Tablilla de cera
Momento crucial en América Latina: Maduro va a perder las elecciones
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Maduro las va a perder, pero ¿dejará el poder? Esa es la pregunta que millones de venezolanos y latinoamericanos nos hacemos frente a las elecciones presidenciales que Venezuela celebra este domingo 28 de julio.
Como la profesión de encuestador en la tierra de Bolívar es de las más arriesgadas del mundo (el preguntar mismo es tarea de valientes, pero también los encuestados se arriesgan a que les metan 20 años presos por hablar mal del Gobierno, a partir de la abominable “Ley contra el Odio” de 2017), nadie sabe con certeza cuál es el margen del candidato opositor Edmundo González Urrutia sobre el dictador Nicolás Maduro.
Pero, a juzgar por las masivas, alegres y esperanzadas concentraciones de la oposición en todo el país, incluso en los antiguos bastiones chavistas, y por lo que se atreven a decir analistas y encuestadores, esta es la primera vez en que hay una oportunidad cierta de derrotar al régimen autoritario que ya lleva un cuarto de siglo en el poder.
Para empezar, es casi increíble que estemos llegando a las elecciones cuando el régimen, que se inició con la elección de Hugo Chávez en 1999, se ha mantenido por elecciones fraudulentas, represión y engaños por un cuarto de siglo.
Nicolás Maduro, exsindicalista, brazo derecho y heredero de Chávez, ya lleva 13 años en el poder y aspira a seis más. En febrero ya dijo que ganará estas elecciones presidenciales “por las buenas o por las malas”. “Vamos a ganar por las buenas o por las malas”, advierte Maduro sobre los comicios.
En efecto, su Gobierno ha hecho que la campaña electoral de González Urrutia sea la más difícil posible: ha arrestado a voluntarios y dirigentes de la campaña, ha multado a los restaurantes y hoteles que prestan servicios a los candidatos o a su personal, ha cerrado carreteras para impedir que la caravana del candidato o la de su principal apoyo, María Corina Machado, llegue a las concentraciones.
Los actos de violencia son increíbles: la propia María Corina denunció esta semana un atentado cuando las fuerzas de seguridad rodearon la urbanización donde ella pernoctaba y dañaron los vehículos en los que se desplaza: a uno le aflojaron el tapón del cárter para que se vaya todo el aceite y al otro le cortaron las mangueras de los frenos, y no contentos con eso, pintaron de blanco a los dos vehículos.
A pesar de que las ondas de la radio y la televisión están saturadas de anuncios de Maduro y la única mención a los candidatos de la oposición en todo el país son los ataques del presidente contra ellos, al Gobierno no le parece suficiente y este martes bloqueó el acceso a cinco sitios digitales de noticias (El Estímulo, Analítica, Runrun.es, Medianálisis y TalCual).
Ya dijo el Comité para la Protección de los Periodistas que “el control gubernamental de los medios y la autocensura ha distorsionado la cobertura periodística de las elecciones y ha privado a los ciudadanos de información sobre los candidatos presidenciales”.
Entonces, si la cancha está tan inclinada a favor del Gobierno, ¿cómo es posible que haya oportunidad para la oposición?
Machado cree que la expresión popular en la campaña, donde el pueblo desafía censuras, multas y boicots, asegura el triunfo de González Urrutia.
Y en Venezuela hay esa sensación de que por fin va a llegar el cambio y que la opresión y la cárcel a los disidentes, el desbarajuste económico y la corrupción rampante, están por terminar.
De 30 a 50 puntos por delante de Maduro se cree que está González. Maduro ha perdido apoyo por su pésimo manejo de la economía, que ha provocado que 7,7 millones de venezolanos hayan huido de su patria desde 2014 para buscar refugio en otros países.
Por cierto, esa inmensa diáspora no votará en estas elecciones, abandonados como están por el Gobierno, que ha cerrado embajadas y consulados, y no tiene la mínima infraestructura (ni el mínimo deseo) para recibir esa votación, que le sería masivamente desfavorable.
Y, dentro del país, incluso algunos de los antiguos aliados políticos de Maduro, como el Partido Comunista Venezolano, también le han retirado su apoyo y están respaldando a otros candidatos.
Así mismo, por primera vez, algunos “colectivos”, las organizaciones creadas por Chávez y que tan funcionales le han sido al régimen para controlar a la población, están abandonando al Gobierno.
González Urrutia no fue la primera opción de la oposición, pero los dos candidatos anteriores de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), una plataforma de 14 partidos, fueron descalificados.
La primera en ser impedida de participar fue la propia candidata de derecha María Corina Machado, que ganó las primarias de la oposición, en octubre de 2023, con el 93 % de los votos.
Igual que a ella, se prohibió que se presentara su reemplazo, Corina Yoris. La candidatura de González Urrutia, un diplomático retirado de 74 años, logró filtrarse e inscribirse a pesar de las cortapisas del sistema electoral y probablemente porque Maduro no vio en él a un rival.
Pero desde entonces, con la febril actividad de Machado, la candidatura ha crecido hasta el punto de que puede anunciar el fin del gobierno de Maduro.
María Corina se dedica más la campaña “de tierra”, celebrando concentraciones a favor de González en todo el país, despertando grandes emociones en pueblos y ciudades, mientras Edmundo González hace la campaña “de aire”, con entrevistas a los medios, sobre todo internacionales, dado el control gubernamental de la prensa local.
Todas las elecciones anteriores en el país han estado plagadas de irregularidades, como lo hiciera notar en su momento la Unión Europea. La Organización de Estados Americanos llamó “farsa” a los comicios de 2018.
¿Por qué esta vez será diferente? Maduro dijo la semana pasada la brutalidad de que "Si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida, producto de los fascistas, garanticemos el más grande éxito, la más grande victoria de la historia electoral de nuestro pueblo”.
El propio presidente del Brasil Lula declaró que le “asustaron” esas declaraciones y que ha hablado dos veces con Maduro para advertirle que, si pierde las elecciones, deberá retirarse, aunque ayer este, en un nuevo gesto de estulticia y soberbia, le mandó a tomar agua de manzanilla para que le pase el susto.
Las elecciones del domingo se producen como consecuencia del "Acuerdo de Barbados", firmado en octubre de 2023 entre el gobierno de Maduro y la oposición y mediado por representantes de Noruega.
Entre otros puntos, el acuerdo estipulaba que habría nuevas elecciones presidenciales antes del fin del año 2024, y que incluirían observadores electorales de la Unión Europea.
Aunque EE. UU. no fue parte directa en esas negociaciones, sí redujo algunas sanciones petroleras contra Venezuela como incentivo para que se cumpla al acuerdo.
Pero, desde entonces, el Gobierno de Venezuela no ha invitado a observadores electorales de la UE y tampoco ha cumplido sus promesas de no arrestar a miembros de los partidos políticos de la oposición. Con pretextos baladíes ha arrestado a directivos de la campaña de la MUD e incluso a miembros de la seguridad de María Corina Machado.
Entonces, ¿qué sucederá después de las elecciones del domingo? Es imposible predecirlo, pero en el caso de una victoria de la oposición no se puede descartar que Maduro se niegue a dimitir, y una prueba de eso es el cuidado minucioso de su relación con las Fuerzas Armadas, verdadero y único sostén de su administración.
¿Seguirán esas fuerzas armadas, herederas de los ejércitos de Bolívar, arrastrando por el suelo su nombre y sus banderas, como lacayos del dictador?
El dilema es brutal, porque Maduro y los militares podrían optar por no reconocer los resultados de las urnas y pasar directamente a una autocracia sin caretas, al estilo de Nicaragua o Cuba.
Aunque, en plazos más cortos que largos, aquella situación sería inviable, dadas las protestas generalizadas y la nueva oleada de emigración que sobrevendrían. A ello se sumaría una presión internacional inédita. Lula no es el único en haber pedido en varias ocasiones que Maduro cumpla los acuerdos de Barbados.
Así que la opción racional es que Maduro simplemente se haga a un lado. El propio González Urrutia ha hablado de la posibilidad de estudiar una amnistía, para permitir la salida del dictador.
Muchas veces ha mostrado la historia que tender un puente de oro al déspota y establecer una suerte de justicia transicional es la única salida.
El chavismo ha demostrado una y otra vez que es cualquier cosa menos democrático. Pero la inmensa mayoría de venezolanos como de latinoamericanos solo esperamos la derrota de Maduro y que finalmente deje el cargo.