Contrapunto
La fascinación por la tragedia en algunas obras sinfónicas
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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En una ópera, generalmente basada en dramas es más fácil descubrir la tragedia por intermedio de las voces y el libreto; pero en una sinfonía, que no tiene palabras, algunos compositores como Schubert, Mahler, Bruckner o Tchaikovski fueron los mayores exponentes de contenidos trágicos.
Incluso Franz Schubert (1797-1828) y Gustav Mahler (1860-1911) denominaron trágica a por lo menos una de sus sinfonías porque, en el caso de Mahler, la descripción de la tragedia estuvo presente en más de una obra.
Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) tuvo dos grandes momentos musicales en su vida como compositor: la de la alegría en sus célebres ballets como el Cascanueces o el Lago de los Cisnes o la tragedia en su sexta sinfonía que todos conocemos como Patética.
La 'Sinfonía Trágica' de Schubert es la número 4, en do menor D. 417 y fue compuesta en 1816 cuando el músico solo tenía 19 años y la escribió en una tonalidad menor, al igual que la Inconclusa, catalogada con el número 8.
Es una obra apasionante que resalta las virtudes compositivas del músico austríaco que hasta antes de esa composición estaba influenciado por Mozart y Haydn, pero no dejaba de asombrarse por lo que hacía Ludwig van Beethoven (1770-1827).
Tal como ocurrió con la mayoría de las sinfonías que escribió Schubert, la Trágica fue estrenada en Leipzig 20 años después de su muerte.
En un análisis muy exhaustivo de esta sinfonía LA Phil es muy cauta sobre el carácter trágico que le atribuyó el compositor. “El sobrenombre parece juvenilmente auto dramático más que justificado por lo que escuchamos”, anota la crítica.
El movimiento lento, sigue el análisis, es bastante largo para los estándares del joven compositor y es una maravilla porque brilla con una gracia lírica tristemente dulce que es “schubertiana hasta la médula”.
A los 19 años Schubert aspiraba a algo más que ser profesor de música en la escuela de su padre en Viena; quería ascender a maestro en una reputada escuela de música alemana, pero no lo consiguió.
Ese podría ser el motivo según LA Phil para que el músico deposite en esta sinfonía ese aire de tragedia, pero no volvería a escribir nada parecido. De hecho, a lo que más se dedicó fue a escribir lied, cerca de mil según algunos historiadores.
Mucho más motivo para la tragedia tuvo Mahler en su Sinfonía 6 en la menor, compuesta en los veranos (la época en la que se dedicaba a escribir sus obras) de 1903 y 1904 cuando sus composiciones comienzan a tomar otros rumbos más personales.
La sexta sinfonía es según los musicólogos la única que finaliza de manera inequívocamente trágica, al contrario de las que terminan de manera triunfante: primera (Titan), segunda (Resurrección), tercera, quinta, séptima y octava (De los mil).
El otro aspecto que llama la atención de los musicólogos es que en los veranos que escribió la sinfonía trágica su vida aún estaba colmada de felicidad y su matrimonio con Alma Schindler todavía parecía un cuento de hadas.
Pero los tres golpes de martillo (algunas orquestas solo lo tocan dos veces) en el movimiento final algunos lo interpretan como una señal premonitoria de lo que vendría a continuación, incluida la muerte de su hija María o Putzi, a los cuatro años.
El diagnostico de una severa enfermedad cardíaca que fue la principal causa de su muerte en 1911, más su salida intempestiva de la Filarmónica de Viena fueron otras de las tragedias que siguieron a la composición de su sexta sinfonía.
Los sentimientos de desesperación son coincidentes en las dos sinfonías que llevan el número 6: la de Mahler y la de Tchaikovsky. En el caso del compositor ruso su muerte llegó pocos días después del estreno de esa obra, a Mahler todavía le quedaban varios años de tragedia.
Anton Bruckner (1824-1896) tituló Trágica a su Sinfonía número 8 en do menor que según los críticos fue la “sinfonía de las sinfonías” o la cumbre del romanticismo y la más difícil de interpretar para las orquestas.
Dmitri Shostakovich (1906-1975) a través de su música expresaba lo que políticamente significaba trabajar bajo un gobierno totalitario como el de Stalin, que hasta controlaba los contenidos musicales.
Shostakovich fue capaz de describir el acoso bélico nazi a su país en su sinfonía 7, conocida como Leningrado o la masacre de judíos en las afueras de Ucrania, en la que se basó su sinfonía número 13 Babi Yar.
Hector Berlioz (1803-1869) escribió su Sinfonía Fantástica opus 14, denominada también ‘Episodios de la vida de un artista’, inspirada en un drama romántico con la actriz shakesperiana Henrietta Smithson, a la que amaba locamente.
Los historiadores anotan que esa sinfonía fue escrita bajo la influencia del consumo de opio por parte del compositor francés y se constituye en un relato autobiográfico.