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Manuel Antonio Muñoz Borrero, “Justo entre las Naciones”
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
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Héroes y heroínas del Ecuador
Hay muchos que realizaron acciones notables que no llegaron a ser conocidas. En algunos casos, estas permanecieron ocultas, en otros, al cabo de años han sido reveladas. Eso sucedió con personas que, de diversos modos, salvaron del holocausto perpetrado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, contra judíos, opositores de izquierda, dirigentes de trabajadores y grupos étnicos considerados “inferiores”.
A veces en medio de polémicas, poco a poco se han ido conociendo sus nombres y entre ellos está el de un ecuatoriano, Manuel Antonio Muñoz Borrero, que se jugó su cargo y su seguridad para salvar la vida de judíos que hubieran sido víctimas del exterminio.
Manuel Antonio Muñoz Borrero nació en Cuenca en 1891, en la familia tradicional del diplomático cuencano Alberto Muñoz Vernaza y Teresa Borrero. Estudió derecho y se graduó en 1920 en la Universidad Nacional de Bogotá, que publicó su tesis doctoral. En 1919 se había casado allí con Carmen Van Arken. Comenzó su carrera diplomática como funcionario de la Embajada del Ecuador en Bogotá por varios años.
Para 1935 era cónsul en Estocolmo. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Suecia se mantuvo neutral y Muñoz Borrero realizó acciones como cónsul. Hizo amistad con el rabino Israel Jacobson, quien lo persuadió de que entregara pasaportes ecuatorianos a los judíos para poder escapar de Europa. El hecho se descubrió y en 1941 el gobierno ecuatoriano lo destituyó. No se atendió a sus razones, pero al menos pudo mantenerse como cónsul honorario del Ecuador, sobreviviendo como traductor y relacionador público.
El diplomático cesado siguió expidiendo pasaportes ecuatorianos a varios grupos de judíos, especialmente de origen polaco, alemán y holandés. Salvó a cientos de familias. No se hizo público estos hechos. Solo cuando, décadas después, se realizaron investigaciones, se los conoció y el Museo del Holocausto de Jerusalén, lo incluyó en la lista de 'Justo entre las Naciones', una alta distinción.
Después de la guerra, Muñoz Borrero no volvió a su cargo de cónsul, pero permaneció en Suecia hasta inicios de los años sesenta. Volvió un tiempo a Cuenca y luego se trasladó a México, donde murió en 1976 sin haber compartido con nadie el secreto de sus actos durante la guerra.
Una vez que fueron conocidos sus actos de solidaridad humana, la Cancillería del Ecuador, la ciudad de Cuenca y la Universidad del Azuay le rindieron varios homenajes. Gonzalo Ortiz y Oscar Vela han hecho publicaciones que contribuyen grandemente al conocimiento de su vida y de sus acciones humanitarias.
Los cargos diplomáticos son entregados a veces como premio político. Quienes los ejercen perciben elevadas remuneraciones y a veces usan sus funciones para favorecer sus negocios, para conseguir prebendas y hasta cobran indebidamente por trámites. Las acciones de Muñoz Borrero, que no cobraba ni las costas y fue cancelado, son un honroso contraste de esas prácticas y un ejemplo que nos da un hombre justo.