Matrix política
El cóctel letal que está matando a Quito: normativa + burocracia
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
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Asistí ayer a un conversatorio organizado por el Proyecto político (énfasis en eso para que no sea una más de esas “iniciativas ciudadanas” que terminan disfrazando iniciativas políticas) denominado Quito Capital.
Esta iniciativa, de acuerdo a mi visión, está siguiendo la ruta más recomendable para un proyecto político local: se juntan un grupo de ciudadanos que, se entiende, comparten principios y valores, charlan sobre la problemática que la política debería resolver y no lo ha hecho, invitan expertos de la más alta calidad y luego, cuando tienen diagnóstico y soluciones, se lo presentan a la gente para que los elijan o no. Así debería funcionar siempre. No primero los candidatos y después veremos.
En el caso de ayer, los expertos invitados fueron Jacobo Herdoíza (ex Secretario de Ordenamiento Territorial del Municipio de Quito) y Juan Carlos de la Hoz (representante del BID en el Ecuador). El tema era crucial dada la coyuntura del país: “Propuestas para la reactivación económica de Quito”.
Muy interesante dado que la semana anterior habíamos ponderado a la ciudad de Cuenca y su innegable despegue en varios ámbitos, entre esos, el económico. Y, les prometo, no cabía más en mi asombro y en mi absoluta decepción cuando, mientras los expositores charlaban, iba descubriendo el cóctel letal que tiene a nuestra ciudad sumida en el abandono, la miseria y el caos.
Ese cóctel, de solo dos ingredientes, es más letal que el Covid-19, el ébola y el dengue juntos: se trata de la combinación de: carga (absurda) de normativa, con burocracia excesiva.
Y es que se retroalimentan mutuamente: mientras más compleja y abundante se vuelve la norma, evidentemente necesitas de más burócratas que la hagan cumplir. O que te martiricen hasta que la cumplas.
Paso a ejemplificarlo de la manera más sintética y simple, sin entrar ni en la maraña jurídica, ni en las entidades que lo causan:
En construcción: ¿Saben ustedes por qué el sector de la Construcción no puede hacer viviendas pequeñas, súper económicas, con espacios adecuados en zonas como la 10 de Agosto, La Gasca o la Manuel Larrea, convertidos en tugurios y hace que la gente se vaya cada vez más al sur en Guamaní y al norte en Carapungo? Simple: porque la (estúpida) normativa lo prohíbe.
Bueno, dirá usted, ¿pero puedo ponerme un rooftop como los de Cuenca y así dinamizo la economía? Pues se equivoca estimado: la normativa quiteña de uso de suelo prohíbe los rooftops en el centro, pues seguramente habrá algún funcionario acucioso que crea que se van a destruir las joyas del Centro Histórico. Nunca pasó en Cuenca, pero quién sabe, tal vez los quiteños somos más descuidados.
Pero bueno, no un rooftop ¿Pero seguro un restaurante de lujo, una casa de té, un lugar de esparcimiento? Pues déjeme decirle que no. Que las casas del Centro Histórico que están en manos del Municipio (la gran mayoría) no pueden ser ni vendidas, ni rentadas, ni prestadas. Pero eso ¿por qué? Respuesta simple: la normativa, siempre la jodida normativa. Hay gente que está demoliendo sus casas por temor a que sean inventariadas y no poder poner ni un lugar de fotocopias.
Entonces, dejemos la construcción un momento a un lado. Enfoquémonos en hacer de Quito un hub financiero, un hub de nómadas digitales, un puerto seco. Pues una vez más, y hasta hace pocos meses, la absurda normativa no lo permitía. Es solo cuando en la ley de urgencia económica hace pocos meses que la normativa por medio de las Zonas Francas lo hace viable de nuevo. ¿La habrán leído ya?
Está bien, ¿pero la gente tiene que comer no? Un lugar de comida sí que no puede fallar, es una necesidad básica del ser humano. Pues ¿qué creen? Aunque existe (y fue festajada) una ventanilla única de pago para conseguir el permiso, en la realidad pagas por todos los permisos, pero cada institución o departamento encargado te hace la visita cuando ellos consideran adecuado. Y así…puede pasar entre seis meses y un año sin poder funcionar porque no se han completado las visitas por las que tú pagaste en una sola ventanilla, pero que la belleza de burocracia que tenemos no las ejecuta. Así de simple.
He puesto cinco ejemplos, pero podría quedarme un rato largo aquí poniendo tal vez decenas más, pero eso ya no es importante, lo importante es que si no luchamos contra el cóctel, este nos va a terminar envenenando la ciudad y con ella a nosotros. Cientos de normas estúpidas sumadas a más de 26.000 empleados municipales que están férreamente empeñados a hacértelas cumplir por las buenas o por las malas. Y así se hunde Quito. Tiren una boya.