En sus Marcas Listos Fuego
Protocolo para matar a un Fiscal
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Lo siento por el título, pero esto no es ya ni sátira. Me disculpo de antemano por el tono que vendrá a continuación, pero en este espacio a las cosas se las llama por su nombre y a los eufemismos se los anula por decencia con los muertos.
Una vez más asesinan a un fiscal. Esta vez la víctima es Marcelo Vásconez. ¿Pero la víctima de quién? ¿Del crimen organizado? Vayan a vender humo a otro lado.
Marcelo fue víctima del sistema legal administrado por una jauría de sudorosos y alopécicos burócratas de cubículo con halitosis.
La Fiscalía, la Policía, el Consejo de la Judicatura, dan el pésame y se solidarizan con su familia. Háganme el favor, autoridades, de leer esta columna y de meterse su solidaridad por el mismo orificio por el cual evacúan sonoramente su pestilente raciocinio.
Le voy a contar a la ciudadanía algunas razones por las que mueren los fiscales. Pongan atención, que el sistema está diseñado para asesinarlos.
Los criminales, esos que matan sin pestañear, ¿cuánto deben invertir en perfilar a un fiscal para conocer sus horarios y hábitos? Cero. Cero dinero y cero tiempo. El propio sistema judicial está diseñado para hacer el trabajo por ellos.
Cuando a un peligroso criminal le dictan la medida cautelar de “presentaciones periódicas ante autoridad competente”, ¿A dónde creen que va cada semana a firmar y cumplir la medida cautelar?
Pues a la Fiscalía. Específicamente, siempre, siempre, siempre, a la oficina del fiscal que los está procesando y que está a cargo de meterlos a la cárcel.
Sí, el asesino, juicioso, cumple la medida en el escritorio del fiscal, es decir, de su rival. Así, conoce sus horarios, sus hábitos, su forma de vestir, cuándo tiene audiencia, cuándo no, a quién frecuenta, etc.
Esto no es broma. En Ecuador los más peligrosos criminales son obligados a cumplir las medidas cautelares en la oficina del fiscal que va tras sus cabezas.
En otras palabras, el sistema está estructurado para que los fiscales procesen a los más peligrosos delincuentes y que al mismo tiempo los reciban, amablemente, en sus despachos. Un verdadero protocolo diseñado para asesinarlos.
¿Cómo es que, nadie se ha dado cuenta de la necesidad de crear una ventanilla única de presentaciones periódicas, en un lugar alejado de los fiscales, que no los ponga en peligro todos los días?
Básico, ¿no? No. No es básico para un sistema de protección a funcionarios judiciales administrado por unos burócratas de chaleco de rombos, manos húmedas y caspa, que se caracterizan por ser igual de inteligentes que un cactus.
En estos pequeños detalles, con pequeñas soluciones, está el secreto para salvar vidas. Ahora falta, para ejecutar la solución, autoridades judiciales sin daño cerebral.
Pero sigamos.
Los que no son penalistas no saben lo que les voy a contar, pero los criminales sí lo saben, así que no habrá ninguna sorpresa.
No nos vayamos muy lejos. En Quito, para visitar con una nueve milímetros a un Fiscal a cargo de la lucha contra el crimen organizado, sólo se necesitan dos pies. Sí, se puede entrar a sus despachos armados.
En Ecuador, en absolutamente todas las oficinas de los fiscales, no existe ni control de armas, ni seguridad, ni nada.
Para ponerles un ejemplo, los fiscales en Esmeraldas, que combaten al narcotráfico, no tienen seguridad. Deben conducir sus vehículos, de ciudad a ciudad, solos, para poner el pecho a las balas por usted, que tan cómodo me lee desde su casa con generador eléctrico.
En Ecuador debe haber más policías custodiando a procesados con arresto domiciliario que escoltando a fiscales.
Y en este pueblo del carajo, de ciegos, ineptos y asesinos, exigimos que los fiscales den la vida por nosotros.
Así que esta columna, que para algunos será irresponsable, es un llamado a la rebeldía.
¿Por qué diablos, fiscales, dan la vida por este país? Nadie les agradece. Cuando ustedes se mueren porque el propio sistema cavó sus tumbas, son noticia por 12 horas. Luego la noticia muere igual que ustedes y la vida sigue.
La vida sigue para todos menos para sus hijos. Menos para sus esposos, esposas, padres y madres.
Si el sistema no les protege, ¿por qué pondrían sus vidas al servicio del sistema? ¿Para que sus hijos asistan a su funeral?
Y es que esto no es ni desidia ni una llamado a abandonar el servicio por el país. Esto es realismo puro y duro.
Ya me cansé de ver videos y fotografías de fiscales acribillados y desangrados. Estoy harto de la espectacularización de las tragedias. Estoy podrido de vivir en un sistema judicial administrado por un grupo de borricos que en el libre ejercicio no estarían ni pasando las aguas.
No aguanto ni un día más el que normalicemos ver fiscales o jueces morir. Este no es el país que merecemos y este no es el dolor que sus familias merecen.
No soporto, ni un segundo más, los mensajes de solidaridad. ¿Creen que su solidaridad devuelve el padre a sus hijos? ¿Solidaridad de qué? ¿Qué carajos es la solidaridad?
Quieren un país donde haya justicia, pero estructuran el sistema para que mueran los encargados de hacer justicia. El Ecuador es un oxímoron de manual para pendejos.
Así que paro aquí. No le doy mi solidaridad ni mi pésame a la familia de Marcelo Vásconez y me disculpo por lo que sí le digo a su familia: Marcelo murió por nada. Marcelo murió por nadie. Marcelo murió porque el Estado lo exprimió y abandonó.
Ustedes no merecían esto. El país no merece, ni por un segundo, el sacrificio de fiscales como Marcelo.