Tablilla de cera
Hace diez años clausuraron el diario Hoy
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Parte sustancial de la crisis de liderazgo que enfrenta Quito proviene de la carencia de prensa escrita.
Aunque los medios digitales, entre los que destaca con excelencia PRIMICIAS, representan una manera moderna, ágil e inmediata de comunicarse, el funesto hecho de que la capital de la República carezca de prensa escrita, crea un vacío de reportajes en profundidad y de series de periodismo investigativo sobre política, economía y cultura y todos los demás temas de la vida del país y de la propia capital.
Uno de los escalones de este descenso a la oscuridad se produjo hace diez años, cuando el 25 de agosto de 2014, el triste, criminal y autoritario Gobierno de Rafael Correa dio el último paso en su campaña de acoso y ahogo al diario Hoy, mandando a policías y funcionarios de la Superintendencia de Compañías a sus instalaciones en El Condado, a anunciar que Edimpres S.A., la empresa que lo publicaba, entraba en liquidación, apoderándose de la misma.
Yo no pertenecía a la planta del diario. Había salido en 1988 para integrarme al Gobierno del Dr. Rodrigo Borja, pero, desde que dejé el Concejo Metropolitano y la vicealcaldía de Quito cinco años antes, volví a colaborar con columnas de opinión.
El diario Hoy fue el proyecto de una generación de periodistas que estuvo dispuesta a jugarse por la innovación y la calidad. Una generación que venía de trabajar en prensa, pero que quería un diario moderno, que innovara en todos los aspectos y estuviera a la altura del Ecuador de su tiempo.
Y la tecnología había evolucionado y estaba disponible para quien quisiera estar en la vanguardia. Por eso, Hoy fue el primer diario de América Latina en elaborarse íntegramente en computadora, desde la redacción de la noticia, pasando por la fotocomposición, hasta la grabación de placas para la impresión.
Fue el primero a todo color, impresión offset, diseño modular, redacción corta y precisa, infográficos. Fue el primero en apostar por las suscripciones y confirmar la tendencia a tener periodistas a tiempo completo, con cierre de edición temprana e impresión antes de medianoche.
Pero, más que sus propias innovaciones técnicas, de producción y de distribución, fue, sobre todo, el primer diario pluralista, abierto a ese nuevo Ecuador que surgió después de la primera década petrolera y estrenaba democracia.
El diario, además, no era de un dueño que marcara la línea editorial: era de una empresa con múltiples accionistas (y no solo de Quito, sino de Guayaquil, Cuenca, Manabí y otras provincias) y con una clara autonomía de la redacción.
Redacción que estaba constituida por jóvenes: los que hacíamos cabeza no teníamos aún 40 años y los reporteros promediaban los 25. A pesar de las procedencias distintas, logramos conformar un grupo humano compacto, con una meta común y una metodología de trabajo totalmente distinta de la prensa tradicional.
Fue también el primer diario en tener una sección dedicada a la mujer, no con el enfoque de hogar, cocina o farándula, sino concibiéndola como parte integrante de la sociedad, con sus aspiraciones profesionales, necesidades propias, derechos específicos. Fue, así, el primer diario que cubrió y acompañó el naciente del movimiento feminista.
En las páginas del diario Hoy aparecieron por primera vez las fotos y entrevistas de dirigentes indígenas, de líderes sociales, de políticos de tendencias distintas. Fue el primer diario en cuyas páginas de opinión escribieron selectos columnistas de tendencias opuestas, lo que llamaba la atención a un país acostumbrado a leer en los diarios tradicionales solo a editorialistas del viejo liberalismo.
Por cierto, esos diarios se demoraron en reaccionar. Diario El Tiempo, de extrema derecha, sucumbió. Y los otros siguieron por algunos años con su diseño gris y cansino, sus fotos pequeñas, su periodismo latoso, sus pases de página y su uniformidad de visión.
Luego, claro, se modernizaron. El Comercio solo en 1994, cuando introdujo las Macintosh en la redacción y trajo a José Hernández y Ponto Moreno, quienes hicieron una reconceptualización e introdujeron un nuevo enfoque y un nuevo diseño al tradicional diario de Quito.
Desde entonces la competencia fue mucho más atractiva y las redacciones y las empresas —también las del nuevo diario que se creó, La Hora—, compitieron lealmente en las siguientes décadas.
Pero a los gobiernos autoritarios no les interesan las voces independientes. El primero que enfrentó el diario, y eso lo viví en persona, fue León Febres Cordero. Le disgustaba la cobertura de Hoy, a cuyos directivos criticó en público y en privado.
Enseguida tomó medidas, empezando por prohibir a las entidades públicas que pusieran publicidad en Hoy, luego que compraran siquiera el diario. No contento con eso, más tarde amenazó a los anunciantes privados, a veces con llamadas telefónicas directas a los propietarios de las empresas.
Pero habría más canalladas: puso dificultades para la importación de papel y de otros insumos para la impresión del diario.
Exactamente el mismo libreto siguió Rafael Correa. Es que un aspirante a tirano se parece a otro aspirante a tirano como dos gotas de agua. Lo vimos con Chávez y Maduro y su eliminación de la prensa independiente de Venezuela; lo vimos con Ortega y Murillo en Nicaragua. También en Ecuador, a Correa le fastidiaban hasta las radios y canales de provincia que no se alineaban con el culto a su personalidad endiosada.
De la misma manera que Febres Cordero, Correa prohibió a las entidades públicas poner publicidad en Hoy y que compraran el diario y amenazó a los anunciantes privados, igualito, a veces con llamadas telefónicas directas a los propietarios de las empresas. Hubo unos cuantos valientes que resistieron las presiones; el diario sobrevivía.
Pero el régimen correísta llegó a detalles inéditos, como prohibir a Tame (antes de que la quebrara) que repartiera a sus pasajeros el diario como material de lectura y, luego, hasta que lo transportara como carga a provincias.
A Guayaquil no podía impedirlo, porque Hoy innovó con la transmisión por satélite de la edición digital, para que se imprimiera en Guayaquil, el primer diario en hacer tal cosa en el Ecuador. Fue también el primer diario multiplataforma, con sendas estaciones de radio y televisión e, incluso, por teléfono (con el recordado sistema de Don Elhoy, a quien se le podía preguntar cualquier noticia del día).
Uno de los avances clave fue el disponer en formato digital, ya a fines de los 1990, de todo el archivo del diario, desde su aparición en 1982, lo que permitía la búsqueda en línea de esa información, adelantándose a las tendencias que marcaría Internet.
Correa no se conformó. Al ver que el diario seguía, empezó a presionar a la empresa a través de los organismos de control, con auditorías y pedidos de información atosigantes y persecutorios.
Así se ahondaron los problemas. No estuve muy cerca de los de Edimpres como tal, pero cada uno de quienes escribíamos en el diario teníamos nuestra propia persecución. A mí me pusieron juicios por calumnia y alguno, muy retorcido, un juicio penal, porque al criticar una obra pública me acusaron de ser cómplice del delito, pues a pesar de conocer de su cometimiento no lo había denunciado a la justicia.
Y luego vino la liquidación de la empresa, y la persecución a los accionistas. Yo tenía un porcentaje ínfimo, menor al 0,1%, pero aún así me congelaron las cuentas bancarias y me pusieron prohibición de enajenar los bienes, supuestamente como deudor solidario al IESS, lo que va en contra del principio básico de la sociedad anónima.
No fui el único, ¡qué va! Ya dije que el diario tenía múltiples accionistas, 264 exactamente: a todos ellos el régimen de Correa persiguió con el mismo empeño, digno de mejor causa, utilizando entidades como el SRI y el IESS como armas de ataque.
Perdón, no a todos ellos: se exceptuaron unos cinco o seis funcionarios de Correa, que eran accionistas del diario Hoy, y que incluso fueron compañeros de la redacción en los primeros tiempos, a quienes no les toparon nunca nada.
Esa es una historia vergonzosa, que se junta a todas las otras de corrupción y abuso del correato.
Entiendo que el último mes de diciembre, la Superintendencia de Compañías, que tan pésimamente ha conducido la liquidación de Edimpres, ha declarado la extinción de la empresa, pero no se sabe si existe un informe final de qué pasó con sus activos ni el destino que tuvieron.
Los cuatro liquidadores de la empresa han sido, uno tras otro, a lo largo de estos 10 años, cómplices de una de las más tristes historias de persecución a la prensa independiente del país.