Columnista invitada
¿Qué haría sin mis amigas?

Licenciada en periodismo por la Universidad San Francisco y una master en Educación por la Universidad de Cádiz. Trabajó como redactora de noticias en la Agencia EFE y Ecuavisa. Tiene casi 20 años en la docencia.
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“No sé qué haría sin mis amigas, existo porque tengo amigas, ellas me hacen más fuerte, más inteligente y más valiente”, expresaba la actriz y activista Jane Fonda en una charla de TEDWomen hace unos años.
En esa charla, Fonda hablaba sobre el poder de la amistad entre mujeres, destacando cómo sus amigas han sido una fuente constante de apoyo emocional, crecimiento personal y empoderamiento a lo largo de su vida.
Diversos estudios sobre la amistad han demostrado que tener amigos cercanos ofrece grandes beneficios, como la reducción del estrés, el fortalecimiento del sistema inmunológico, la estimulación del cerebro y la prolongación de la vida.
El antropólogo británico Robin Dunbar, profesor en la Universidad de Oxford, profundizó en su estudio al señalar las diferencias en la amistad entre mujeres. Según él, estas amistades se basan en conversaciones más significativas, donde se comparten emociones y pensamientos íntimos. Además, destacó que las mujeres tienden a formar vínculos más profundos y estrechos.
Al igual que Fonda, yo tampoco podría imaginar mi vida sin mis amigas. Sería imposible contar todas las veces en las que ellas me han "salvado", de mil maneras diferentes.
Han estado a mi lado en las buenas y en las malas, me han visto sufrir, llorar, reír y celebrar. Me han guiado cuando lo he necesitado y, en otras ocasiones, me han escuchado pacientemente sin juzgar.
He tenido la suerte inmensa de contar con grandes amigas a lo largo de mi vida, pese a ser una persona introvertida y por lo tanto, poco amiguera. Algunas ya no están en este mundo, con otras ya no hay tanta cercanía; unas son amigas de siempre, otras recientes, pero todas muy especiales y queridas.
Están las amigas del colegio, esas que conociste en tu niñez y adolescencia, con quienes compartes recuerdos divertidos de dentro y fuera del aula: fiestas infantiles, las primeras salidas nocturnas y los primeros enamoramientos. Son las amigas con las que te sigues reuniendo para revivir una y otra vez esas anécdotas, riendo con la misma intensidad que en aquellos días.
Están las amigas de la universidad, las que conociste ya siendo adulta. Con ellas viviste noches enteras de estudio, compartiste las mejores salidas y fiestas, y, por supuesto, el chuchaqui del día siguiente durante las largas horas de clase.
Las amigas del trabajo son las que hacen que cada día sea más ameno. Con ellas te ríes, te desahogas y te apoyas cuando las cosas no van bien. Son las que te impulsan a seguir adelante y te ayudan a ver el valor de tu trabajo diario.
Están las amigas de “la vida”, esas que llegaron sin avisar, por azares del destino, y con quienes sentiste una conexión inmediata, como si se conocieran de siempre. Con el tiempo se volvieron incondicionales. Son las que te dicen que sí a cualquier plan, sin pensarlo, y que lo dejarían todo por estar a tu lado cuando más lo necesitas.
Más adelante en la vida, cuando tus hijos comienzan el colegio, aparecen esas amigas con quienes compartes historias de crianza. Son las mamás de los amigos de tus hijos, las que los han visto crecer y los quieren como si fueran suyos. Nunca te juzgarán como madre, porque saben —igual que tú— lo difícil que es ser mamá.
Y, si tienes mucha suerte, tendrás a tu amiga “de toda la vida”, esa que conociste en los primeros años de escuela y que ha estado a tu lado desde entonces. Es prácticamente un miembro más de tu familia, y la suya te quiere como a una hija. Ella sabe absolutamente todo de ti, y es la primera persona a la que recurres cuando necesitas a alguien que te diga las cosas con total honestidad y sin rodeos.
Mis amigas: mujeres valientes, fuertes, inteligentes y hermosas. Por ellas lo doy todo. Como dijo Carrie Bradshaw en un capítulo de la inolvidable Sex and the City: “¿Para qué ir a terapia si las tengo a ustedes?”. Claro que la terapia es valiosa y necesaria, pero pocas cosas en la vida sanan tanto el alma como una tarde de risas y confidencias entre amigas.