Dato y Relato
Medio millón de dólares por cada año de soledad
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
Actualizada:
No soy colombiano ni crítico literario, pero soy latinoamericano y, sobre todo, soy Buendía, por lo cual me identifico de manera muy particular con Gabriel García Márquez y su obra cumbre, 'Cien años de soledad'. Con dichas credenciales, me atrevo a escribir estas líneas sobre la nueva serie.
El pasado 11 de diciembre, Netflix estrenó la tan esperada producción basada en la novela mágica que llevó al Gabo a ganar el premio Nobel de Literatura en 1982. En pocos días, la serie ha desatado una ola de pasiones y controversias en el mundo.
Es el proyecto más ambicioso y complejo que Netflix ha emprendido sobre América Latina. Se constituye en un hito por su producción y su calidad. La serie se ha convertido en la más vista en Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, México, y Venezuela, entre otros.
Es el programa número dos en Ecuador y ha entrado entre los 10 más vistos en países como España, y otros, más lejanos culturalmente, como Países Bajos, Bélgica, Croacia, o Polonia.
En general, la crítica de expertos y profanos ha sido favorable. Uno de los más entusiastas, el escritor colombiano Gonzalo Mallarino, opina que la serie tiene la misma estatura cinematográfica que los filmes de Pier Paolo Pasolini.
De manera complementaria, recomiendo el podcast de Diana Uribe, que hizo un relato delicioso de lo que esta producción significa para Colombia y para nuestra región. La calificó como “un canto de amor a García Márquez y a nosotros”.
Entiendo que llevar una novela icónica a la pantalla cinematográfica es un desafío gigante. Algunos críticos han señalado que ni siquiera van a mirar la serie para no desacralizar la obra. Se cita al propio García Márquez en su momento se habría opuesto a llevar su texto al cine.
María Jimena Duzán explica las complejidades del proyecto en una conversación con tres personas clave: Rodrigo García Barcha, hijo del 'Gabo'; Francisco Ramos, vicepresidente de contenidos de Netflix; y la codirectora, Laura Mora, quien dirigió la película colombiana 'Los Reyes del Mundo', ganadora del Festival de San Sebastián.
Por fortuna, este grupo de visionarios superó las aprehensiones y los prejuicios de algunos intelectuales e hizo posible esta producción, a partir del unánime respeto por el libro. La serie me ha conmovido y me ha enorgullecido, no solo por llevar el apellido Buendía, sino por ser parte de esa generación que vivió la épica historia de Macondo. Espero ansioso la segunda temporada.
Gracias a esta nueva producción, José Arcadio, Úrsula, Aureliano y tantos personajes inolvidables llegarán al gran público y seguramente muchos jóvenes y otros tantos que no tuvieron la oportunidad de leer al Gabo ahora talvez se animen a hacerlo.
Por supuesto, no han faltado las críticas, algunas de ellas ácidas. El escritor español y ganador del Alfaguara 2024, Sergio del Molino, afirma que “la serie es horrorosa, un interminable anuncio de café…No hay un alma ni una voz detrás, y eso hace que desbarranque desde la primera secuencia y no haya forma de que vuelva a enderezarse. Después de verla, lo mejor es volver al libro de García Márquez”.
Detrás de la crítica de Molino, está la clásica tensión entre los libros y las películas basadas en ellos. Se refleja hasta en memes:
Conversación de dos ratones en la cinemateca nacional:
- “¿Qué comes?”, pregunta uno de ellos.
- “Lo que el viento se llevó”, contesta.
- “¿Y qué tal?”, insiste.
- “¡Me gustó más el libro!”, termina.
Orlando Oliveros explica muy bien dicha tensión cuando señala que la literatura, el cine y la televisión poseen códigos de representación muy distintos entre sí. Resulta imposible, dice, que una serie sea idéntica a la novela que la engendra. Por tanto, puede tener seguidores y detractores.
Es comprensible. La clave es no juzgar a un género con los códigos de otro: son dos lenguajes distintos. O como el filósofo Cantinflas lo expresó de manera más clara: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Entender esas diferencias es fundamental. Según el escritor Ricardo Silva, obras maestras como 'Cien años de soledad' están destinadas a ser recreadas y desacralizadas de múltiples maneras. Es una manifestación de su gloria, que debemos aceptar y apreciar.
Más allá de las controversias literarias, permítanme terminar con algo incontrastable y que está más cerca de mi área de experticia: el impacto económico que esta serie ha tenido en la economía colombiana y, en particular, en la región de Tolima donde se filmó.
Según datos de Netflix, hasta la fecha, el proyecto ha generado ingresos de USD 52 millones para Colombia. Toda la producción se realizó en el país, con talento e infraestructura nacionales. Generó alrededor de 900 empleos directos y muchos más indirectos.
Se filmó en el pequeño municipio de Alvarado, en el Departamento del Tolima, muy cerca de Ibagué. En casi 60 hectáreas de terreno, se recreó el mítico pueblo de Macondo y su transformación desde una pequeña aldea hasta un precioso pueblo colonial-republicano.
La riqueza y delicadeza de la ambientación y el vestuario se debió en buena parte al trabajo de 150 artesanos y cientos de proveedores locales. Requirió una inversión y creatividad impresionantes. También dio mucha exposición a músicos colombianos históricos, como los gaiteros de San Jacinto y Puerto Candelaria.
Un dato anecdótico: durante la producción, toda la oferta hotelera de Ibagué y sus alrededores estuvo colmada. Se informó que generó 100.000 noches de habitación, lo que equivale a tener ocupación plena de todos los hoteles -y moteles, como ocurrió en Cali durante la COP16- durante 40 días seguidos.
Por último, este proyecto es un buen ejemplo que la inversión en cultura no solo tiene un impacto económico positivo, sino incalculables efectos en la construcción de identidad nacional y, en este caso, latinoamericana: son cien años de historia de seis generaciones de una familia que podría venir, en esencia, de cualquier país de la región.