Tablilla de cera
Lo dicen las encuestas: el nuevo Gobierno no tendrá mayoría en la Asamblea
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
Actualizada:
El presidente-candidato Daniel Noboa encabeza las preferencias de los votantes y hasta podría ganar en primera vuelta, ya que, según la encuesta de Comunicaliza, anda por el 47,3% de intención de voto (calculando solo los votos válidos, sin los nulos y blancos), mientras su contrincante, Luisa González, está con cuatro puntos menos (43,3%).
Si alguna consecuencia tuvo el insulso debate de los candidatos presidenciales del domingo, tal vez sea que se reforzó un poco, no demasiado, esa ventaja de Noboa, pues la presentación de González fue bastante desvaída en tanto que el actual mandatario, sin brillar especialmente, no cometió ningún error de bulto que le hiciera perder votos.
Al contrario, su presencia el lunes, junto con su esposa, en los actos de posesión del presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump (ceremonia religiosa, primera fila de la rotonda del Congreso, baile de gala), probablemente le haya ayudado en el post-debate, como bien dijo mi colega Thalía Flores en su columna del martes.
Para ganar en primera vuelta, Noboa necesitaría crecer tres puntos para alcanzar la mitad más uno de los votos. Está descartada la otra manera de ganar, que es obtener más de 40% de los votos y una distancia de más de 10% sobre su inmediato contendor, pues Luisa González no está tan lejos en la intención de voto.
En caso de que no se produzca en estas dos semanas y pico ese crecimiento de Noboa, habrá segunda vuelta el 13 de abril, en la que los pronósticos también apuntan a que el presidente-candidato ganará.
En ello volverán a jugar las preferencias y rechazos que tienen los candidatos de la Revolución Ciudadana (Arauz en 2021 y la propia González en 2023), quienes, así como tienen un caudal de votos que no nacen de su atractivo sino del de Rafael Correa, tienen un techo que no pueden sobrepasar, que proviene del rechazo de más de la mitad de los ecuatorianos al propio Correa.
¿Y cómo será el panorama político a partir de entonces? Hay otra cosa más que podemos predecir, porque nos lo están diciendo las encuestas: cualquiera de los dos que gane la presidencia, va a tener obligadamente que hacer un pacto de gobernabilidad porque ninguno tendrá un bloque mayoritario en la Asamblea Nacional.
En efecto, la próxima Legislatura tendrá dos bloques dominantes, antagónicos entre sí, como consecuencia de la polarización extrema de las preferencias electorales: el de ADN y el de la RC. Pero, a pesar de su gran tamaño, cada uno solo equivaldrá a un poco más de un tercio de la asamblea, por lo que habrá alrededor de otro tercio de asambleístas de una variedad de partidos y movimientos, quienes serán decisivos a la hora de votar.
Hay una encuesta que no es pública, pero en cuya trayectoria ha habido más aciertos que errores, la de Informe Confidencial, que predice que ADN puede llegar a 57 asambleístas, de los cuales 41 son seguros y 16 posibles, mientras que RC puede llegar a 54 asambleístas, de los cuales 40 son seguros y 14 posibles.
Así que, en la mejor alternativa, ninguno de los dos alcanzará, ni de lejos, la mayoría simple que, en la próxima asamblea tendrá que ser de 76, pues esta vez vamos a elegir 151 asambleístas (15 nacionales, 130 provinciales y 6 del extranjero).
¿Por qué creen que Noboa dedicó los segundos finales del debate a pedir el voto no por él sino por las listas 7, cosa en la que también están insistiendo sus cuñas?
Si las cosas siguen así, al próximo gobernante, como digo, con más probabilidad Noboa, le tocará hacer alianzas, procurando obtener entre 20 y 30 votos de las otras bancadas, cada vez que requiera pasar un proyecto de ley.
Según parece, Pachakutik, el partido Socialcristiano, Centro Democrático, Creo y Suma serían los grupos con más de un legislador, realmente grupúsculos, porque, para todos ellos, estas elecciones van a ser un desastre universal.
Esas agrupaciones tendrían, en su orden, 7, 6, 5, 4 y 3 asambleístas, y eso si los votantes confirman todos los puestos que la encuesta les da como seguros más los que aparecen como posibles.
Las demás agrupaciones, en el mejor de los casos, tendrán un solo legislador. Estoy hablando de Sociedad Patriótica, Avanza, Unidad Popular, Construye, Izquierda Democrática y Socialismo. Una debacle, producida por la polarización electoral; por la necedad de no hacer alianzas y por escoger candidatos presidenciales sin arrastre alguno o, como en el caso de la otrora gloriosa Izquierda Democrática, alguien del todo opuesto a sus ideales y con un pasado correísta condenable.
Habrá tres o cuatro asambleístas de movimientos locales. Y quedan unas diez curules en disputa, es decir que tienen diferencias tan mínimas que la encuesta no puede decir de qué lado caerá el naipe.
Ahora bien, ante este panorama, lo mejor para el próximo gobernante, y para la democracia, sería conseguir una mayoría estable.
Eso es muy difícil en cualquier legislatura, y más en los últimos lustros, en que la corrupción ha penetrado en todas las estructuras, unido a la mediocridad de los asambleístas, muchos de los cuales son analfabetos funcionales, en especial los de la Revolución Ciudadana que nos ha servido cada legislatura una dosis pareja de legisladores especialmente ignorantes y resabiados.
Una condición esencial para una mayoría sólida y estable es que el pacto en que se base sea transparente, serio, público, con las cartas sobre la mesa. Y pactos así sí han existido en el Ecuador. El primer ejemplo que se me viene a la mente es el Bloque Progresista, de oposición a León Febres Cordero.
Dicho bloque estuvo integrado por diputados de Izquierda Democrática, que era la mayor bancada aunque no mayoritaria, la Democracia Popular, el MPD (Movimiento Popular Democrático), el FADI (Frente Amplio de Izquierda), el PRE (Partido Roldosista Ecuatoriano) y el PSE (Partido Socialista Ecuatoriano), que llegaron a un acuerdo para salvar la democracia frente al autoritarismo.
El Congreso de aquel entonces estaba constituido por 71 diputados, por lo que la mayoría era de 36. Y ese exactamente fue el número de diputados que integraron el Bloque Progresista, 36, frente a 35 que estaban con el Gobierno.
En los primeros dos años, el bloque eligió presidente del Congreso a Raúl Baca Carbo y vicepresidentes a Gil Barragán Romero y Reinaldo Yanchapaxi. En los segundos dos años (recuerden que en esa época había elecciones intermedias), el Bloque Progresista volvió a constituirse, otra vez con 36 legisladores, y eligió presidente del Congreso a Andrés Vallejo y vicepresidente a Enrique Ayala.
Los ataques del Ejecutivo al Legislativo llegaron a extremos absurdos, como aquel de enviar 20 leyes económicas urgentes el mismo día o rodear con tanques el Palacio Legislativo para que no se posesionaran los jueces de la nueva Corte Suprema de Justicia, elegidos por el Congreso en pleno ejercicio de sus facultades.
El Bloque Parlamentario Progresista pudo frenar los abusos y arbitrariedades, aunque otros siguieron, como cuando Febres Cordero sostuvo en su puesto al ministro de Gobierno Luis Robles Plaza, que había sido censurado y destituido por el Congreso.
Como han pasado cerca de 40 años de aquello, se olvida el clima de intolerancia y agresión en que se vivía bajo Febres Cordero. Correa, otro intolerante y autoritario, resolvió el problema con una medida dictatorial: disolvió el Congreso, con la ayuda del MPD, y llamó a una Constituyente, a partir de la cual tuvo una mayoría sumisa en lo que se rebautizó como Asamblea Nacional.
Ejemplo de un bloque legislativo favorable al Gobierno fue el del Congreso 1988-1990, por el acuerdo de gobernabilidad de la Izquierda Democrática, con sus 30 diputados, la Democracia Popular y el FADI, en la primera mitad del Gobierno de Rodrigo Borja.
Aquella mayoría, así mismo con principios transparentes, permitió que se gobernara con miras a conservar la democracia, respetar los derechos humanos y salvar al país de la inconcebible crisis económica en que le dejó Febres Cordero, por el puro deseo de hacer daño al Gobierno de su sucesor, como confesó Alberto Dahik en alguna ocasión y como yo mismo conozco por testimonios personales de otros altos funcionarios de ese régimen.
Muchas veces he oído decir que la ID desperdició la mayoría que tenía en el Congreso para cambiar más leyes. ¡Error! La ID no tenía mayoría por sí misma, necesitó de la alianza (que esta vez no incluyó al PSE ni al PRE ni al MPD), y una alianza siempre es difícil de manejar.
Recuérdese que Osvaldo Hurtado, figura descollante de la DP, y Jamil Mahuad, presidente entonces de ese partido, se opusieron al pacto e hicieron lo posible por deshacerlo, lo que sucedió luego de las elecciones intermedias. Entonces el Congreso se dedicó a la ingrata tarea de boicotear al Gobierno y no solo que los opositores no pasaron las leyes sino que destituyeron a 14 ministros (en un Gabinete de 12), interpelando a algunos de ellos dos veces y a otros cuando ya habían dejado de ser ministros.
¿Fue ese el mayor error político de Osvaldo Hurtado, hombre por lo demás tan meritorio y que tanto bien ha hecho por la democracia ecuatoriana?
Volviendo al presente, o más bien al inmediato futuro, al Gobierno de Noboa, si es que finalmente es reelegido, le interesa sobremanera la conformación de un sólido bloque mayoritario pues en él se jugará su permanencia en el poder. Ya se ha dicho que sus maniobras para suspender a la vicepresidenta Abad, apartarla de su cargo y nombrar, a dedo, a dos vicepresidentas, una tras otra, representan no solo un abuso sino la ruptura de la Constitución y la ley, por lo que en el futuro podría seguírsele un juicio político con pena de destitución.
Puede que Noboa considere que no hubo otra alternativa, dado los terribles (e inconfesables) crímenes que habría cometido Abad (los cuales no sabemos, porque además no hay una acusación concreta que le haya hecho). Pero si no consigue una mayoría sólida para los próximos cuatro años, lo cual requiere de una alianza política estable, lo más probable es que se lo enjuicie, con las graves consecuencias de inestabilidad y de fracaso frente a los graves problemas que hoy tiene el Ecuador.