Contrapunto
Un réquiem de guerra consta en la obra pacifista de Britten
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Comencemos por recordar que 'el Bach' del Reino Unido fue Henry Purcell (1659-1695), pero el más venerado fue el alemán Georg Friedrich Händel (1685-1759), y que recién en el siglo XX se consagraron Elgar, Vaughan Williams y Holst.
Sin embargo, falta uno, que para historiadores y estudiosos de la música podría considerarse el más ingenioso, provocador, nunca ocultó su homosexualidad y se autodeclaró un pacifista que huyó de la guerra: Benjamín Britten (1913-1976).
Fue tal vez el mayor compositor operístico del siglo XX, en una época en la que la obra lírica fue dejada de lado y nuevas corrientes modernistas se imponían en toda Europa y en Estados Unidos.
El mayor drama operístico en tres actos de Britten fue 'Peter Grimes', con libreto de Montagu Slater, estrenado en Londres en junio de 1945 y luego en los más importantes escenarios musicales del mundo con una crítica positiva.
Es una obra que habla del mar y de la pesca, de la región en la que se crio el compositor; Peter Grimes es un pescador huraño que ha perdido por segunda vez a su grumete de una manera extraña y por eso es sometido a un juicio penal.
Roger Alier, en su Guía de la Ópera, Barcelona, 2007, sostiene que a Britten le atrajo la imagen del rudo pescador Peter Grimes y sus ribetes de homosexualidad en un pueblito que en invierno se convierte en inhóspito y que Britten conocía muy bien.
El músico inglés se había formado y educado en la costa meridional inglesa, en Aldeburgh, apreciaba sus paisajes y a la gente y formó su propio festival, al estilo de los que creó Wagner en Bayreuth.
Alex Ross en ‘El ruido eterno’ explica que “Britten escribió Peter Grimes, una ópera de una fuerza dramática avasalladora que está empapada de Aldeburgh hasta los huesos (…) trata de un pescador que provoca la muerte de sus aprendices y enloquece de culpa”.
El musicólogo Roger Alier explica que Britten fue “homosexual y pacifista”, que logró ser aceptado por la sociedad inglesa a pesar de “su notable relación con el tenor Peter Pears”, con quien se fue a Estados Unidos y esperaron en ese país que la guerra se acabe.
Precisamente, un drama operístico que mucho tiene que ver con la guerra se llama 'War Requiem', estrenado en 1961 (aquí un fragmento dirigido por el maestro Simon Rattle) en Coventry, como un homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial en esa bombardeada ciudad central de Gran Bretaña.
“Todo el edificio era una masa ardiente en llamas y se amontonaban vigas y maderas ardientes, superadas por un humo denso de color bronce. Se veía el fuego concentrado causado por el órgano en llamas, famoso por su larga historia, desde la época en que Haendel tocaba en él”, recuerdan los historiadores.
Fue una lluvia de bombas sobre la catedral en la industrial ciudad inglesa de Coventry, detallan diversas fuentes. Según LA Phil, fue un acto brutal para romper el espíritu del pueblo británico tan solo un año después de la guerra, cuando todo parecía ir por el camino de Alemania.
En otro episodio alrededor de este músico consta que, en 1940, cuando Japón aún no entraba en hostilidades en el ámbito de la Gran Guerra, pidió a Benjamín Britten, a través del British Council, una obra para conmemorar los 2.600 años de dinastía del país asiático.
A Britten no le dijeron para quién era la obra que se llamaría ‘Sinfonía de Réquiem’, catalogada con el opus 20, sin embargo, nunca fue tocada y seis meses después se le informó que su contenido cristiano era inaceptable en Japón.
Diplomáticamente, se decía en una carta que era probable que el compositor no hubiera entendido cuál era el propósito de la sinfonía, pero en el mismo tono Britten explicaba que nunca pretendió insultar a ese país.
Nada tiene que ver con la música, pero poco tiempo después de ese incidente se produjo el ataque a Pearl Harbor y el Reino Unido rompió las relaciones diplomáticas con Japón.
Según Alex Ross, había otras muchas cosas en Britten que no concordaban con las normas sociales de la posguerra: su pacifismo, su izquierdismo y, especialmente, su homosexualidad”.
‘La violación de Lucrecia’, ‘Billy Budd’, ‘Otra vuelta de tuerca’, ‘Sueño de una noche de verano’ y ‘Muerte en Venecia’ son algunos de los títulos que lo convirtieron en uno de los autores operísticos más aclamados del siglo XX.
El cultivo de la ópera no le impidió, sin embargo, sobresalir en otros géneros, en especial en la música vocal, con obras como ‘Les illuminations’ y la ‘Serenata para tenor, trompa y cuerdas’.
Britten fue, además, un sobresaliente director de orquesta, de quien se conservan excelentes grabaciones, no tan solo de su propia música, sino también de obras del repertorio tradicional de concierto. Recibió influencias de Stravinsky y de Mahler, y su gran interés por la obra de Purcell se deja ver en diversas obras, concluyen diversas fuentes.