En sus Marcas Listos Fuego
El reglamento para Fiscal General es un gargajo
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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El reglamento para el concurso para el cargo de Fiscal General del Estado representa las reglas del juego que definen quién será el próximo ser humano más poderoso del país, de ahí, que ese reglamento no es poca cosa, sino toda la cosa.
Por eso resulta indispensable hacer un análisis sucinto de sus baches, para ver por donde se van a colar los candidatos con agenda política propia, pues de este concurso a Fiscal General del Estado no depende sólo la Fiscalía, sino el futuro del país.
Soy defensor de las acciones afirmativas para garantizar a todo ser humano igualdad de oportunidades en casos normales, pero tengo grandes reparos en casos donde no se busca a un trabajador para un trabajo medio, sino al mejor de los penalistas del país.
Sí, si alguien ha escrito 20 obras de Derecho Penal puede alcanzar 3 puntos; pero será superado rápidamente por quien no haya escrito ni una mugrosa página en su vida, pero sea indígena, montubio, o hable quichua, o haya vivido en una zona rural o que tenga una discapacidad.
También, esos grandes escritores de doctrina jurídica serán rápidamente superados por quien haya aprobado la asistencia online en cursillos express de temática cualquiera de Institutos de Educación de papel.
Quien haya invertido 5 años en hacer un PhD recibirá 18 puntos, y quien haya cursado una maestría de 8 meses, 16 puntos. Es decir, un par de diplomados online, de oyente y con cámara apagada, ¡y bum!, el máster en dos patadas supera al doctor.
Y así, se garantiza que a los mejores les vaya bien y a que los mediocres les vaya igual de bien. Good job, Consejeros, Good job. Lograron un reglamento que garantiza que los peores sean premiados por su holgazanería.
Otro aspecto importante de este reglamento es la casi inteligente discriminación a los narco-abogados. Sí, se excluye de la posibilidad de concursar a cualquier abogado que haya defendido un caso de drogas.
También, se excluye a cualquiera que haya defendido casos de terrorismo, delincuencia organizada, pornografía infantil, tráfico de órganos, entre otros.
Sí, en abstracto es poético. Luce maravilloso. Pero debemos analizar los casos en concreto.
Nunca pensaron en los cientos de casos reales en los cuales el correísmo, a decenas de opositores al régimen, los procesó por terrorismo o delincuencia organizada. Los abogados que defendieron esos casos, años más tarde, probaron que eran perseguidos políticos, criminalizados por no arrodillarse al poder.
Pero de un plumazo pusieron en el mismo saco a los abogados que defendieron a inocentes falsamente acusados por una Fiscalía cooptada por el poder Ejecutivo, con abogados que viven de defender a los carteles que aterrorizan al país.
Y no son finos detalles. Son tremendos detalles.
Y claro, no tuvieron las agallas de eliminar el examen oral, esa etapa en donde prima la subjetividad y en la que finalmente se decide quién es el nuevo Fiscal General. Sí, todo lo anterior finalmente vale nada, pues reitero, el examen oral decide quién es el ganador. El resto es relleno, placebo de meritocracia.
Con el examen oral no importan los méritos y el conocimiento, sino la discrecionalidad de los calificadores.
Por eso, el único camino para evitar, en la medida de lo posible, que el examen oral sea la gran trampa, es garantizar que el comité calificador ciudadano, compuesto por catedráticos universitarios, esté conformado por docentes independientes.
Esos docentes independientes deberán llegar sin agenda política, tener probidad notoria e indestructible, pero además, verdadero conocimiento jurídico, y lo digo porque en este país las facultades de Derecho aceptan a cualquier fracasado y analfabeto jurídico como titular de cátedras universitarias.
Elaboraron un reglamento perfecto. Perfecto para desincentivar a los mejores de concursar. Lograron ser super progres con la mediocridad académica, igualando a los vagos del aula con los mejores.
Elaboraron un reglamento perfecto. Perfecto para garantizar que el próximo Fiscal haya sido Fiscal o Juez, suprimiendo a casi todos los abogados en libre ejercicio del país.
Elaboraron un reglamento perfecto. Perfecto para hacer lo mismo de siempre: que no sean los criterios objetivos sino los subjetivos los que hagan alcanzar el cielo al próximo Fiscal General.
Esto no es un reglamento, es un gargajo.
Así que todos de pie y un aplauso para el CPCCS.