Contrapunto
La lucidez musical y un homenaje a Celia Zaldumbide Rosales
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Alguna vez en una entrevista el maestro Álvaro Manzano contaba, a modo de anécdota, que reunió a las orquestas sinfónicas de varias ciudades ecuatorianas y lo que más preocupaba a algunos músicos, decía, era quedar ubicados en las primeras filas, es decir que su presencia se luzca frente al público.
Coincidencia o no, la destacada filántropa y pianista Celia Zaldumbide Rosales (1926-2014) destacaba que lo esencial para lograr una excelente sonoridad y una técnica en la interpretación es necesario “ser lúcida” y no lucirse.
Así veía y apreciaba la música doña Celia, que durante su vida becó a talentosos y jóvenes músicos ecuatorianos para que estudien en otros países con la idea de que regresen al Ecuador y difundan sus conocimientos.
Fueron decenas de músicos que la Fundación Celia Zaldumbide Rosales envió a estudiar a países extranjeros, donde las artes están más desarrolladas y la música tiene una importancia superlativa.
El 2 de agosto 2024 se cumplió una década del fallecimiento de esta mujer que dejó un legado importante de toda su obra, sus colecciones de arte, partituras, pinturas, pianos y libros en su casa patrimonial del barrio La Mariscal.
La frase de doña Celia fue recordada por el pianista ecuatoriano Samir El Ghoul, que el 27 de agosto de 2024 ofreció un recital de piano en la Villa Celia, sede de la Fundación, con obras de Messiaen (Cloches d’angoisse et larmes d’adieux), Scarlatti (Sonata en si menor), Shostakovich (Preludio y Fuga VI), Granados (La maja y el ruiseñor), Sibelius (Valse triste), Ravel (Pavana para una infanta difunta) y Elgar (Salut d’amour).
En un artículo publicado en El Comercio y firmado por Celia Zaldumbide, que resumía un recital de piano de Roberto Bravo en Quito, en la parte pertinente se lee: “una suntuosa sonoridad y una técnica que en verdad nos trae al recuerdo del gran Arrau, siempre lúcida antes que lucida”.
En realidad, dice Samir El Ghoul a Primicias, esa fue una frase célebre que “me cambió la vida. Celia es (fue) lúcida y no lucida, eso puede cambiarle la química del cerebro a cualquier pianista joven; mi relación con ella parte de allí, con esa famosa frase que escribió”.
He intentado, afirma el pianista, que esa sea “mi línea de vida”, pese a que nunca la oyó decirla así tal cual, con esas palabras, pero la vida de ella fue sobre todo lucidez.
No fue solo eso, al final del recital de Bravo en la Villa de La Mariscal subieron al escenario algunos jóvenes músicos, algunos estudiaban en Guayaquil en el Conservatorio Antonio Neumane, entre ellos estaba Samir El Ghoul.
Como si fuese una profecía, doña Celia se refirió a uno en especial: “Samir es su nombre, se hará conocer cuando se dedique a estudiar profesionalmente”. Tiene, decía, “una sensibilidad fuera de lo común”. De Quito hablaba de las grandes posibilidades de Boris Cepeda y de Washington García.
La noche del martes en la Villa Celia se repletaron los salones con la presencia de personajes de la cultura y de la música para ver el recital del pianista que estudió en Estados Unidos, en Rusia y que tiene a Francia entre lo mejor sus 21 años vividos fuera del Ecuador.
La lucidez para abarcar varios períodos de la música a través del piano fue muy notoria desde que El Ghoul optó por un programa variado, pero coherente, con compositores de varios países de diferentes épocas y con dos franceses: Olivier Messiaen y Maurice Ravel.
Con Ravel pensaba cerrar el programa e interpretar una de sus obras más destacadas: 'Pavane pour une infante defunte', creada precisamente para piano y orquestada después de una década tal como se anotaba en Primicias el 3 de agosto de 2024.
Pero prefirió cerrar con 'Elgar' y un tema un poco más liviano comparado con las otras obras interpretadas. Es que el piano a través de sus teclas es uno de los instrumentos de mayor sonoridad, capaz de desatar emociones fuertes si es que se lo toca con esa fuerza y serenidad logradas por El Ghoul en el caso de la obra de Sibelius.
El 'Valse triste' fue una obra escrita por el finlandés para orquesta: el mismo compositor arregló una versión para piano que si se lo toca como lo hizo Samir El Ghoul resulta trepidante, tal como lo sintió el público en la Villa Celia.
Las notas más agudas logradas con las teclas negras permitieron al pianista una interpretación de fantasía en la obra de Granados ‘La maja y el ruiseñor’, en tanto que la obra de Sshostakovich simplemente mostró que mucho más allá de sus magistrales obras sinfónicas el ruso sabía cómo aprovechar los mejores recursos del piano.
En lo personal la 'Sonata en si menor' de Scarlatti, uno de los mayores representantes del barroco de Italia y Europa fue simplemente una sorpresa por su contenido clásico que mucho más tarde se consolidaría con Haydn y Mozart.
La variedad del repertorio:
- Sir Edward Elgar (1857-1934), contemporáneo británico
- Olivier Messiaen (1908-1992), modernismo/contemporáneo francés
- Doménico Scarlatti (1685-1757), barroco italiano
- Dmitri Shostakovich (1906-1975), modernismo/contemporáneo ruso
- Enrique Granados (1867-1916), modernismo/contemporáneo español
- Jean Sibelius (1865-1957), romanticismo finlandés
- Maurice Ravel (1875-1937), modernismo/contemporáneo francés