Tablilla de cera
Decisiones frente a la papeleta

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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En una de las entrevistas estos días en la radio me preguntaron qué había que considerar al momento de decidir el voto.
Respondí que, al tomar la papeleta, pensaré cuál es el Ecuador que deseo; qué país quiero para mi familia. Qué es lo que quiero, ya en el ocaso de la vida, para mi hija, para mis nietas, para mis sobrinas y sobrinos.
Frente a la papeleta en blanco, esta es mi brújula: quiero un país en paz donde prime la ley, se ejerzan las libertades, se respeten los derechos humanos, se destierre la violencia, se profundice la justicia social, se eduque a su pueblo, se proteja su salud, haya una efectiva seguridad social, se preserve su medio ambiente. Todo con un manejo pulcro de los fondos y bienes públicos, por parte de políticos patriotas y funcionarios éticos.
Este domingo Daniel Noboa y Luisa González vuelven a disputarse la presidencia del Ecuador como hace 600 días. De nuevo, al trazar dentro 72 horas la raya del destino, decidiremos qué país queremos y cuál de los dos candidatos creemos que será capaz de llevarnos en la mejor dirección.
Puesto que nuestras preferencias resultaron en un increíble empate en la primera vuelta (44,26 % DN y 43,98 % LG), el domingo cada voto es, si cabe, más importante que nunca para el futuro del Ecuador.
Ninguno de los dos nos entusiasma demasiado. Salvo en algunos chats de señoras que lo idolatran, otros pensamos que Daniel Noboa no es un estadista, carece de un comportamiento ejemplar, y no suele demostrar cultura, gran visión ni liderazgo.
Al contrario, hemos visto algunos rasgos preocupantes en su ejercicio presidencial: poco comunicativo, prescindente incluso, se oculta cuando debe hablar (embajada de México, crisis energética, niños de las Malvinas, resultados de la primera vuelta); ha mostrado chabacanería (lo del carpintero) y poco tino (entrevista al New Yorker), una innegable dosis de soberbia y un deficiente equipo de trabajo (salvo excepciones).
En su descargo hay que decir que Noboa, el presidente más joven en la historia del Ecuador, ha tenido mucha mala suerte. Recibió el país con un grave déficit fiscal, la violencia criminal en su punto más alto y una sequía insólita, que se extendió hasta convertirse en la peor en 60 años.
Y allí radica su mérito, que el país no se hundió, y que ha tenido capacidad de decisión y tenacidad para enfrentar este oscuro panorama. Incluso, ha conservado buenas cotas de popularidad, lo que le permitió ganar por una nariz la primera vuelta, sin desembocar en una crisis total, como fácilmente pudo haber pasado.
Me da risa cuando ciertos periodistas hablan del descalabro de la popularidad de Noboa porque bajó de 72% a 45%. Eso es un mérito, porque ha habido casos de gobernantes (Bucaram, Lucio Gutiérrez) que en cuestión de meses bajaron a 10%. ¡Eso es descalabro!
De Luisa González, en cambio, sabemos que, como representante del correísmo, servirá a los intereses de su caudillo, prófugo de la justicia. La mayor certeza que existe es que será Rafael Correa quien tome las decisiones y que no pasará mucho tiempo para que, a través de jueces blandengues o comprados, anulen su condena a ocho años de prisión y vuelva al Ecuador.
Y eso no lo quiero para mi patria, por lo que significa de autoritarismo, venganza y corrupción. No quiero que Correa vuelva y se enseñoree en el país ni que atente contra las libertades, le ley y el derecho, ni que persiga a Diana Salazar y a quienes los condenaron por corruptos en los casos Sobornos 2012-2016, Reconstrucción de Manabí, Sinohydro, Metástasis, Purga, Plaga.
No quiero persecución a los indígenas, a los ecologistas, a los estudiantes. No quiero regularización de las pandillas (como a los Ñetas o los Latin Kings), ni que intente controlar a la religión (como, hace poco, su grupo parlamentario), a las ONG (como el decreto 16 de su Gobierno) o a la prensa, ni que tache de mentirosos a los periodistas, ordene fiscalizaciones y allanamientos, emprenda juicios contra ellos y cierre más medios de comunicación.
Quiero que Glas pague su pena, mientras que González lo liberará (sibilinamente dijo que “cumplirá la ley”, y ya sabemos lo experto que es el correísmo en manejar las leyes a su favor).
Quiero que los hoy asilados en México o Venezuela vuelvan y paguen sus penas, mientras que con González regresarán campantes a mangonear las instituciones.
Entre ellos, triunfal, reaparecerá esa figura homérica del correísmo, Ronny Aleaga, bisagra de la intersección del narcotráfico y la política, a quien González respaldó hasta cuando él huyó.
Tampoco deseo la desdolarización, otra certeza si gana González. La semana pasada Patiño y Correa hablaban de la desconfianza en el dólar; hace tres, sus compañeras, del “ecuadólar” y todos vienen sosteniendo por años la idea de una “moneda paralela”. ¿Para qué está Diego Borja en la papeleta sino para crearla? Y cuando se nos obligue a usarla, irá perdiendo valor rápidamente y se hundirá la economía, al mismo ritmo que lo hizo la de Venezuela. ¡Hasta la victoria siempre!
Pienso, también, en la difícil coyuntura mundial. Trump es aborrecible. Pero ¿quién puede tener diálogo con él y su Gobierno? Salta a la vista. Mientras a Correa EE. UU. le retiró la visa el pasado octubre, Noboa ya ha estado dos veces con Trump: en primera fila en su posesión y la semana pasada en su residencia privada.
Y eso nos interesa porque, nos guste o no su mandatario, EE.UU. es nuestro principal socio comercial y sigue siendo la primera potencia económica del mundo.
Tan peculiar es la ideología del prófugo de la justicia que abjura del imperialismo de EE.UU. pero acepta el de Rusia, a cuyo servicio está en RT. Sus países amigos no son los democráticos sino los autocráticos, tipo Irán, Venezuela y Nicaragua. No quiero un gobierno así.
¡Y China! ¡Cuándo no China!, que les financia y les coima. No la quiero.
Tampoco deseo como presidenta a quien aceptó ser 'Rana René', un títere en manos de un avezado titiritero, Correa o Iza, o ambos a la vez.
No quiero un Gobierno en que los dirigentes del correísmo se tomen todas las funciones del Estado, como lo han intentado estos ocho años, según lo prueba el teléfono de Augusto Verduga, quien no acertó a borrar todos los chats en la hora en que estuvo encerrado en el baño.
Tampoco quiero comisarios políticos en cada barrio, como los que propone Luisa con el nombre de “gestores de paz”, parte del plan para aferrarse al poder y quedarse, como en Venezuela, 20 o 30 años.
Como no quiero que nada de esto suceda, votaré por Daniel Noboa, esperando que en los siguientes cuatro años gobierne mejor, se explique mejor y mantenga vigentes las libertades y derechos de todos los ciudadanos.