Matrix política
Las 3 razones que hacen de Cuenca, la mejor ciudad del país
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
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Es un tema que se repite con inusitada frecuencia: cada vez que un quiteño, un guayaco o un manaba pasan por Cuenca, las frases son las mismas, “qué hermosa está Cuenca”, “qué maravillas se ven en Cuenca”, “Cuenca está mejor que nunca”.
Y entonces… ¿Cómo hace una ciudad para, en medio de una de las crisis más fuertes que le ha golpeado al Ecuador, destacar nítidamente frente a sus compañeras de patio?
Aquí trato de esbozar cuatro razones que, en mi forma de ver, son las claves para entender este fenómeno sin ningún orden de prelación:
1.- Una clase empresarial, una fuerza laboral y un espíritu de emprendimiento fuera de serie.
Una vez, un altísimo ejecutivo de una de las empresas más importantes de Cuenca me dijo una verdad fuerte como un puño: es que nosotros aquí no le pedimos prebendas ni dádivas al Gobierno, aquí lo único que se pide es que nos dejen trabajar.
Eso delataba la fuerza y confianza que tiene el empresariado cuencano en sus propias capacidades, en su poder de innovación y calidad para competir, en lo bien manejadas que han sido sus empresas, en esa fuerza por salir adelante solo confiando en su propio talento, en sus propias virtudes.
A eso hay que sumarle la cultura del trabajo que tiene el cuencano, no por nada es la ciudad con mayor empleo pleno del país y, si a eso le añades que cada vez que uno llega hay nuevos negocios, nuevas empresas, nuevos emprendimientos, sabes que hay un ecosistema que funciona y donde fluye la economía, fluye el bienestar. Todo esto, para algún distraído, en el marco de una realidad innegable que vive el país de crisis que nos golpea a todos. Trato de rescatar lo mejor.
2.- Un fuerte espíritu de ciudadanía
Visité Cuenca durante la peor etapa de la pandemia y, no se los voy a negar, viniendo desde Quito se notaba muy claramente la diferencia: mientras mi ciudad era un monumento al abandono, a la suciedad y el desorden, Cuenca tenía desde sus parques y jardines cuidados, hasta sus calles y veredas limpias y en perfecto estado.
El cuencano tiene un auténtico sentido de pertenencia con su ciudad, la quiere, la cuida, la respeta. No tira basura en la calle, no ves gente haciendo sus necesidades en público, el tráfico -aunque a veces pesado en horas pico y sobre todo en el centro- no se vuelve un auténtico manicomio de broncas, pitos y mala educación. La gente paga con agrado los servicios porque son de calidad, empresas como ETAPA o Centrosur son modelo de gestión pública exitosa. No de ahora, de varias décadas atrás.
3.- Una vasta cultura y educación
Llegará un día en la historia moderna de este planeta en donde las sociedades entiendan la importancia de la cultura en su desarrollo integral. En donde la derecha no les obligue a ir mendigando a la empresa privada sus auspicios a cambio de impuestos y la izquierda no busque intelectuales afines para premiarlos (o castigarlos) si no defienden su proyecto político. Los griegos lo entendieron tan bien que por eso son la luz del pensamiento occidental desde hace más de 2.500 años.
En Cuenca se da un valor importante a la cultura y a la educación. Sus universidades arrojan al Ecuador intelectuales y pensadores en varios ámbitos con inusitada frecuencia. Sus artistas, sus creadores, poetas, músicos, historiadores son vistos como debe ser en una sociedad desarrollada: como gente que constituye un aporte al mundo, como personas respetabilísimas que dedican su vida a pensar, a crear, a cuestionar y no como vagos, zurdos que no son amigos del agua y del jabón como el mercantilismo absurdo nos ha llevado a creer.
La cultura, entonces, pieza clave de este entramado que ha llevado a la Atenas del Ecuador al sitio donde con sobra de merecimientos está. Solo con habernos entregado al gran César Dávila Andrade ya hace que Cuenca tenga saldadas sus cuentas con la historia. Nos nos deben más.
¡Viva Cuenca!