Matrix política
El ágora digital, el nuevo territorio donde se ganan las elecciones
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
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“Míreme a los ojos Doctor Borja, no me baje la mirada”. Supongo que la inmensa mayoría de quienes pertenecemos a la generación X y a los denominados “baby boomers” sabemos de memoria quién y en qué contexto pronunció esta frase. Tal vez, la más famosa de la historia de los debates presidenciales de nuestro país.
Fue en el marco de la segunda vuelta electoral entre León Febres Cordero (autor de la cita) y Rodrigo Borja Cevallos (quien había ganado la primera vuelta) y que produjo, según los entendidos, un vuelco en la historia que terminaría con Febres Cordero en el sillón del Palacio de Carondelet.
Pero eso era abril de 1984. En términos de desarrollo tecnológico, un abismo de tiempo.
Hoy, 40 años (cuarenta), años después, todo ha cambiado y la política, por supuesto, también.
Veamos:
En aquella época, la reina indiscutible de las plataformas era la televisión, que ya había desplazado a la radio y a los medios impresos en nivel de penetración. Y más allá: este tipo de soporte había creado una nueva lógica de dinámica familiar, la sala de televisión, en donde las familias se juntaban a ver sus series y programas favoritos, los noticieros y, como no, el debate presidencial.
Esto tenía una particularidad, venía atado a una costumbre muy latinoamericana que hacía que los más jóvenes escuchemos y vivamos la política a través de los ojos de nuestros padres. Ellos eran nuestros referentes y, casi con seguridad, quienes nos formaban políticamente e influenciaban en gran medida nuestros votos.
Pero eso no existe más, ni la sala de TV (así todavía exista una en casa), ni el cuarto de los padres donde uno entraba a ver las cosas importantes, ni el nivel de influencia que ellos tenían sobre nosotros. Hoy, la lógica cambió 180 grados y el uso intensivo e inmersivo de los dispositivos móviles (celulares y tablets) ha cambiado también la dinámica: cada individuo tiene su propio sitio (físico o virtual) desde donde se informa y recibe noticias.
Cada quien decide por cuál plataforma las ve, a quién escucha, quién influencia sus votos. Son jóvenes hablando a otros jóvenes por distintos formatos (ni mejores ni peores, distintos) y generando esta nueva ágora griega: la conversación digital.
Si recordamos al Xavier Hervas de 2021, con el uso de estas nuevas plataformas, vemos que llegó de 0% a 15% en cuatro meses de campaña. Pero si vemos a Daniel Noboa, vemos que llegó del 4% a 24% en ¡DOS SEMANAS!
Algo cambió y algo muy profundo. Y antes que arranquen con esta banalización ridícula (por neófita) de los nuevos contenidos, en las nuevas plataformas, charlen con Álvaro Marchante de Comunicaliza quien les puede contar que no fue el muñeco de cartón ni el TikTok, Noboa creció entre 14 y 16 puntos en dos días. Los dos días posteriores AL DEBATE presidencial.
Tópic jamás pudo imaginar que su frase “muy bien Daniel, estamos elevando el nivel del debate” iba a ser una catapulta enorme para que Noboa entre en esta conversación digital entre jóvenes y que ellos tomen al final la decisión que tomaron.
Entonces, podemos colegir, que esta nueva ágora griega que actúa de manera inmersiva, poco controlada, más horizontal, con formatos más versátiles, en lenguajes que otras generaciones tal vez ya no entendemos y con mensajes que seguro para algunos parecerán cifrados, te puede entregar la llave que abre la puerta para que la gran mayoría de lectores, te vean, te aprecien y te voten.
No es cuestión (repito, no) de vaciar de contenido las redes, de hacer el payaso, de pensar que el elector es homogéneo, poco reflexivo y que vota por lo que ve en las redes. Hay un proceso de razonamiento detrás y lo digo fuerte y claro: porqué va a ser mejor o peor que lo que hicimos nosotros cuando nos hemos equivocado (y muchas veces) a la hora de elegir lo que elegimos. Menospreciar a los nuevos votantes es la receta de la soberbia que decididamente te llevará al fracaso.