Tablilla de cera
El código rojo se ha encendido en el Medio Oriente
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Pocos periodistas pueden publicar una columna pronosticando que algo va a suceder y, a las pocas horas, publicar una actualización diciendo que, en efecto, su pronóstico se cumplió al pie de la letra.
Eso es lo que hizo Thomas L. Friedman, columnista de opinión del New York Times. Anteayer, martes 1º de octubre, a la mañana publicó una columna en la que anunciaba que se estaba a punto de entrar en uno de los momentos más graves de la historia del Oriente Medio por una guerra de misiles balísticos entre Irán e Israel, porque, según sus fuentes, Irán planeaba lanzar un ataque de misiles a Israel a las 12:30 p.m. hora del Este de EE. UU., es decir, a las 7:30 p.m. hora de Israel.
Puntualizó que estaba previsto que el ataque se realice en dos olas, con un intervalo de 15 minutos, y que cada ola contendría unos 110 misiles.
Dijo además que los misiles iraníes apuntarían a tres blancos:
- El cuartel general del Mossad, el servicio de inteligencia exterior de Israel, cerca de Tel Aviv.
- La base aérea de Nevatim, al sur de Israel, en el desierto de Neguev, y
- La base aérea de Jatzirim, también en el Neguev.
Friedman confesó en su columna que esta información le había sido entregada porque los israelíes insistían en que no querían una guerra abierta de misiles con Irán y deseaban que EE. UU. lograse detener a Irán usando la amenaza de que, si lanzaba el ataque de misiles, su país no se quedaría como espectador y se pondría del lado de Israel, apoyándole en lo que este decida.
Querían además que EE. UU. dijera que Irán estaba arriesgando todo su programa nuclear si es que realizaba el ataque con misiles.
Como se ve, lo que Israel estaba haciendo al compartir con un columnista información de inteligencia muy precisa era influir en el Gobierno y la opinión pública de EE. UU. no solo a través de los canales diplomáticos sino a través de las páginas del principal periódico de ese país. Supongo que también buscaban que Irán supiera que Israel y EE. UU. sabían con todo detalle del ataque que planeaba.
No sé si el Gobierno de EE. UU. hizo algo para disuadir a Irán. Lo cierto es que el ataque se dio exactamente como Friedman (y sus fuentes israelíes) lo habían anticipado. La población israelí pudo protegerse en sus refugios, dado que sus autoridades previeron el ataque.
Y lo que también sucedió es que, de inmediato, el presidente Joe Biden condenó el ataque de Irán y declaró que estaba “totalmente, totalmente, totalmente” con Israel (así lo dijo, repitiendo las palabras).
A las 2:15 p.m. hora de Nueva York, Friedman publicaba una actualización en su columna: “Como se predijo aquí, desde alrededor de las 12:30 p.m. hora del Este de hoy, Irán lanzo casi 200 misiles balísticos a Israel. Según fuentes israelíes, el sistema antimisiles israelí derribó a casi todos los misiles y, aunque hubo algún daño, no se cree que el ataque haya sido particularmente exitoso. Hasta este momento no hay informes de que haya habido bajas considerables”.
La interceptación no fue solo obra de los israelíes. Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de EE. UU. dijo que su país e Israel habían planificado con anticipación, “de manera meticulosa y conjunta”, la defensa contra el ataque iraní y que varios de los cohetes interceptores fueron disparados desde destroyers estadounidenses.
En su actualización, Friedman precisa que el ataque fue realizado por la fuerza aérea de la Guardia Revolucionaria Iraní y que no fue una operación del ejército o la fuerza aérea regulares de Irán. Que el presidente Masoud Pezeshkian no fue informado del ataque sino hasta poco antes de que se realizara.
Y que sus fuentes israelíes también le comentaron que lo anterior indica que el régimen iraní está dividido sobre la operación, la cual probablemente causará mayores roces dentro del Gobierno.
Por otro lado, que Israel haya podido anticipar el ataque, con detalles de la hora, la forma en que se lo iba a ejecutar y los blancos a los que se apuntarían, demuestra, por si hacía falta, cuán profundamente han penetrado el Mossad y el cibercomando israelí, la llamada Unidad 8200, el régimen iraní.
Esa misma penetración y audacia ya fue palpable hace dos semanas, cuando Israel hizo estallar los buscapersonas de los efectivos de Hezbolá y, al día siguiente, los walkie-talkies del grupo élite, hiriendo a más de 3.000 personas y matando a más de 100, en una operación planificada desde meses antes, que implicó ingresar en la línea de abastecimiento de equipos, cargarlos con una o dos onzas de un potente explosivo plástico, vendérselos a la milicia y esperar a accionarlos, mediante mando a distancia, cuando a Israel le pareció conveniente hacerlo, para que explotaran simultáneamente.
Este último ataque iraní se produjo luego de una rápida escalada de acontecimientos a partir del ataque de los beepers: Israel invadió el martes el Líbano por tierra y con respaldo de bombardeos aéreos, con el objetivo, según dijo, de eliminar las bases de Hezbolá cercanas a su frontera.
Hezbolá, el partido civil y milicia —“la milicia mejor armada del planeta”—, se fundó en 1982 en el Líbano, sostenida por Irán, para luchar contra Israel. De la secta chií, la misma versión del islamismo que sigue Irán, hoy es una fuerza decisiva en el Líbano, donde posee misiles de largo alcance y decenas de miles de milicianos bien armados, además de estar presente en el ejecutivo y legislativo libanés.
Pero hoy está bajo un sostenido ataque israelí. Después de herir y matar milicianos con los bípers el 17 de septiembre y con los radios manuales el 18, Israel asestó un golpe demoledor el 28 de septiembre cuando mató a su enemigo número uno, el venerado Hasan Nasralá, líder durante 30 años de Hezbolá. Fue en un ataque aéreo en el que también murieron seis personas, 91 resultaron heridas y quedaron arrasados seis edificios de apartamentos.
Luego del ataque de misiles iraníes de la noche de este martes, Netanyahu prometió responder: “Irán cometió un gran error esta noche y pagará por ello”, dijo. Ya antes había advertido que Israel respondería a cualquier ataque de Irán. “No hay lugar de Irán que no pueda ser alcanzado por el largo brazo de Israel. Y eso se aplica también a todo el Medio Oriente”, dijo, muy arrogante.
Portavoces iraníes puntualizaron que su ataque fue a blancos militares no civiles como una retaliación por el asesinato de Nasralá y los bombardeos al Líbano.
La escalada en el Medio Oriente es sumamente peligrosa. Los partidarios de la guerra en EE. UU. e Israel ya piden ataques directos a Irán, incluyendo sus refinerías de petróleo y otras instalaciones sensibles. Algunos deliran con que este es el momento de “cambiar el balance” de la región exterminando a Hezbolá y neutralizando “para siempre” a Irán.
Pero cualquier cantidad de bombas y misiles no va a resolver las raíces de la crisis. Luego de la guerra de exterminio que Israel ha llevado a cabo en la franja de Gaza, y que ha concitado a Israel el rechazo del mundo (basta ver las tomas de la semana pasada de los delegados abandonando en masa el salón de la Asamblea General de las Naciones Unidas cuando le tocó la palabra a Netanyahu), una nueva guerra en el Líbano solo dejará a millones de árabes resentidos y traumatizados que recordarán para siempre que sus hermanos y hermanas en Palestina y Líbano han sido masacrados con asombrosa impunidad.
¿Quiere Israel, de verdad, una guerra de misiles balísticos de largo alcance con Irán?
Netanyahu y sus aliados guerreristas niegan las aspiraciones palestinas e incumplen las resoluciones de las Naciones Unidas sobre los dos estados. Mientras tanto, al enfrentarse a Irán, se asoma al abismo de una escalada que involucraría necesariamente a EE. UU. y Rusia.
No creo que sea sensate. Pero ¿hay algo sensate en las acciones que ha tomado Israel desde el horrible, salvaje y repudiable ataque de Hamás de hace casi un año en el que mataron a 1.200 israelíes y se llevaron 240 rehenes?
Como dicen los expertos y los no expertos, Israel no llegará a vivir una paz duradera hasta que no reconozca que su seguridad a largo plazo depende de la reconciliación con los millones de palestinos en Gaza, la Ribera Occidental y Jerusalén Oriental.
Solo un compromiso que permita la verdadera integración de Israel en la región, y no a través de pactos con las autocracias árabes de la zona (como los tales Acuerdos de Abraham), llevará a la solución.
Como dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Jordania, Ayman Safadi, en la Asamblea General de la ONU después de que habló Netanyahu, “Si no quieren la solución de los dos estados, ¿podría alguien preguntar a los dirigentes israelíes a qué juegan, aparte de más guerras y más guerras y más guerras?”.
Lo que el pueblo de Israel, el del Líbano, el de Irán, el de los territorios palestinos necesitan, es ese tipo de reconciliación profunda, que respete los derechos de todos.