Canal cero
Ese 10 de agosto
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
Actualizada:
El 10 de agosto de 1809 llegó a ser “el día de la Patria”, porque entonces se inició el proceso de nuestra independencia nacional y de toda América Española.
Cuando España fue invadida por las fuerzas napolénicas a inicios del siglo XIX, surgió en América la idea de sustituir a las autoridades coloniales por “juntas” integradas por criollos, que gobernarían a nombre del “monarca legítimo”. En Quito fue develado un intento de ese carácter en 1808. Sin desanimarse por el fracaso, el 10 de Agosto de 1809, los conspiradores derrocaron al gobierno y formaron una Junta Soberana.
La vida de la junta fue precaria. El apoyo esperado de Cuenca, Guayaquil y Pasto no pudo conseguirse y las autoridades españolas controlaron la situación. Las milicias quiteñas no lograron atraer a los grupos populares y tampoco alcanzaron un nivel aceptable de organización. El Virrey de Lima envió fuerzas que cercaron Quito. El de Bogotá dispuso la invasión por el Norte. Débil y vencida, la Junta Soberana se disolvió.
Las autoridades españolas ofrecieron “perdón y olvido”, pero luego apresaron a cerca de una centena de revolucionarios y los castigaron con sentencias de muerte y expulsiones. Como reacción, el 2 de agosto de 1810 el pueblo de Quito se lanzó a la toma de las prisiones y cuarteles. Fue pretexto para que las tropas realistas hicieran una carnicería.
La llegada a Quito de Carlos Montúfar, hijo del Marqués de Selva Alegre, como Comisionado Regio del Consejo de Regencia español, motivó la formación de una nueva Junta de Gobierno. Un congreso expidió los “Artículos del Pacto Solemne de Sociedad y Unión entre las Provincias que forman el Estado de Quito”, la primera constitución de nuestra historia. Pero esta Junta también duró poco. Fue vencida por las fuerzas españolas. A finales de 1812, el país estaba de nuevo controlado. La independencia debió esperar una década.
Los protagonistas de la revolución fueron poderosos latifundistas, para quienes la burocracia española era impedimento para el manejo político. Los nobles criollos fueron conscientes de su papel de usufructuarios de la libertad, pero no es posible entender el sesgo ideológico del proceso, sin la participación de intelectuales venidos de las capas medias, los “radicales” de la causa.
El fracaso militar de la Junta Soberana se ha adjudicado, entre otras causas, a la poca respuesta popular que logró el movimiento. El pueblo se dio perfecta cuenta de que esa “libertad” no le beneficiaba. Solo cuando la dirigencia logró imponer su propia visión de la independencia como necesidad general e hizo ciertas concesiones, obtuvo la movilización de artesanos y pequeños propietarios, que emprendieron acciones insurgentes como la del 2 de agosto. De todas formas, la participación del pueblo era necesaria para el triunfo de la independencia.