Dato y Relato
Incendios forestales: ¡comunidades al rescate!
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
Actualizada:
Los incendios forestales han sido particularmente devastadores en este verano. De acuerdo con un análisis de PRIMICIAS, más de 10.000 hectáreas han sido quemadas en Ecuador en lo que va del año. La peor destrucción se dio en el cantón Quilanga, en la provincia de Loja, con alrededor de 7.600 hectáreas.
La provincia de Pichincha también fue duramente golpeada, incluso en sectores residenciales en las cercanías de Quito. El más reciente, y dramático por la cercanía a la ciudad, fue esta semana en El Panecillo, ícono turístico localizado en pleno centro histórico, que por fortuna fue controlado a tiempo.
Ecuador no es el único caso de incendios forestales en la región. Brasil está experimentado una verdadera tragedia. Los números son dolorosos e inverosímiles: hasta agosto de 2024, 11,39 millones de hectáreas en la Amazonía brasileña fueron afectadas por los incendios, el peor desastre en su historia.
Bolivia se suma a esta barbarie ecológica con alrededor de 4 millones de hectáreas devastadas en lo que va del año.
En 2023, alrededor de 3,8 millones de hectáreas fueron arrasadas por las llamas en Canadá y el humo llegó hasta la Florida. Otros casos, como los de Grecia y California, colmaron los titulares de los medios de comunicación.
Utilizando imágenes satelitales, el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE) ubicó en 2023 al Brasil como el país líder en la pérdida de bosques por incendios, con casi 190.000 hectáreas, seguido por Bolivia y Venezuela (como se ve en el gráfico que acompaña esta nota).
Chile aparece con una menor superficie quemada, pero su experiencia fue mortal: el año pasado, los incendios causaron 120 víctimas fatales por su cercanía a los centros urbanos. En 2023, Ecuador no apareció en ese ranking suramericano, pero con las 10.000 hectáreas destruidas entre enero y septiembre de 2024, tal vez entraría a esta desafortunada tabla.
Para nuestro pesar, el fenómeno continuará. De acuerdo con un informe de Naciones Unidas, en los próximos 25 años, los incendios forestales aumentarán en un 30% a escala mundial. Existen causas estructurales, en particular la crisis climática y el cambio de uso de suelo por la expansión urbana y de la frontera agrícola.
También tiene que ver con la actividad humana y prácticas como la quema irresponsable de basura y rastrojos agrícolas. No se pueden descartar atentados deliberados para destruir áreas protegidas y reemplazarlas por cultivos agropecuarios extensivos, e incluso actos demenciales, como parece haber sido el caso en El Panecillo.
El cambio climático está provocando eventos extremos cada vez más frecuentes. Paradójicamente, en el futuro estaremos enfrentando sequías e incendios, y también inundaciones.
Las pérdidas provocadas por dichos eventos extremos son gigantescas en vidas humanas, fauna, biodiversidad, infraestructura y otros costos económicos. Para colmo, según Naciones Unidas, afectarán con mayor dureza a los países y las poblaciones más pobres y vulnerables.
San José de Minas, al norte de la provincia de Pichincha en Ecuador, tampoco se libró de los incendios en este verano. Viví la experiencia muy de cerca: hace un par de semanas, un incendio forestal comenzó a afectar las propiedades vecinas de nuestra finca familiar en ese sector.
Llamaron al ECU911 y a los bomberos de la zona, pero estaban desbordados con otros frentes de trabajo y con pocas unidades y recursos humanos.
De repente, saltó una chispa a nuestro terreno y las llamas empezaron a expandirse de manera muy rápida. Era una sensación de abandono, impotencia total y de desesperación frente al avance de la destrucción.
Como una luz de esperanza, se movilizó la comunidad Makipura (que en kichwa significa prestar o intercambiar las manos), a la cual pertenece mi hija, que trabaja y vive allí. Junto con los vecinos, familias y amigos combatieron y vencieron el incendio.
Con azadones, mangueras, duro trabajo y, especialmente con una solidaridad y cariño enormes, lograron evitar lo que pudo ser una tragedia.
Además de mi eterno agradecimiento a Makipura, su trabajo en el campo me ha dejado lecciones de vida y aprendizajes muy ricos.
Ciertamente, el Estado es el principal responsable de las políticas públicas de gestión de riesgos por desastres, que incluyen tres ejes principales:
Planificación, prevención y mitigación
Alerta, preparación y atención
Rehabilitación y remediación de ecosistemas y poblaciones afectadas
Además, debe asegurar los recursos necesarios para cumplir con estas tareas y coordinar las acciones entre los diferentes instituciones públicas y niveles de gobierno, el sector privado y las comunidades.
Varios países de la región cuentan con el marco legal y los planes normativos para la gestión de riesgos por desastres, pero muchas veces se quedan en documentos inertes que reposan en los archivos (físicos y digitales), sin que sean instrumentos útiles para la acción.
La experiencia de Makipura, las familias y los vecinos de la comunidad, me dejó enseñanzas mucho más concretas:
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Rol de la comunidad organizada
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Como se ha señalado, el Estado es el actor primordial para proteger a la población. Pero cuando no aparece, por estar desbordado con la magnitud de las emergencias, o por la falta de recursos y de preparación, o por la simple negligencia, no hay otra alternativa que apoyarse en la comunidad.
Ello no surge de manera espontánea, por lo que es imperativo fortalecer su organización, capacitación y equipar a las brigadas comunitarias, como lo han estado haciendo algunas instituciones públicas y multilaterales en el caso de Makipura.
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Problema de uno, problema de todos
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Cuando un vecino es afectado por un desastre, no es un problema individual, sino de la comunidad entera. Ello requiere el trabajo de todos, la solidaridad y la reciprocidad, como valores fundamentales y mecanismos de supervivencia.
- 3
Preparación para la acción
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Resulta clave estar listos frente a un desastre. A diferencia de los vecinos en El Panecillo, que querían ayudar pero sin saber cómo, la comunidad de Makipura sabía exactamente qué hacer. Es fundamental conservar y potenciar ese conocimiento comunitario.
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Alerta temprana
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Un incendio forestal se puede controlar con mayor éxito si se lo identifica en sus primeras etapas. Si ya está desatado es muy difícil. La red de vecinos y sus mecanismos de comunicación y alerta son cruciales para movilizar de manera oportuna la ayuda de todos.
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Capacitación y conciencia
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Muchos incendios se dan por prácticas humanas irresponsables, por lo que es imprescindible crear conciencia de su impacto ambiental, social y económico. Lo importante es hacerlo en la práctica. A una comunidad que reforesta, como por ejemplo Makipura, le duele en el alma cuando los arbolitos que sembraron se queman. Por eso los defienden.
El trabajo comunitario no reemplaza al Estado, pero es complementario y puede ayudar a prevenir desastres y construir muchas obras. Además, también construye identidad, respeto y amor al prójimo. Como sostiene el filósofo Yuval Harari, autor de la conocida obra Sapiens, la capacidad que tienen los seres humanos para colaborar entre ellos ha sido la base no solo para alcanzar la prosperidad, sino para enfrentar la adversidad.