Contrapunto
Con la Sinfonía del Adiós de Haydn se apaga Contrapunto
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Las primeras palabras de este último artículo son para agradecer a todos los lectores y melómanos de PRIMICIAS que me acompañaron durante cinco años en este espacio dedicado casi por completo a los grandes maestros de la música y a sus obras inmortales.
Contrapunto, el nombre de este segmento, fue una idea de la primera Editora General que tuvo Primicias, María Teresa Escobar; el primer artículo fue publicado el 15 de febrero de 2020 con el título: ‘Comenzó el año Beethoven en la Casa de la Música’.
Así me deban la bienvenida junto con el primer artículo: “En PRIMICIAS vamos a hablar de música clásica. Y para hacerlo, damos la mejor de las bienvenidas a Fernando Larenas (@flarenasec), quien desde ahora es parte de la sección Firmas y Análisis”.
Hasta entonces este diario online llevaba poco más de un año y ya se perfilaba como una de las principales plataformas digitales por su seriedad, su pluralismo frente al debate de las ideas y un periodismo responsable, comprometido con la verdad.
En relación con el artículo, ni María Teresa, ni yo, ni nadie imaginamos que ese sería también el año de inicio de la pandemia por el coronavirus y que el año Beethoven duró apenas un par de semanas por causa del obligado confinamiento.
En el mundo se habían iniciado los homenajes por los 250 años del nacimiento del que es considerado el mayor músico de la historia: Ludwig van Beethoven (1770-1827). En nuestro país, la Casa de la Música y la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE) habían planificado tocar todas las sinfonías y los cinco conciertos para piano, sonatas, oberturas, una fantasía coral y, para el cierre del año, la monumental Sinfonía 9, opus 125.
Un repertorio que contaría con los mejores solistas ecuatorianos en los conciertos para piano y el único de violín que compuso el maestro alemán. Algo se hizo vía Zoom, nada más, porque el ánimo de celebración se derrumbó, la epidemia arrasaba con enormes conglomerados humanos y la incertidumbre se apoderaba de la sociedad.
Para muchos la música y la literatura fueron el principal escape de la peste y esta columna editorial nunca dejó de publicarse y de retroalimentarse con las ideas de los lectores que aportaban diversos temas, algunos insólitos, acerca de las obras y la vida de los grandes maestros.
Recorrimos gran parte del Barroco con Bach y Haendel, el clasicismo con Mozart y Haydn, todo el romanticismo, incluso el ocaso de ese fructífero período de la música hasta llegar al siglo XX cuando se produjo una revolución modernista con Mahler, Richard Strauss, Stravinski, Schostakóvich.
Influenciado por el maestro Álvaro Manzano (1955-2022) presenté en este espacio las principales obras de Schostakóvich, además de sus conflictos personales y confrontaciones con el régimen estalinista (Sinfonía 5), el acoso nazi a Leningrado (Sinfonía 7), las censuras a sus óperas Lady Macbeth y La nariz o la Sinfonía 13 Babi Yar (Barranco de la Abuela), un grito de protesta por la masacre de más de 30.000 judíos en la Kiev de la Segunda Guerra y la Sinfonía 10 (del deshielo).
Después de muchas horas, días y meses de revisar las corrientes musicales de mediados de ese siglo llegamos incluso a la Segunda escuela de Viena o la música atonal y dodecafónica con Schönberg, Webern y Berg, también al minimalismo expresado por Glass y Steve Reich o la electroacústica de Stockhausen, más la extravagancia e ironía de John Cage.
Con las sugerencias de los lectores fuimos más allá de las óperas de Wagner y de Verdi, nos metimos en la lírica francesa e inglesa, incluso en la del siglo XX. Para despedirme lo haré con una reseña de una obra de Haydn, de quien también destacamos sus grandiosos oratorios: La Creación y Las Estaciones.
La Sinfonía 45 del Adiós o de los Adioses en fa sostenido menor fue compuesta en 1772 por el austríaco Joseph Haydn (1732-1809) para su patrón, el príncipe Nicolás Esterházy. Durante un verano prolongado que causaba molestias en la treintena de músicos de la orquesta, ellos querían regresar a sus casas a ver a la familia y se produjo una rebelión.
Apresuradamente, la Sinfonía fue modificada para transmitir un mensaje de protesta. En el último movimiento adagio los músicos terminaban de tocar, recogían sus particellas, apagaban la vela junto al atril antes de abandonar el escenario. Incluso sin director, al final solo sonaron dos violines, el del propio Haydn, y el del maestro Luigi Tomasini.
El príncipe entendió el mensaje, “es hora de partir”, dijo, los músicos al día siguiente se fueron a sus casas; el hecho fue interpretado como una inédita reivindicación laboral y un testimonio de las precarias condiciones en las que vivían los músicos de entonces.
Sí, es hora de partir, “sin música, la vida sería un error”, había manifestado Friedrich Nietzsche, uno de los grandes filósofos, poetas, compositor, amigo y después enemigo declarado de Richard Wagner. La prosa de Nietzsche inspiró al alemán Richard Strauss para una de sus obras más brillantes: ‘Así habló Zaratustra’.
Historias de pasión y odio fueron frecuentes en este espacio o las anécdotas increíbles tras la muerte de Chopin y sus dos deseos: que su corazón sea llevado a la Varsovia ocupada por los rusos y que en su misa se interprete el Réquiem de Mozart, pero con castrati porque en las iglesias no podían cantar mujeres.
O el mayor escándalo en torno a la música ocurrido en París durante el estreno del ballet ‘La consagración de la primavera’, de Igor Stravinski; los intentos suicidas de Tchaikovski, la sífilis que amenazó siempre a la mayoría de los maestros, la demencia de Schumann y el papel de las mujeres, como las hermanas Boulanger en Francia, Clara Wieck (esposa de Schumann), Fanny Mendelssohn (hermana de Félix) y María Anna, la hermana de Mozart.
Las investigaciones nos llevaron a la conclusión de que la música no era una opción para las mujeres, porque la sociedad troglodita de entonces consideraba que solo los hombres podían escribir partituras, a ellas solo se les permitía interpretar la música.
En el espacio no fueron expuestos todos los temas, sí los más interesantes, los que nos aproximaron a la necesidad y a la curiosidad del lector, de los melómanos y los diletantes. Gracias por todo, feliz año 2025 y ¡hasta siempre!