Contrapunto
Brahms, Grieg, Schumann, los mejores conciertos para piano y orquesta
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Este último capítulo, dedicado a los conciertos para piano y orquesta podría resumirse en pocas palabras: Mozart escribió 27, Beethoven cinco, entre ellos el quinto denominado 'Emperador', muy popular entre los melómanos; y con esa premisa podríamos decretar el fin del debate.
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Pero sería una conclusión simple, por eso recurrí a uno de los más destacados pianistas ecuatorianos, Samir El Ghoul, un músico con estudios en Rusia, Francia, Alemania, quien ha tocado en varios países ofreciendo recitales para piano solo y también para orquesta.
La entrevista de PRIMICIAS al pianista me permitió aclarar una duda acerca de los dos conciertos escritos por el alemán Johannes Brahms (1833-1897). Para Samir no hay mucho que discutir, el opus 83, número 2 (aquí una versión en YouTube con Barenboim y Celibidachi) “encabeza mi lista de obras favoritas para piano y orquesta”. Este concierto lo escribió casi dos décadas después del número 1, en re menor, opus 15.
También cree que el tercer concierto de Sergei Prokofiev (1891-1953) es “una joya arquitectónica” y que el de piano, orquesta y cuerdas del alemán Alfred Schintke “es una obra vidente, una revelación”.
Pero no es todo, Samir El Ghoul mencionó a una pianista letona, Lucija Garuta (1902-1977), quien debería llevarse con creces los lauros y explica que su único concierto para piano y orquesta “es colosal y no obstante relegado”.
No podía faltar en la entrevista la mención al pianista noruego Edvard Grieg (1843-1907), el autor de la suite Peer Gynt, que escribió su único concierto para piano (Rubinstein en YouTube) en la menor, opus 16, tal vez influenciado por el de Schumann.
El alemán Robert Schumann (1810-1856), recuerda Samir, tiene un único y célebre concierto para piano y orquesta (Argerich en YouTube), que entre los melómanos goza de una amplia aceptación. Otros músicos que optaron por un concierto para piano: Rimsky-Kórsakov, Jules Massenet, Reynaldo Hahn, André Joliet y Arnold Schoenberg.
“Pero si hablamos de composición pianística en términos generales está Franz Liszt, su catálogo de obras para piano es interminable”, sostiene El Ghoul. En la primera parte de la entrevista hubo una omisión mutua: Rachmaninoff, pero la explicación va al final del texto.
(Mi criterio es que hubo otra omisión: Concierto para piano número 2 de Camille Saint-Saëns).
El músico advierte una enorme diferencia entre los conciertos de los siglos XIX y XX. La capacidad de composición no se detuvo en el XX, “fueron los momentos históricos que cambiaron y con ellos las necesidades que rigieron las búsquedas de estéticas”.
Prefiere no mencionar al polaco Frederick Chopin (1810-1849) y reflexiona acerca del alcance a largo plazo de una obra musical; “hay compositores otrora puestos en pedestales que hoy podrían estar sufriendo temblores (…) lo que fue válido ayer no tiene por qué seguir siéndolo hoy”, con el perdón de Chopin “a quien en realidad sigo amando”.
¿Por qué el piano genera tantas pasiones? “Suelo pensar en el hecho de que el piano, por su forma y estructura, es simple: madera y metal, dos elementos atávicos, primigenios, que deberían conducir a una expresión muy pura. Es uno de los pocos recursos que nos quedan para reconectarnos con lo esencial, siempre que aquella reconexión sea la meta, de no ser el caso, es apenas un objeto que representa opulencia y falsedad”.
La escuela pianística rusa ha hecho las cosas muy bien. Se dijo que con la caída del comunismo había decaído (pero) siguen arrasando. “La atmósfera del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú es sobrecogedora. Lo constaté en 1997 cuando ingresé a esta institución y lo corroboré entre 2013 y 2019 durante mis numerosas visitas”, se explaya el músico.
Añade que Austria es un país que protege su Santo Grial: ¡cuánta música le ha dado al mundo! Alemania podría observarse con otra lupa, no es su magnífica producción musical a través de los siglos lo que se debate, sino el efecto que el desenlace de la guerra tuvo en la conciencia colectiva, y en la manera en que el patrimonio cultural propio es apreciado hoy en día.
En Latinoamérica Chile, Brasil, Argentina, Venezuela, en el siglo XIX e inicios del XX, enviaron al mundo a verdaderos ¡colosos! Los grandes maestros del Conservatorio de París quedaron estupefactos durante la audición de la venezolana Teresa Carreño (14 años), quien hizo gala no solo de un talento sobrenatural, sino de una insolencia que encantó y cautivó; el Arrau chileno a los 9 años, cautivo y esclavo de un régimen de formación pianística en una Alemania esplendorosa y vibrante. Y la lista continúa, entre otros, con Argerich y Barenboim de Argentina.
Concluyamos con Rachmaninoff, cuyo primer concierto “es una obra espléndida; charlé con un pianista de carrera internacional, me contó que tenía que tocar en España el concierto Nro. 1. Luego de 15 años lo estaba desempolvando y estaba feliz, porque era una maravilla. Si este concierto no tuvo o no tiene el éxito que merece, es una simple casualidad”.
Me pregunto si el segundo y el tercero ¿habrían tenido tanto éxito de haber sido compuestos 10 años más tarde, cuando la atonalidad, el cromatismo, la dodecafonía, entre otras formas de escritura, estaban ya enraizadas? “Rachmaninoff escribió su música a tiempo”, afirma Samir.
El número 3 lo tocan (a pesar de lo pantagruélico) incluso a temprana edad. “Este concerto es una carta eficaz en los grandes concursos de piano. Si su ejecución es óptima, levanta un teatro entero. Es un concierto de excesos. Si el intérprete supera las exigencias sobrenaturales de esta obra, obtendrá obviamente su retribución”, concluye Samir El Ghoul.