Dato y Relato
La nueva estrategia financiera de China en la región
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Durante la década pasada, China emprendió una impresionante expansión financiera en América Latina, en particular en países como Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, Perú y Nicaragua.
Todavía existen ecos y temores del incremento de la inversión y créditos chinos en la región, en particular del Banco de Desarrollo de China (CDB) y del Banco de Exportaciones e Importaciones de China (Ex-Im Bank).
Entre 2005 y 2020, el gigante asiático movilizó préstamos oficiales por USD 138 mil millones, que, en muchos casos, superó lo prestado a América Latina por la CAF, el BID y el Banco Mundial juntos.
En contraste con algunos multilaterales, el financiamiento chino no estaba sujeto a condicionalidades o un marco satisfactorio de políticas macroeconómicas o de adquisiciones.
Como algún líder político de aquel entonces solía decir: “Voy al Banco Mundial y me dan un sermón; voy a China y me dan una hidroeléctrica”.
Así, pese a que las condiciones financieras fueron onerosas y no siempre transparentes, la deuda con el gigante asiático se disparó, en especial durante los años 2010 y 2011, tal como se puede observar en el gráfico que acompaña esta nota.
Con los recuerdos del pasado, algunos líderes actuales ven a China como una fuente de financiamiento e inversión. Recientemente, el canciller colombiano, Gilberto Murillo, viajó a dicho país para suscribir la nueva iniciativa de la ruta de la seda.
El año pasado, el presidente Lula de Brasil y el presidente Maduro de Venezuela realizaron sendas visitas a su homólogo chino, Xi Jinping, para estrechar las relaciones económicas y financieras.
El ministro de Economía y Finanzas de Ecuador también fue a China a buscar nuevo financiamiento, o al menos refinanciar el existente, que tiene amortizaciones muy pesadas en los próximos dos años.
Todavía no se ha informado de resultados de esta gestión, pero se anticipa que será difícil concretar nuevos apoyos financieros, pues la estrategia china ha cambiado en América Latina.
China está en un proceso de reducir su exposición en la región. De un pico de aprobaciones anuales de USD casi 25 mil millones en 2010, ha bajado a un promedio anual de alrededor de USD mil millones entre 2021 y 2023.
A diferencia de la década pasada, actualmente no existe el mismo apetito para otorgar más empréstitos a países latinoamericanos. Brasil fue uno de los pocos países que en 2023 pudo concretar dos nuevas operaciones por USD 1,3 mil millones.
Venezuela, que desde 2005 había recibido un acumulado de USD 62,5 mil millones, alrededor del 45% del total de créditos a América Latina, ha enfrentado una sequía de financiamiento chino desde 2016.
Ecuador, que llegó a tener un saldo de préstamos de USD 8,1 mil millones, ha bajado a USD 2,9 mil millones. Algo muy similar ha sucedido en el resto de los países de la región.
En consecuencia, fundar esperanzas en China para cubrir las necesidades de financiamiento de la región es iluso.
¿Significa esto que abandonó su interés por América Latina? No, de ninguna manera, pero es evidente que sí ha cambiado su estrategia.
Mantiene su interés en asegurar la provisión de materias primas básicas y minerales como litio, cobre, níquel, cobalto y tierras raras, que son esenciales para la producción de baterías de vehículos eléctricos, almacenamiento de energía, tecnologías limpias y transición energética.
De igual manera, no descuida su expansión comercial a través de acuerdos de libre comercio, así como el control de las cadenas globales de valor, mediante la inversión en grandes proyectos de infraestructura y logística.
Tal vez el ejemplo reciente más representativo de dicho esfuerzo es el mega puerto de Chancay en Perú, que está próximo a ser inaugurado durante la reunión de la APEC, con la presencia de Xi Jinping.
Se trata de una inversión inicial de USD 3,6 mil millones, aportados por el grupo naviero chino COSCO Shipping Ports, uno de los más grandes del mundo, y la compañía Volcán, una minera peruana con capital suizo (Glencore).
El puerto es tan impresionante, que -según The Economist- se lo puede ver desde un avión a 6 mil metros de altura. Será una de las infraestructuras portuarias más ambiciosas de América Latina y el centro de conexión para el comercio entre Asia y América Latina.
Sin embargo, es probable que Chancay sea una de las últimas grandes obras de infraestructura con financiamiento chino, que caracterizaron su estrategia de expansión regional durante la década anterior.
China relanzó el año pasado su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) con un cambio de enfoque significativo: pasó de tener un énfasis en infraestructura física, materias primas y financiamiento oficial, a una estrategia centrada en inversiones más pequeñas y enfocadas en sectores como autos eléctricos, energías renovables y alta tecnología.
La nueva iniciativa responde a varios cuestionamientos que se realizaron en el pasado sobre la transparencia e impacto ambiental en la ejecución de algunos de los proyectos con financiamiento chino y pone una creciente atención a la sostenibilidad ambiental, social financiera, así como la calidad de las inversiones.
Los enunciados suenan bastante bien, pero hay riesgos en la nueva estrategia, tal como lo advierte The Economist. La región espera que China pueda desvanecer dichos temores con acciones concretas, y que la cumbre de la APEC en Perú sirva como un espacio para construir una relación diferente con el país asiático.
Para ello, será clave que en América Latina dejemos de ver a China como una fuente de financiamiento exprés, alineada con prioridades geopolíticas, y empecemos a vernos mutuamente con respeto y como aliados de un desarrollo responsable.