En sus Marcas Listos Fuego
El cartel de los peritos
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Se viene otro tema del que todos hemos evitado hablar por demasiados años por miedo a herir susceptibilidades de los amos y señores de la justicia.
Es innegable la existencia de un verdadero cartel criminal, que es uno de los grandes causantes de la prostitución de la justicia y de los estragos de sus enfermedades venéreas.
Lo denominaré 'El cartel de los peritos', porque eso es, una gran des-organización criminal, des-compuesta por delincuentes, que individualmente se han encargado de ser el herpes de nuestro sistema judicial.
Y para que todos entiendan de qué se trata, empezaré con una historia muy personal, la que me abrió los ojos desde el día que empecé esta profesión y que, les garantizo, es solo una pequeña muestra de cómo funcionan el 90% de los peritajes en este lodazal al que llamamos país.
Era el año 2011 y un cliente mío era acusado de haber desviado USD 45.000 de la empresa en donde trabajaba. Esto no era cierto, pues yo podía justificar cada una de las transacciones que fueron realizadas, precisamente, en favor de la compañía.
Pero como los asuntos financieros se deben resolver a través de peritos (expertos en la materia en litigio), solicité un peritaje contable-financiero. El perito fue designado por Fiscalía y su número telefónico estaba impreso en el expediente para que las partes nos podamos comunicar con él.
Lo llamé y lo cité en mi oficina. Llegó un hombre pequeño, panzón, desaliñado, con la corbata mal anudada, con la camisa arrugada, quien amablemente me estrechó su húmeda mano.
Yo, bastante puberto, le expliqué cuáles eran los objetivos de la pericia, la trazabilidad requerida y dónde debía buscarse la información, para que así, llegue a la conclusión que los asientos contables, la conciliación bancaria y los números arrojen.
Entonces, paréntesis. Antes de seguir, les voy a contar un dato que no es secreto: en Ecuador, por reglamento, quien solicita la pericia debe pagar los honorarios del perito (lo cual per se no está mal, pues un perito cobra legalmente los honorarios que le corresponden por un trabajo que debe ser remunerado).
Una vez acordados los honorarios, me preguntó: “Perfecto, doctorcito. Nos vamos a llevar muy bien, ya va a ver. Ahora dígame – sacó una agenda – textualmente, ¿qué necesita que diga mi conclusión y cuál es el número final que necesita?”
Sentí un pequeño cortocircuito en mi cabeza y le respondí, ingenuamente, aun sin entender con lo que tendría que lidiar el resto de mi vida: “no, pues, usted concluya lo que los números digan. 2 + 2 siempre da 4. Yo necesito la verdad.”
Me sonrió. Ya no era un hombre pequeño, panzón y desaliñado, sino un hombre muy seguro de sí mismo que me hacía de menos y me trataba como a un bebé: “Mi doctorcito, usted me está pagando y yo daño no le voy a hacer. Usted dígame lo que quiera que concluya y yo me encargo de que los números cuadren”.
Entonces nací. Me parieron ese momento. Le dije que no me interesaba trabajar con él, le pedí que se salga por la misma puerta por la que entró (con la característica poca paciencia que mis allegados conocen) y, acto seguido, presenté un escrito contándole a la fiscal lo que había sucedido.
Al día siguiente la fiscal ya no me trató como a un bebé, sino como se trata a un imbécil. No le entraba en la cabeza cómo, dependiendo la vida de mi cliente de ese peritaje, yo había desperdiciado esa oportunidad.
Entonces, crecí un poco y le puse una queja a esa fiscal. ¿La respuesta? El sistema se burló de mí y esa fiscal y ese perito siguen siendo parte activa del sistema de justicia de este país.
Así empezó mi despertar y ahora les quiero contar, 13 años después, todo lo que he descubierto, tomen nota:
Sí, hay peritos honestos, claro que los hay, pero encontrarse con uno de ellos es un milagro que hay que agradecer con santiguada y todo.
En la mayoría de casos, los peritos llegan a la conclusión a la que el abogado contratante les pide que lleguen. Yo he visto, con mis propios ojitos:
- A peritos contables decir que ingreso y utilidad son sinónimos o que las cuentas por cobrar son parte del debe y no del haber.
- A peritos médicos decir que al utilizar anestesia general se utiliza siempre la misma dosis, sin importar la edad, la estatura, el peso, o la condición física del paciente.
- A peritos informáticos decir que los archivos Word no tienen metadatos, por lo que no es posible determinar su fecha de creación.
- A peritos en ingeniería traducir documentos de inglés al español y tras ser preguntados, confesar que no hablan inglés.
- A peritos en balística decir que el estriado del proyectil fue borrado por la piel del occiso y que por lo tanto no se puede determinar quién disparó.
- A peritos en documentología decir que una firma es falsa cuando conforme a su propia pericia todo demuestra que es real.
- Esta no es broma: he oído decir que la fuente de la que sacaron la información para demostrar un acto de corrupción es una publicación de un prestigioso diario denominado El Mercioco.
Pero esto sigue. Porque cuando los peritos son directamente contratados por Fiscalía, en demasiadas ocasiones concluyen lo que uno u otro fiscal deshonesto quiere que concluyan, caso contrario: se les viene una queja en el Consejo de la Judicatura y les quitan la credencial.
Entonces, ustedes me preguntarán: ¿Por qué carajos en el Ecuador se utilizan peritos?
Porque en la teoría, la ciencia se debe resolver con ciencia. Los jueces son abogados, ni médicos, ni economistas, ni ingenieros, entonces, siempre se requiere, según de lo que se trate el caso, que un experto dé respuestas.
Por ejemplo, si el caso se trata sobre la manipulación de los frenos de un vehículo para ocasionar un accidente, no basta con que un fiscal diga que eso sucedió, sino que debe probarlo.
¿Cómo lo prueba? Con un ingeniero mecánico que tras examinar el vehículo les diga técnicamente a los jueces lo que encontró y lo que concluyó.
Así, nuestro sistema de justicia casi siempre depende (exclusivamente) de la confianza que tenemos como sociedad en los peritos acreditados. Para algo existen los expertos y las profesiones en la sociedad, ¿no?
Pero como ven, en Ecuador, se los garantizo, en un 90% de casos los peritajes no dicen la verdad. Tenemos ingenieros capaces de decir que la inercia no existe, economistas que sostienen que a más demanda menos oferta y expertos en lavado de activos capaces de sostener que tener más de una compañía es sinónimo de lavado.
Aquí, queridos lectores, la verdad no importa. No importa en redes sociales y no importa en la justicia.
Entonces, ¿cómo enfrentarlo? Aquí viene el secreto. Ya que me di cuenta que no puedo vivir de milagros, tomé otra ruta, como lo han hecho la gran parte de mis colegas honestos, no colocamos la energía en el informe pericial, que siempre vendrá manoseado y prostituido, sino en un momento clave: el contrainterrogatorio, oral y en audiencia al señor meretriz.
Ahí caen, ahí balbucean. Porque por escrito es fácil sostener que el agua de orégano produce cáncer, pero cuando les obligas a justificar lo que dicen, oralmente, frente a jueces, se orinan. Y ahí se caen los casos.
Y por eso, los abogados que combatimos al sistema, entre nuestros hobbies, tenemos el de llevar a la cárcel a esos peritos. Limpiamos poco, pero limpiamos.
Y sí, se caen los casos después de que la vida de los procesados quedó hecho añicos. Añicos como la verdad y como el deseo de esta sociedad de conocerla.
Por eso les dejo un consejo final: si en redes sociales ven que una pericia determinó A, B, o C, por favor, no sean ingenuos y no se crean ni una palabra, que, les prometo, que en este país la mayoría de peritos no deberían tener una acreditación del Consejo de la Judicatura, sino un carnet profiláctico.