Dato y Relato
Equivocaciones electorales e incertidumbre económica
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Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
Actualizada:
Los resultados de la primera vuelta electoral en el Ecuador desnudaron una larga cadena de equivocaciones de politólogos, encuestadores, periodistas y muchos analistas. De cara a la segunda vuelta, dejan una serie de lecciones, en medio de un clima económico de alta incertidumbre.
Triunfalismo: mal consejero
Muchos simpatizantes del gobierno anticiparon que era posible ganar en primera vuelta. Dicha expectativa estaba fundamentada en sondeos de opinión, interacciones de redes sociales y grupos focales que estimaron una ventaja de algo más de diez puntos porcentuales.
Jaime Durán, asesor de campañas políticas cercano al Presidente, vaticinó el triunfo de Noboa. Aunque veía difícil hacerlo en primera vuelta, esperaba una diferencia tan amplia que lo llevaría a ganar en la segunda.
Como es de conocimiento general, los resultados mostraron una realidad muy distinta: una mínima ventaja de Noboa sobre González 44,17% a 43,97%. En la política, como en el fútbol, el triunfalismo no es buen consejero: de una goleada esperada, se dio un angustioso empate.
Despiste de las encuestas
Una encuesta es solo una “foto” en un momento dado, y no pretende ser una predicción de los resultados electorales. Sin embargo, esta vez su despiste fue alarmante.
Algunas encuestadoras, percibidas con cierta proximidad al gobierno, como Ipsos, Comunicaliza e Informe Confidencial, dieron una ventaja a Noboa de entre once y cinco puntos porcentuales. Otras empresas, afines al correísmo, como la de Omar Maluk, previeron la victoria de González con márgenes de entre cinco y seis puntos porcentuales.
Todas apuntaron “fuera del pilche”. La segunda vuelta electoral llama a ser cautos y escépticos respecto de las encuestas, en especial de aquellas que se han presentado como “infalibles”.
Vergonzosa actuación del exit poll
Una equivocación insólita fue la encuesta a boca de urna o exit poll, un ejercicio que se hace con muestras mucho más amplias e inmediatamente después de haber votado, por lo que suele tener mayor precisión.
La empresa de Diego Tello, desconocida para muchos pero autorizada por el CNE para hacer dicha encuesta, anunció tempranamente un triunfo de Noboa con ocho puntos porcentuales de ventaja sobre González.
¿Qué explica tal incompetencia? Buena pregunta. Un exit poll bien diseñado debió haber detectado la cercanía de los resultados, y la empresa tenía que abstenerse de presentarlos.
El expresidente Correa advirtió el desacierto del exit poll oficial y dio sus propios números: González iba a estar adelante con seis puntos de ventaja. También estuvo “fuera del pilche”.
Ni uno ni otro se acercó a la realidad. Para la segunda vuelta, el CNE deberá ser muy cuidadoso con la autorización para hacer encuestas a boca de urna, pues de lo contrario puede perder credibilidad.
Los políticos y las encuestadoras serias también deberían actuar con mayor cautela a la hora de hacer anuncios públicos sobre resultados sin sustento técnico.
Analistas de redes offside
Con la masificación del uso de redes sociales, es conveniente complementar las encuestas tradicionales con el análisis de la tendencia y el tono de las “conversaciones” en las diferentes plataformas digitales.
Sin embargo, los analistas de redes sociales también estuvieron offside. Según compartió Gonzalo Ortiz en PRIMICIAS, la empresa Péndulo Estratégico contabilizó 868,8 millones de interacciones de Noboa (25,2 millones favorables), frente a 404 millones de Luisa (10,4 millones favorables). Ello fue calificado como una paliza.
La realidad mostró las limitaciones de este tipo de análisis, lo que obliga a ser más prudentes de cara a la siguiente etapa del proceso electoral.
Malinterpretación del “techo” anticorreísta
Varios estrategas políticos, que vaticinaron el triunfo de Noboa, argumentaron la existencia de un sentimiento anticorreísta muy fuerte, que le impediría a Luisa González superar un “techo” de alrededor del 35% en la primera vuelta.
Se pensó que muchos ciudadanos, aun cuando no estuviesen de acuerdo con el Presidente, votarían por él para evitar un retorno de Correa. Los resultados mostraron que el techo se movió a un 44%, lo cual un sector interpretó como un triunfo de González.
Algunos analistas, como Martín Pallares y Roberto Aguilar, han planteado el surgimiento de un fenómeno nuevo: el antinoboísmo. Muchos electores habrían votado por González, en rechazo a posiciones y actitudes del presidente Noboa.
Así, y de manera penosa para el país, la segunda vuelta electoral se definiría entre qué pesa más: el anticorreísmo o el antinoboísmo.
Una campaña tóxica
En general, las campañas políticas no son agradables ni esperanzadoras, pero esta parece que será especialmente tóxica. El país está polarizado y las estrategias están apuntando a desacreditar al adversario e infundir miedo.
Una de las facciones acusará a la otra de encarnar el retorno de la corrupción y la impunidad, la complicidad con el narcotráfico, la venezolanización del país y la desdolarización.
La otra facción le devolverá el cumplido y aseverará que su contrincante afianzará a la oligarquía, las veleidades de niño rico, el atropello a las leyes, y el abuso contra los derechos humanos.
Los asesores políticos de ambas campañas estarán intrigando cómo golpear más feo al otro para ganar la presidencia. Quien meta más miedo, gana.
Sin embargo, quien pierde es el país: una estrategia destructiva como esta agudizaría la polarización y haría más difícil llegar a acuerdos básicos para recuperar la confianza y enfrentar la profunda “policrisis” económica, social, energética y de seguridad.
“Es la economía (y la seguridad), estúpido”
Algunos recordarán al estratega del expresidente Bill Clinton, el demócrata James Carville, que acuñó la frase “It's the economy, stupid”. Se refería a las motivaciones que guían a los electores en las urnas: si la situación económica es mala, buscarán un líder que les ofrezca soluciones.
En el contexto ecuatoriano actual, a esta frase deberíamos agregar la palabra “seguridad”, dada la grave situación de violencia que es la principal preocupación de los ecuatorianos.
El contexto económico del país es crítico. Varios organismos multilaterales y consultoras advirtieron sobre el panorama desalentador en 2024, con tasas de crecimiento del PIB de entre -0,4% y -1%.
La más reciente estimación de Proestudios, empresa que calcula un índice precursor de la actividad económica, es incluso más pesimista con una caída de -2,2%. En la región, solo Argentina y Haití tienen peores resultados que Ecuador.
La pobreza se incrementó de 25,2% en 2022, a 28% en 2024. En dicho período, el empleo adecuado cayó de 36% a 33%, mientras que la informalidad subió al 58%, un nivel incluso superior a los años de pandemia.
Gane quien gane las elecciones, una de las prioridades deberá ser reanudar el crecimiento económico, generar empleo de calidad y reducir la pobreza. Ello requerirá crear las condiciones para reactivar la inversión privada, que en 2024 cayó en -6,6%.
Con igual urgencia, la violencia y el auge del crimen transnacional requerirán de una acción concertada e integral de todas las fuerzas políticas, de seguridad y ciudadanas del país.
La economía y la inseguridad están mutuamente interrelacionadas: una recesión no es propicia para generar empleo e ingresos, lo cual crea un campo fértil para las actividades criminales. Y un ambiente de violencia no crea las condiciones para invertir, consumir y salir de la recesión.
En consecuencia, reactivación económica y la recuperación de la tranquilidad ciudadana van de la mano y tendrán que abordarse de manera simultánea y prioritaria por el nuevo gobierno.
La dura realidad
Las ofertas de campaña para atraer electores son múltiples, pero muchas no son consistentes con una dura realidad, en medio de alta incertidumbre externa y condiciones fiscales precarias.
A diferencia de lo ocurrido entre 2007 y 2017, la expansión fiscal está severamente restringida. No hay fondos de estabilización para echarles mano y sería ilegal —y muy peligroso para la dolarización— acudir al financiamiento del Banco Central.
Tampoco se pueden esperar mayores precios del petróleo y productos primarios. El espacio para mayor endeudamiento público es mínimo o inexistente. Más bien, la próxima administración deberá enfrentar obligaciones gigantescas.
Entre 2025 y 2028, tendrá que amortizar deuda externa por USD 15.780 millones y USD 8.489 millones por deuda interna, además de intereses por más de USD 13.500 millones. El servicio total de la deuda pública (amortización más intereses) ascenderá a un promedio a USD 9.442 millones, es decir alrededor del 7% del PIB.
Esta situación es una consecuencia del manejo laxo de las finanzas públicas desde 2007. Si la próxima administración quiere corregir esto, deberá cerrar el grifo fiscal, y enfrentar además algunas bombas de tiempo como la crisis de la seguridad social.
¿Acuerdos políticos?
Una campaña de miedo y desprestigio de los dos bandos exacerba la incertidumbre, amenaza la dolarización, y no conduce a la reactivación económica, la prosperidad y la paz.
Los desafíos son de tal magnitud, que deberían llevar a un debate de propuestas y de construcción de gobernabilidad, sobre la base a un acuerdo político mínimo. ¿Será posible?