Tablilla de cera
La caquistocracia de EE. UU. y de ella, el peor
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Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
Actualizada:
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca tras cuatro años de ausencia, está teniendo consecuencias:
- graves (acceso de Elon Musk a los datos del Tesoro, del IRS y de la Seguridad Social; despido de los empleados públicos),
- muy graves (instrumentalización de la justicia, extorsión a otros países con la amenaza de aranceles)
- y del todo catastróficas (cierre de la USAID, plan de apoderarse de Gaza, conversaciones con Rusia sobre Ucrania sin Ucrania y sin Europa).
Estampadas con descomunal firma de grueso rotulador, que cualquier aprendiz de grafólogo identifica con un exorbitado ego, las órdenes ejecutivas salen vomitadas, una tras otra, del escritorio del despacho oval o a bordo del Air Force One, cuando, al sobrevolar el Golfo de México, Trump ordena cambiar el cuatricentenario nombre de ese accidente geográfico, el cual, por lo demás, pertenece a tres naciones distintas.
Más tarde, emperrado, prohíbe que los reporteros de la AP ingresen a la sala Oval o al Air Force One por no acatar la imperial orden y seguir llamándolo Golfo de México, como es lógico si se escribe para una audiencia internacional.
La otra vertiente del estado de nervios en que ha caído la mitad de los estadounidenses —mezcla de sorpresa, indignación y temor—, y que también preocupa a quienes seguimos de cerca o de lejos su política, es el conjunto de patéticas figuras que forman su gabinete.
Describir tal colección de personajes con una sola palabra es lo que han logrado algunos comentaristas del ámbito anglosajón: la llaman caquistocracia, el gobierno de los peores, el de las personas más ineptas, incompetentes y cínicas.
La palabra viene de la unión de dos palabras griegas: “kakistos”, los peores, y “kratos”, poder, gobierno. La segunda parte de la palabra aparece en democracia, aristocracia, gerontocracia, burocracia, teocracia y plutocracia.
“Meritocracia” es una acuñación moderna, para la que Alan Fox, sociólogo británico, casó una raíz latina con una griega en 1956. En el Diccionario de la Lengua Española encontramos voces más raras, como “ginecocracia” (gobierno de las mujeres), “timocracia” (gobierno de personas con cierto nivel de renta), “oclocracia” (gobierno de la muchedumbre o la plebe), “talasocracia” (dominio de los mares).
Ha desparecido del DLE una palabra antigua, “hierocracia” (gobierno de las personas sagradas) y aún no llega caquistocracia, pero no tardará en ingresar.
El término se utilizó por primera vez, en inglés, en el siglo XVII (“kakkistocracy”, que al parecer se la acuñó para oponerla a “aristocracy”, el gobierno de los mejores) y tuvo un cierto uso en el siglo XIX, pero es a principios del XXI cuando se ha extendido su uso en los medios.
Según el filólogo uruguayo, Ricardo Soca, la primera vez que esta palabra se empleó en español fue en 2007 por el historiador uruguayo Guillermo Vázquez Franco en su obra La historia y sus mitos.
Sea de ello lo que fuere, “The Economist” la eligió palabra del año 2024.
“La caquistocracia tiene el sonido nítido y duro de un cristal que se rompe. Si eso es bueno o malo depende de si crees que el cristal se lo merecía. Pero la rápida encapsulación de los temores de la mitad de EE. UU. y de gran parte del mundo hace de caquistocracia nuestra palabra del año”, decía la revista.
Luego de su reelección el 5 de noviembre, el mundo observó con asombro cómo Trump empezaba a nombrar para su gabinete a personas inexpertas o, lo que era peor, opuestas a las instituciones y misiones que debían supervisar o dirigir. Solo unos pocos, como la sensata Susie Wiles para jefe de gabinete, y Marco Rubio, senador de larga trayectoria, para secretario de Estado, parecían cualificados y competentes.
La avalancha de nombramientos disparatados causó asombro
Matt Gaetz, acusado de delitos sexuales y abuso de drogas y objeto de una investigación ética en el Congreso, fue nominado para ser el más alto funcionario policial del país, fiscal general.
Tulsi Gabbard, una teórica de la conspiración que siempre se ha expresado bien de los déspotas de Siria Bashar Al-Asad y Rusia Vladimir Putin, para dirigir los servicios de inteligencia de Estados Unidos y supervisar 18 agencias, entre ellas el FBI, la CIA, y la Agencia de Seguridad Nacional.
Lee Zeldin, contrario a la protección del medio ambiente, para administrador de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente.
Sean Duffy, sin experiencia alguna en transporte o infraestructura supervisará las políticas de aviación, automóviles, ferrocarriles e infraestructura, para secretario de Transporte.
Linda MacMahon, dueña de la compañía de lucha teatralizada “World Wresling Entertainment Inc.”, y enemiga de la educación pública, para secretaria de Educación.
Pete Hegseth, presentador de Fox News con tatuajes asociados a la extrema derecha, acusado de agresión sexual y alcoholismo, para secretario de Defensa.
Kash Pattel, enemigo del FBI para director del FBI.
Chris Wright, defensor del fracking, director de la alianza de empresas petroleras contra el cambio climático, para secretario de Energía.
Kristi Noem quien respaldó todas las medidas del primer mandato de Trump contra los migrantes y refugiados, y permitió como gobernadora de Dakota del Sur la detención de personas que tenían residencia legal y doble nacionalidad, para secretaria de Seguridad Interna, donde será la principal responsable de los planes para deportar millones de indocumentados y supervisar agencias como ICE, FEMA y el Servicio Secreto. Durante la pandemia de la covid-19 se rehusó a ordenar el uso de mascarillas, argumentando que era una decisión personal, lo que disparó los contagios y su estado fue el tercero en número de casos per cápita en el país. En un libro se ufanó de haber matado a tiros a su perro porque no obedecía y “era difícil de entrenar”.
No es de extrañar que, con tamaña colección, la palabra caquistocracia se volviera viral, a pesar de que el 21 de noviembre, Gaetz renunció a su candidatura a fiscal general, casi reconociendo que era lo peor de lo peor.
Pues bien, hoy la caquistocracia ya está en funciones. Comisiones, senado y Cámara de Representantes, con su mayoría republicana, han bajado la cabeza y confirmado, uno tras otro, a todos los propuestos por Trump. La minoría demócrata solo pudo alzar una tímida voz.
No importa si no tienen méritos: lo que se califica es su lealtad con Trump. Casi es mejor demostrar que son incompetentes, y así la humillación de senadores y representantes es mayor, porque muestra a qué extremos de servilismo pueden llegar con tal de agradar a Trump.
A su vez, los trumpistas están encantados al ver que el nuevo gabinete es un equipo de demolición que va a hacer añicos al “Deep State” que tanto detestan.
De toda la caquistocracia el más espeluznante es Robert F. Kennedy Jr., nuevo secretario de Salud. En un país en el que, por la desconfianza de sus propios ciudadanos en la ciencia y por las ideas delirantes que propalaba la derecha sobre la pandemia, hubo las más altas tasas de muertes por covid-19, Kennedy destaca por sus ideas lunáticas.
Su prima Caroline Kennedy publicó el 28 de enero una cáustica carta perurgiendo a los diputados y senadores que no lo confirmaran. Y aunque no sirvió de nada, es escalofriante repasarla. Dijo que su primo era un “depredador”, adicto a la atención que despierta al difundir peligrosas ideas contra las vacunas.
Dijo que carece de capacidad para ser secretario de Salud por su falta de experiencia, sus ideas sin sustento científico y sus condiciones personales. Sobre estas, describió cómo condujo a sus primos y a otros miembros de la familia “por el camino de la adicción a las drogas”.
Explicó que la magnética personalidad de su primo ha sido trágica porque ha influido en la adicción de varios de sus primos, así como de amigos, y los ha llevado a la dependencia, las enfermedades y la muerte.
Los medios han recordado que David Kennedy, hermano menor de Robert, murió en Palm Beach en mayo de 1984 por la ingesta múltiple de tres drogas distintas.
“Su sótano, su garaje y su dormitorio eran los centros de la acción, donde las drogas estaban disponibles y donde gozaba poniendo pollitos y ratones en la licuadora para alimentar a sus halcones”, dijo la señora Kennedy. “Montaba con frecuencia estas escenas perversas de desesperación y violencia”.
Explicó cómo la cruzada contra las vacunas ha beneficiado económicamente a su primo. Entre otras cosas, es socio financiero de un juicio contra la farmacéutica Merck, que fabrica una medicina clave contra el virus del papiloma humano (VPH) que se administra para proteger del cáncer cervical.
“En otras palabras, él está dispuesto a enriquecerse personalmente denegando el acceso a una vacuna que puede prevenir todas las formas de cáncer cervical y que se ha administrado de manera segura a niños y niñas”, dijo.
“Bobby se ha abierto camino en la vida a través del engaño y la mentira”, concluye la escalofriante carta.
Otros parientes cercanos, incluyendo su hermano Joseph Kennedy II y su hermana Kerry Kennedy también han hablado contra Robert, diciendo que sus proclamas contra las vacunas son “deplorables y mentirosas”.
En efecto, este tipo dice que
- la vacuna triple (sarampión, paperas, rubeola) causa autismo, a pesar de más de una docena de estudios llevados a cabo en siete países en tres continentes distintos con miles de niños demuestran que no es así.
- la vacuna contra la polio causa una “explosión de cánceres en los tejidos suaves” y que ha matado “a muchas, muchas, muchas, muchas, muchas más personas que la polio”, dos mentiras cerdosas, porque no ha habido tal explosión de cánceres y los estudios muestran que la prevalencia del cáncer no tiene diferencia entre niños vacunados y no vacunados.
- las vacunas de la covid-19 son “las vacunas más mortales que se hayan fabricado”, cuando salvaron las vidas de al menos 3 millones de estadounidenses y decenas de millones más en el mundo.
- “no hay vacuna segura y efectiva”, cuando las vacunas que se administran en la infancia han impedido más de un millón de muertes y 32 millones de hospitalizaciones solo en lo que va del siglo.
Cuando Kennedy dice que lo que él quiere es que las vacunas “se estudien mejor”, lo que en realidad quiere es que los estudios confirmen sus ideas fijas y anticientíficas.
Este señor no cree que los gérmenes provocan infecciones específicas. No cree que la pasteurización reduce las infecciones que se transmiten por la leche y los jugos crudos, cosas que la humanidad conoce desde Louis Pasteur (con cuyos colegas y en cuyo instituto estudió mi abuelo Emiliano J. Crespo y trajo esos conocimientos al Ecuador).
Si el Senado no hizo caso a la carta de Caroline Kennedy, tampoco tomó en cuenta la que firmaron decenas de ganadores de los Premios Nobel en que también pedían no aceptar su nominación por sus declaraciones no basadas en la ciencia.
¿Con qué criterios disparatados hará las reformas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) que ha prometido realizar?
Este es el tipo que ahora decidirá qué vacunas se fabrican, cuáles investigaciones se financian, cómo se evalúan a médicos y hospitales y cómo se combaten las enfermedades en EE. UU. ¿No les parece repugnante y aterrador?