incluso de su aburrimiento)
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
Actualizada:
Un señor de provincias, sin mayor carisma ni habilidad oratoria, profesor de secundaria, cuya gran promesa es producir un “cambio seguro” —que no es precisamente el eslogan más rompedor de la política mundial—, ganó el domingo la segunda vuelta de las elecciones en Uruguay.
El izquierdista Yamandú Orsi, del Frente Amplio (FA), gobernará desde el 1 de marzo. Su triunfo, ajustado pero mayor que el que predecían las encuestas, se produjo por una diferencia de 92.000 votos en un país de 3,5 millones de habitantes, es decir que obtuvo 49,84% de las preferencias frente a 45,87% de su rival, Álvaro Delgado, con 4,29% de blancos y anulados.
El mensaje de la vicepresidenta electa Carolina Cosse de que “hemos venido para unir”, en su discurso de victoria, ante la multitud que celebraba el triunfo en la rambla de Montevideo, fue confirmado por Orsi, en el suyo, desprovisto de todo alarde: “Voy a ser el presidente que convoque una y otra vez al diálogo nacional”.
Nada de revanchismos, de perseguir a los derrotados, de excluir a nadie. Al contrario, Orsi dijo que “El mensaje no puede ser otro que abrazar el debate de ideas. Así se construye una república democrática. Larga vida a los partidos políticos de Uruguay. Triunfa una vez más el país de la libertad, de la igualdad, también de la fraternidad, que no es nada más ni nada menos que la tolerancia y el respeto por los demás. Sigamos por ese camino”.
¡Qué envidia sentía viendo por YouTube el civismo uruguayo! Lo hice pasada la medianoche del domingo, porque es cuando tengo energía eléctrica (anoto aquí la crueldad de la Empresa Eléctrica Quito que, en vez de tener turnos rotativos, nos somete ya durante más de siete semanas al sector “Granda Centeno” a cortes nocturnos permanentes, sea desde las 17 h, las 18 o las 19 siempre hasta las 24, con una sevicia (o estulticia) que se demuestra porque al barrio de al lado siempre tiene luz a esas horas, y les cortan la energía solo a partir de la medianoche. Estoy muy envidioso, de Uruguay y de los del barrio de al lado).
Allá en Montevideo los contrincantes rivalizaban en gentilezas. Delgado respondió desde su cuartel general reconociendo la derrota y ofreciendo colaboración: “Esta coalición está dispuesta a que, si se necesita una mano en pos del país, les damos las dos”.
A su vez, el presidente Luis Lacalle Pou, sin esperar a los resultados oficiales, puso en sus redes sociales: “Llamé a Yamandú Orsi para felicitarlo como presidente electo de nuestro país y para ponerme a las órdenes y empezar la transición, apenas lo entienda pertinente”.
Ha sido un gran gobernante Lacalle Pou, pero la coalición de centroderecha no logró convertir en votos la alta popularidad personal del presidente y sus buenos datos macroeconómicos.
De todas maneras, Orsi ha dicho que no planea hacer cambios mayores y, de hecho, a lo largo de la campaña, estuvo de acuerdo en muchos puntos con su contrincante, como la acción contra la pobreza infantil y el combate al crimen organizado, que se ha vuelto un tema importante en el tranquilo Uruguay.
La derecha y la centroderecha participaron en una alianza llamada Coalición Republicana, en que se unieron los tradicionales partidos Nacional y Colorado, e incluso un pequeño grupo de extrema derecha llamado Cabildo Abierto.
Otro grupo de extrema derecha, Identidad Soberana, logró dos puestos en la cámara, que pueden ser decisivos en algunas votaciones pues, aunque en el senado el FA logró la mayoría, no la obtuvo en diputados.
Maestro de historia, graduado en el Pedagógico (en Uruguay no necesitas ir a Filosofía y Letras en la Universidad), miembro de un grupo de danza folclórica, Yamandú Orsi es el segundo presidente de la historia nacido en Canelones, provincia de la que fue gobernador.
Fue escogido en las primarias del FA, en las que participó, al igual que hace cinco años, cuando perdió frente a Daniel Martínez (quien luego perdió frente a Lacalle) y se lo considera heredero político del expresidente José Mujica, quien le brindó todo su respaldo en la campaña y a quien Orsi visitó en la modesta chacra de Rincón del Cerro donde vive, lo primero que hizo el lunes, al día siguiente del triunfo.
La campaña del FA recurrió al tradicional método del “puerta a puerta”, tan desprestigiado ya en otros países latinoamericanos. Hubo ejércitos de voluntarios visitando los barrios pobres y el sector rural, en el “mano a mano” que llaman allá.
Por eso, el presidente del FA, Fernando Pereira, dijo que el triunfo “es el mérito de miles de hombres y mujeres que trabajaron en el territorio, en cada localidad, en cada ciudad, que nos dieron alojamiento en las giras, toda la gente que nos ayudó a hacer este milagro que se llama Frente Amplio”, declaró.
Se dice que, durante su tiempo en la oposición, los dirigentes del FA recorrieron 300 localidades de todo el país y mantuvieron más de 1.400 reuniones con organizaciones barriales, de productores rurales o empresariales. Y en campaña, hubo días con más de cien actividades simultáneas, sobre todo de integrantes del Movimiento de Participación Popular (MPP), el partido de Mujica y de Orsi, integrante del FA.
La democracia del Uruguay, su civismo, su republicanismo, su respeto al opositor son ejemplares. Lo puedo testificar en persona pues hace 25 años viví en Montevideo, una ciudad tan aburrida como su política, pero donde sus partidos políticos vibran con vitalidad inusitada y han seguido siendo lo que son por definición: representantes del pueblo, cosa que ya no se puede decir de los partidos en los demás países de la región.
Y ahora que regresa al poder, tras los cinco años del conservador Lacalle, la izquierda uruguaya no llega con aires extremistas, revanchistas ni mucho menos matoniles. Su primer compromiso es mantener la estabilidad económica, aunque pondrá más énfasis que la derecha en combatir la pobreza, que sigue afectando al 10% de su población —para lo que no necesitará “recuperar la patria” ni crear un “nuevo país” ni un “nuevo Ecuador” (país, donde, por cierto, hay una “nueva infancia”)— sino que buscará, más humildemente, aumentar las inversiones y acelerar el crecimiento económico.
El ministro de Economía designado por Orsi no es un disruptor ni un descubridor del agua tibia. Gabriel Oddone es un economista socialdemócrata que proviene del sector privado y ha sido consultor de numerosos organismos internacionales.
El otro desafío de Orsi es la seguridad pública. Uruguay tiene una tasa de homicidios de 11,2 por cada cien mil habitantes, apenas la cuarta parte de la tasa de Ecuador, el país más violento de la región el año pasado, pero que significa el doble de las tasas que Uruguay tenía hasta hace pocos años. Es también el aumento del narcotráfico el que ha traído el incremento de los asesinatos.
El historiador Gerardo Caetano, primer vicepresidente de la Academia Nacional de Letras del Uruguay, quien estuvo en Quito hace 15 días en el congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, ya preveía este triunfo, y creía que un elemento más en discusión en las elecciones era la ética pública.
Según él, la popularidad de Lacalle, que seguía en 50%, no reflejaba que en la opinión pública sí pesaban algunos casos de corrupción en su gobierno. Por eso, uno de los eslóganes del FA fue “Que gobierne la honestidad”, sintonizando con ese deseo de corregir el rumbo también en este campo.
El respeto, el diálogo sin agravios, la discrepancia cortés, la construcción de alternativas reales de signos políticos distintos, la verdadera democracia, son la marca uruguaya que tanto se diferencia hoy con, por ejemplo, el vociferante Milei y sus insultos soeces, las amenazas y deseo de venganza de Trump, el autoritarismo sin diálogo de Venezuela, Nicaragua, Cuba, El Salvador o el chorro de insultos y amenazas del exgobernante prófugo de la justicia del Ecuador. ¡Qué envidia de Uruguay!