En sus Marcas Listos Fuego
Se vende lodo
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
Actualizada:
¿Les ha pasado que conocen a alguien, no por amistad, sino por los resultados de su trabajo y un día un baldazo de agua fría les cae encima, cuando escuchan en un medio de comunicación que esa persona se desvió del camino correcto?
A mí me pasa frecuentemente, pero como abogado, aprendí a ser incrédulo y siempre, sin excepción, a documentarme profundamente previo a tomar una postura.
Ello me ocurrió este 22 de enero de 2025, cuando en Teleamazonas salió un reportaje sobre la liberación de varios “delincuentes” por parte de una misma jueza y su sala de apelación anticorrupción, la Dra. Mabel del Pilar Tapia Rosero, el Dr. Esteban Coronel y el Dr. Fernando Sánchez.
La nota periodística reprodujo un comunicado de la Policía que aseveraba que las decisiones de Tapia y compañía obedecen a su estrecha relación con el crimen organizado.
Entonces, me bajó la presión, porque, aunque muchas veces no hemos coincidido o nos hemos confrontado jurídicamente, siempre he visto a estos Jueces actuar con rectitud. Así que decidí ejercer mi verbo favorito: dudar.
¿Jueces anticorrupción aliados con el crimen organizado? ¿Cuál es el fundamento de tan grave acusación? Me puse a investigar y, cuando ustedes lean lo que encontré, se caerán de espaldas.
Pero para ello quiero que juntos hagamos un ejercicio: lean este relato de la vida real y cuéntenme cómo hubiesen decidido ustedes en su lugar. Hoy vamos a ser todos jueces. Tomen asiento y prepárense para liberar o encerrar a seres humanos.
Según un informe policial Leonardo, Miguel, Teddy y Kevin junto con otros cinco individuos se dedicaban al tráfico de drogas en la costa ecuatoriana desde mayo hasta septiembre de 2023.
En el 2024 la Policía decide seguir el rastro de estos nueve individuos, interceptan sus teléfonos y presentan el caso como su gran logro. Respecto de los cinco individuos la Policía presenta evidencias sólidas mientras que, respecto de Leonardo, Miguel, Teddy y Kevin, únicamente dice:
Leo: hace compras de artículos personales (¿cuáles?), recoge a un niño de una escuela, maneja un vehículo, se va a un club nocturno, lava su vehículo, se reúne con personas (¿Cuáles?).
Miguel: tiene una camaronera, se moviliza en un vehículo, tiene una casa donde “posiblemente” realiza actividades ilícitas (¿qué actividades?). Se reúne con su familia y otras personas.
Teddy: es observado con un expolicía vinculado al ‘crimen organizado’ (¿vinculado de qué modo y según quién?). Transporta una maleta negra (sin saber que contiene la maleta, el juez no es adivino).
Kevin: transporta tierra a una camaronera, almuerza en un restaurante. Se observa transportando maletas, (sin saber que contiene las maletas). Se va al banco y retira dinero (¿Cuánto? ¿10, 20, 30, 1 millón?).
Con eso llega la Policía y pone en aprietos a un buen fiscal, quien formula cargos y solicita que se dicte la medida cautelar de prisión preventiva.
Con las togas puestas, abran el COIP y lean el Art. 534. Les resumo. Ustedes, como Jueces están obligados, para ordenar la medida cautelar de prisión preventiva, a tener la seguridad sobre lo siguiente:
Que hay un delito.
Que hay elementos claros y precisos que atan a la persona o personas procesadas con el delito.
Que otras medidas cautelares, no privativas de libertad, resultan insuficientes frente al peso de las evidencias.
Si a los angelitos se les acusa del tráfico de drogas, debemos al menos acreditar que la droga incautada existe y estuvo en posesión de los acusados. ¿Cómo? Fácil: con vigilancias y seguimientos, con interceptación de llamadas, con allanamientos, con explotación de teléfonos, etc. Métodos y formas hay.
En este caso, lo único con lo que contó Fiscalía como evidencia del crimen respecto de los cuatro individuos es con el gran descubrimiento del órgano a cargo de la investigación criminal: que uno de ellos fue visto lavando el carro o que otro recogió a su hijo de la escuela.
Ahora es su turno de decidir sobre esos cuatro. Con eso, con nada más que eso. Y con eso, con esas migajas insignificantes, la Policía presiona a los jueces para que encarcelen a sus objetivos.
Frente a ello, ¿Qué les queda a los jueces? Decidir exclusivamente en función del peso de las evidencias (aquí, ligeras como una pluma) y no sobre la base de su ideología, de sus sentimientos, de sus creencias.
¿Qué realmente ocurrió en este caso? ¿No que eran nueve procesados? ¿Y los otros cinco? Sobre esos cinco sí hubo suficientes evidencias y los jueces, tan criticados, los mandaron directito a la cárcel.
Es decir, cuatro se salvaron (temporalmente) por falta de evidencias y cinco a cana por existir suficientes evidencias. Dato importante que se le pasó informar al policía calumniador.
El policía que acusa en sus informes tiene la gigantesca responsabilidad de ser contundente para que los jueces puedan hacer su trabajo, sin toparse con un muro casi infranqueable (el de la presunción de inocencia).
¿Cómo es posible que ejecuten detenciones masivas, sobre la base de estas insignificancias y cuando los jueces actúan correctamente, los acusen de ser cómplices del crimen organizado?
Si eran sólidos contra cinco y débiles contra cuatro, ¿a quién debían detener? Pues a los cinco contra quienes sí contaban con evidencias suficientes. Pero si de carambola agarran a cuatro ñatos y presentan el caso sin evidencias, ¿qué esperan?
En lo que la policía tuvo la razón (justificada) se les dio la razón. En lo que no pudieron demostrar, nones. Es que esto es casi matemático, aunque a algún trasnochado investigador le indigne que 9 – 5 siempre dé 4.
¿Sabe por qué los jueces obran así y deben obrar así? Porque si abrimos la puerta para que se dicte prisión preventiva con esas pendejadas en contra de cualquiera, dejaremos la puerta abierta para que mañana se encarcele por exactamente lo mismo a usted.
El policía investigador habla a través de evidencias. El juez decide con esas evidencias. Si las evidencias son insuficientes: libertad (como ocurrió en este caso). Si las evidencias son suficientes: cárcel (como también ocurrió en este caso).
¿Qué me indigna? Pensar que estos individuos sí son responsables de los delitos de los que se les acusa. Pensar que siendo responsables los encargados de investigarlos son incapaces de evidenciarlo. Pensar que existen otros responsables que se nos escabullen entre los dedos porque la Policía hace la mitad de su trabajo con excelencia y la otra mitad, como toda mitad, a medias.
Y esta es justamente la tragedia de este país. Los inocentes llenando cárceles junto a pocos culpables y muchos culpables campantes por nuestros predios.
De ahí que el baldazo de agua fría no me mojó. Aquí la única fría debe ser la capacidad de dudar, pensar, investigar y concluir.
El desprestigio de la justicia no puede seguir siendo la mercancía más cotizada como estratagema para intimidar a jueces probos.
Esta es una columna para que la lea el policía que acusó a tres jueces rectos, de algo tan grave e imperdonable como de haberse vendido al narco, para que sepa que, los que sí leemos, somos capaces de hallar la verdad y develar sus mentiras.
¿Por qué más escribir esta columna? Porque se me llenó el vaso de agua. Ya me agoté de leer tanta infamia, tanta reputación mancillada y que el siguiente escándalo apague el fuego de la noticia y deje cicatrices imborrables en quienes padecieron el fogonazo de los críticos fugaces.
En esta lucha contra el crimen estamos todos juntos. Y yo siempre estaré del lado de los policías, de los que hacen bien su trabajo, con honor y profesionalismo, que son la mayoría. Pero por encima de ellos, estaré siempre del lado de la verdad.
A los malos jueces hay que apedrearlos con el peso de la ley. A los buenos jueces hay que darles siempre el beneficio de la duda, como yo lo he hecho hoy, en esta patria que dispara siempre en la dirección equivocada.