Contrapunto
La melancolía de Ravel en su ‘Pavane pour une infante défunte’
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Si hubo un músico original para titular sus composiciones ese fue el francés Maurice Ravel (1875-1937), autor de música para piano, sinfonías, poemas sinfónicos, incluso una única ópera ‘La hora española’ y su, además de exclusivo, original ‘Bolero’.
Cuando en 1899 estrenó ‘Pavane pour une infante défunte’ lo primero que llamó la atención de la crítica fue el título que el mismo músico se apuró para explicarlo o mejor dicho para decir que no le hagan caso porque “no es lo que se imaginan”.
Escrita originalmente para piano solo (la orquestación llegaría en 1911), el curioso título fue comentado así por el mismo Ravel:
“No hay que dar importancia al título, lo elegí sólo por sus cualidades eufónicas”, es decir, por su sonoridad agradable o de la acertada combinación de los elementos acústicos de las palabras o por su armonía o musicalidad: "c'est tout”, (eso es todo).
Herbert Glass en LA Phil anota que no hay que dramatizar, no se trata de un lamento fúnebre por una niña muerta, sino una evocación de la pavana, un baile señorial de la corte española del siglo XVI.
Otros títulos que llaman la atención en la obra de Ravel son el ‘Concierto para piano para la mano izquierda’, ‘Balada de la reina muerta de amor’, ‘Serenata grotesca’, ‘Doña Ana tocando la espineta’, ‘De la Anna que me arrojó nieve’, ‘Mi madre la gansa’.
Recuerdo que en 2012, el escritor español Arturo Pérez-Reverte escribió la novela ‘El tango de la guardia vieja’, era la historia de un músico que viajaba para inmiscuirse en los arrabales bonaerenses para escribir un tango similar a los que cantó y compuso Gardel.
Un interlocutor lo increpaba por qué recurrir a esa música ya superada por los mismos tangos que se compusieron después de Gardel. El músico-escritor respondía: “pero si Ravel fue capaz de componer un bolero por qué yo no podría hacer lo mismo con un tango arrabalero” (la cita no es textual del libro, proviene de la memoria).
‘Pavane pour une infante défunte’ fue traducida al inglés como ‘Pavane for a Dead Princess’, pero LA Phil la encuentra absolutamente innecesaria siguiendo la misma sugerencia de Ravel de un título que contenga eufonía.
En español hay algunas posibilidades, como la que ofrece el Google traductor: ‘Pavana para una infanta fallecida’, pero la que se acomoda mejor la obtuve de una profesional graduada del colegio La Condamine: ‘Pavana para una princesa muerta’.
Nacido en la región vasca de España, Ravel fue llevado a París con apenas cuatro meses de nacido, pero siempre registró al país ibérico en varios temas musicales, como la citada ópera en un solo acto.
Con la infanta difunta pretendió Ravel evocar los pasos de una danza melancólica que fue muy popular en España.
Una pavana, anota PIANIO.blog, “tiene funciones tanto religiosas como sociales representadas en una danza lenta y majestuosa; en este caso, es como si el oyente hubiera sido transportado a una corte real de siglos pasados”.
La misma fuente dice que la obra es popular por sus exuberantes armonías y su enorme pasión y que “esta pieza ha cautivado al público durante más de un siglo”. Demuestra la capacidad de Ravel para evocar emociones en el oyente debido a su hermosa y suave transición entre sus dos áreas contrastantes.
Ravel se la dedicó a la princesa de Polignac o Winnaretta Singer, la mecenas que heredó las máquinas Singer Corporation; y apoyó la música y a los autores franceses de la época como Gabriel Fauré, Emmanuel Chabrier y la famosa Nadia Boulanger.
El musicólogo Alex Ross, en ‘El ruido eterno’, señala que el músico francés en su brillante carrera recurrió a un arsenal considerable de material folclórico español, vasco, corso, griego, hebreo y japonés.
Considerado como el músico más puramente francés entre todos los compositores de Francia era en realidad “una suerte de híbrido cultural, en parte vasco y en parte suizo; sus orígenes vascos tuvieron una gran influencia en su imaginación.
El mismo autor narra que el músico español Manuel de Falla pensaba que las obras de tema español de Ravel “mostraban el hispanismo sutilmente auténtico de nuestro músico”.
En la mayoría de las obras para piano creadas en la primera década del siglo XX “Ravel llevó a cabo una especie de revolución de terciopelo, renovando el lenguaje de la música, sin por ello perturbar la paz”, subraya Alex Ross.