Tablilla de cera
¿Será un cónclave de dos días?, ¿de tres?

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Hoy, 7 de mayo de 2025, se inició el cónclave que elegirá al nuevo sumo pontífice de la Iglesia católica —el 267º en 2.000 años— y, dependiendo de a qué hora esté leyendo usted estas líneas, es probable que ya se haya votado una vez.
Quien avisa no traiciona: en este artículo no me voy a hacer eco de los rumores, ataques y mentiras que se han dicho en las redes sociales sobre los cardenales que se consideran “papables”.
A lo largo de estas tres semanas se ha repetido hasta la saciedad lo de que “quien entra papa, sale cardenal”, pero aquel dicho romano no resulta tan verídico.
¿Por qué? Porque ha habido muchos cónclaves en los que quien entró papa… ¡salió papa! Por ejemplo, y solo para recordar los del último siglo, en 1939, 1963 y 2005.
En 1939 los truenos de la guerra sonaban muy cerca y la triple amenaza del fascismo, el nazismo y el comunismo asediaba a los católicos. Los cardenales escogieron enseguida a su mejor diplomático, el secretario de Estado, cardenal Eugenio Pacelli. Fue el cónclave más breve del siglo XX, pues Pío XII, que así escogió llamarse, salió elegido en la tercera votación.
En 1963 había concluido la conflictiva primera sesión del Concilio Vaticano II, en la que una gran mayoría de los obispos se negó a aceptar los textos tradicionalistas preparados por la curia vaticana. Así que los cardenales tenían que resolver si aceptaban la dirección que quería imponer la curia o seguían con el impulso que había nacido en el concilio, respaldado por el propio papa Juan XXIII, que acababa de fallecer.
Lo que hicieron los cardenales fue elegir, en la quinta votación, del segundo día, a quien encabezaba todas las predicciones: el arzobispo de Milán, cardenal Giovanni Battista Montini, que representaba el movimiento de renovación, sin ser un radical.
Y todos recordamos que el cardenal Joseph Ratzinger era el papable de quien más se hablaba en vísperas del cónclave de 2005. Había terminado el largo papado de 27 años de Juan Pablo II y los cardenales lo escogieron por ser un colaborador muy cercano del papa fallecido y, además, conocido y apreciado por todos. Fue elegido en la cuarta votación.
Precisamente el papa Juan Pablo II había cambiado las reglas del cónclave para permitir que la primera votación se hiciera la primera tarde. Antes de aquello, las votaciones solo comenzaban el segundo día. Los tres cónclaves a los que he hecho referencia eligieron al papa en dos días, considerando que Pío XII fue elegido el primer día de votación, aunque el cónclave comenzó el día anterior.
Los vaticanistas dicen que este año no es probable que algún cardenal se asegure los dos tercios tan rápidamente como Pacelli, Montini o Ratzinger.
También el primer cónclave de 1978 fue cuestión de dos días. Pero aquella vez sí resultó cierto el dicho, y no se eligió al favorito. Se decía que el papable con mayores posibilidades era el cardenal Giovanni Benelli, que había sido la mano derecha de Paulo VI por diez años. antes de que este lo nombrara patriarca de Florencia en 1977. Benelli no fue elegido, pero fue el gran elector (el “kingmaker”, dicen los gringos): su candidato, el patriarca de Venecia, Albino Luciani, fue elegido en la cuarta votación. Tomó el nombre combinado de Juan Pablo, aunque murió 33 días después.
En el cónclave que siguió, Benelli buscó ser el elegido, pero, para el final del segundo día, estaba claro que ni él ni su rival, el archiconservador cardenal Giuseppe Siri de Génova, iban a poder obtener los dos tercios de los votos. Dicen que Siri se quedó a cuatro votos de la mayoría y que no pudo obtenerlos de ningún lado.
Así que, de pronto, lo impensable apareció como posible: que se eligiera a un papa no italiano. La candidatura del cardenal polaco Karol Wojtyla empezó a ganar adeptos. Fue elegido en la octava votación, el tercer día del cónclave.
Muchos vaticanistas dicen que la lección de aquel cónclave para el de hoy es que, si hay un empate y humo negro la tarde del segundo día de votación, puede que tengamos un papa que no estaba en ninguna de las listas de papables, es decir una sorpresa.
El cónclave más largo del siglo XX fue el de 1958, cuando se eligió al patriarca de Venecia, Ángelo Roncalli, en la undécima votación. El primer día de la votación muchos cardenales aparecieron con pocos votos cada uno, lo que se cree que va a pasar esta vez, porque nunca ha habido un cónclave tan diverso como el de hoy: 133 electores, provenientes de 71 países de los cinco continentes, de los cuales, 108 no han estado nunca en un cónclave y 20 recibieron el capelo recién en diciembre. La composición regional también es muy distinta: los cardenales europeos representan hoy 39%, y en 2013, cuando fue elegido Francisco, eran 52%.
En 1958, quienes llevaban la delantera, el conservador Siri y el más pastoral cardenal Giacomo Lercaro de Boloña, no pudieron sostenerse. El tercer día, aparecieron Roncalli y el patriarca armenio, cardenal Gregorio Agagianian y, como Roncalli lo recordaría más tarde, los totales “iban para arriba y para abajo como garbanzos en agua hirviendo”.
¿Podría suceder eso en 2025? Si es que el cónclave llega a un punto muerto en el segundo día, de pronto mañana aparece un candidato de compromiso, alguien que tenga una amplia aceptación, un cardenal mayor, que gobierne la Iglesia por un período más bien corto, una suerte de transición.
Claro que puede que dé sorpresas, como sucedió con Roncalli, a quien le querían como un intrascendente papa de transición. Pero ¡vaya transición!: convocó al Concilio Vaticano II y desató la mayor transformación de la Iglesia en muchos siglos.
En este recuento, ha quedado para el último el más reciente cónclave, el de 2013, tras la renuncia del papa Benedicto XVI, la primera renuncia de un papa en 600 años.
Por supuesto, en esa ocasión no hubo el período de luto que hemos tenido ahora. Pero sí hubo congregaciones generales. Y el cónclave eligió al cardenal Jorge Mario Bergoglio en la quinta votación, al final del segundo día (Técnicamente fue la sexta votación, porque se anuló la quinta al aparecer una papeleta en blanco por lo que, siguiendo las reglas del cónclave, al no ser el número de votos emitidos igual al número de votantes, se quemaron las papeletas sin contarlas, y se procedió de inmediato a una sexta ronda de votaciones).
Recuérdese que el papable que tenía la delantera era el arzobispo de Milán, cardenal Ángelo Scola. Cuando apareció el humo blanco, la Conferencia Episcopal Italiana emitió una declaración felicitando a Scola por su elección, ¡el mayor despiste colectivo que puede pensarse!
Después se supo que, desde la primera ronda, Scola había tenido votaciones más bajas que las esperadas, y que, en cambio, Bergoglio había tenido votaciones más altas que las previstas: los votos por Scola fueron disminuyendo y los de Bergoglio subiendo, hasta que ganó.
Si este año los votos por el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, son menores a los esperados en la primera votación, tal vez otro de los papables alcance más votos y se consolide de votación en votación.
Según expertos, el cónclave de 2025 podría ser un cruce entre los cónclaves de 1963 y 2013. Igual que en 1963, cuando el cónclave fue un referéndum sobre la decisión de Juan XXIII de convocar al Concilio Vaticano II, este es un referéndum sobre las reformas de Francisco. Pero, al contrario de entonces, no hay un equivalente a Montini, es decir alguien que sea el claro y obvio favorito para tomar el testigo de Francisco.
En ese sentido, el cónclave que se inició hoy sería más como el de 2013, con algunos candidatos con diferentes niveles de fortalezas y debilidades. Cualquiera de ellos puede haber atrapado la atención de los cardenales durante las congregaciones generales de estos días, como lo hizo Bergoglio en 2013, y surgir como papa al final del día de mañana.
Lo repito: si el cónclave llega a un tercer día, puede que alguien totalmente impensado sea nuestro próximo papa. Que el Espíritu inspire a los cardenales para que sea un pastor, un peregrino de la esperanza, un constructor de la paz, un padre de todos.