En sus Marcas Listos Fuego
Nos acecha desde la sombra
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PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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El 2024 estuvo marcado por allanamientos y detenciones realizados a jueces, fiscales, abogados, narcos y “operadores judiciales”, todos relacionados con la infiltración del narcotráfico en el sistema judicial.
Estos casos, que marcaron la agenda judicial del país, compartieron una misma característica: retrataban, en cuerpo entero, lo que sucede en el Derecho Penal en determinadas provincias del país.
Y nos abrieron los ojos sobre cuánto cuesta la libertad, sobre los precios de los jueces y fiscales, sobre la prostitución más rastrera de los abogansters que se las daban de académicos y que hoy descubrieron que lo suyo no era el color verde, sino el color naranja.
Pero esos casos ocultaron, por absoluta ingenuidad, un monstruo de corrupción aún más grande que nos acecha desde las sombras, el pez abisal de aguas profundas.
Es que la libertad parece cara, pero nadie se ha preguntado, hasta hoy, cuánto cuesta la coima-inversión para obtener una utilidad millonaria.
Existe un nicho de corrupción (extrema) de la justicia ecuatoriana que está ahí, en la sombra, frente a todos nosotros. Sólo es cuestión de atrevernos a ver de más cerca o, como en esta columna, atrevernos a prender la luz.
Me refiero a los Tribunales de lo Contencioso Administrativo y Tribunales de lo Contencioso Tributario. Ahí no se discute la libertad de un par de pandilleritos con la capacidad de pagar USD 5.000 a un juecesillo corrupto de cantón olvidado.
En ese escenario se discuten valores millonarios, todos los días, entre, por ejemplo, una compañía contra el Estado. Ahí la pregunta no es cuánto cuesta sustituir la prisión preventiva, sino cuánto cuesta el hacerse o no millonario.
Pero claro, como en un proceso, por ejemplo, tributario, no hay ni sangre, ni armas, ni capos, ni affairs, jamás ni la prensa ni las redes sociales lo van a regresar a ver.
En este país, en un caso de esos, se discute, por ejemplo, si la compañía A debe pagar o no al SRI la módica suma de USD 10 millones en impuestos (sin perjuicio de que, normalmente, la compañía tenga toda la razón).
En otro caso, por ejemplo, entre la compañía A vs. la institución del Estado B, se discute si la institución del Estado debe pagar por el contrato X la suma de USD 70 millones a la compañía A.
Sí, todos los días, fuera del foco público, se litigan millones de millones de dólares y créanme, porque lo he visto de cerca, en esos casos hay jueces que se hacen millonarios.
Los jueces corruptos en el ámbito administrativo o tributario deben reírse, y a carcajadas, al ver que en casos como Metástasis o Purga se sobornaba a un juez con USD 20.000.
¿Es que qué son USD 20.000 en un juicio de USD 20 millones? Un pinche e insignificante 0,1%. Y en materia administrativa menos del 10% resulta una ofensa a la ética y estética de las ratas.
Ven, así como en penal hay jueces, fiscales y abogados honestos luchando día a día contra jueces, fiscales y abogados deshonestos; en materia administrativa ocurre lo mismo.
Un grupo de jueces honestos sacando la cara por todo un país, mientras otros en las tinieblas, sin siquiera que la sociedad se le ocurra pensar que existen, se atragantan de dólares.
Miren, todo golpe contra la corrupción es bienvenido y agradecido; pero los golpes no pueden ser exclusivos de aquellos casos que más venden mediáticamente, como ocurre en lo penal, que es perfecto para una narrativa de novela policial:
- Tienen un inicio de suspenso.
- Un misterio se debe resolver.
- Viene el clímax.
- Termina todo en una conclusión no apta para cardíacos.
En las otras ramas del Derecho ello no ocurre y, de ahí, que resulta obtuso el corrupto que se arriesga a delinquir justito ahí donde apuntan todos los reflectores.
Por eso desde hace lustros, los verdaderos abogados capos de la criminalidad se esconden en las sombras.
Romeros, Hernández, Salcedos, Palacios, Novillo, Guananga, todos esos abogados que se han hecho famosos por ser “penalistas corruptos”, son güillis güillis de mafioso. Es que los capos están en otros lados, cuidando sus dinastías familiares construidas sobre los cimientos de la genialidad criminal.
Sé que esta columna va a enojar a muchos jueces y abogados del mundo administrativo, tributario (y hasta civil) acostumbrados a actuar siendo invisibles, bebiendo gaseosa barata con impunidad, disfrutando de ver como allanan a baratijas judiciales en un mercado de pulgas de moda.
Lo importante es que esta columna alegre a los jueces contenciosos honestos, esos que se rajan, día a día, por dar a cada uno lo que merece conforme a la verdad, las pruebas y la ley; que viven de su sueldo, con la frente en alto y rodeados por una familia a la que pueden ver de frente sin agacharles la mirada.
Pero aún más importante es que Fiscalía descubra que, mientras se comían peces medianos y sin duda importantes, los peces gordos abisales de la corrupción judicial se siguen inflando en la zona afótica del mar.