Matrix política
Campaña 2025: ¿la ética abandonó la conversación?
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
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La Consultoría Política es una linda profesión. Tengo más de 20 años en esto y tengo que confesar que cada día la disfruto más. Sobre todo, cuando, como un hábil ajedrecista, diseñas estrategias de comunicación política o de Gobierno y ves que, una vez plasmadas, causan un impacto positivo en la sociedad. Pero el motivo más importante, y la razón de ser de esta carrera en mi concepto, es intentar que los mejores, democráticamente y por medio de las urnas, lleguen a puestos de responsabilidad y cambien (para bien, se entiende) la vida a la gente, que de eso ultimadamente es de lo que va la política.
No somos políticos, ni tenemos aspiraciones políticas, normalmente estamos detrás de escena cuidando cada detalle para que salga impecable y que nuestro trabajo sea reconocido. No salimos en las fotos, no hacemos de cheerleaders, no nos gusta el protagonismo pues para eso están los políticos que son los que tienen que enfrentar cámaras, micrófonos, adversarios y los ciudadanos que confiaron en ellos.
Entonces, tenemos igual una responsabilidad muy grande al ayudar a que determinadas personas, de determinados partidos e ideologías, pero sobre todo de determinados valores y principios se conecten con la gente y que esta, a su vez, llegue a confiar tanto en la política como para entregarles, voto mediante, el futuro del país y con él, el de sus hijos y nietos.
Para eso, es bueno poner en blanco y negro los límites éticos que van a marcar tu trabajo pues de este también dependen los límites éticos de las campañas, de los políticos y de la Democracia en general. Cada uno debe aportar desde su trinchera.
En mi caso, tengo seis límites éticos el momento de aceptar colaborar con un político:
No trabajo para machistas, xénofobos, racistas y homofóbicos. Habiendo tenido como jefas a cuatro mujeres (a las que ya me he referido en otra ocasión) me es imposible trabajar con alguien que menosprecie el trabajo, el liderazgo y las capacidades (extensamente demostradas) de las mujeres en todo ámbito, pero sobre todo en política. De lo otro ni hablar: como defensor natural de los Derechos Humanos, mal podría aceptar trabajar para alguien que los viole consuetudinariamente.
No trabajo para gente megalómana: que sea incapaz de aceptar una crítica, que piense que siempre tiene la razón aún sin tenerla, que le guste andar con un séquito de genuflexos y aplaudidores, que menosprecie la inteligencia de sus opositores o por aún, del pueblo que votó por él. Ese trabajo debe ser insoportable, tener que agachar la cabeza y callarte las cosas sólo por temor de que te echen o que te dejen públicamente en ridículo como acostumbran algunos.
No trabajo para gente cuyos recursos sean oscuros. La única vez que estuve en una reunión hace unos 15 años en donde, cuando pregunté de dónde se iba a financiar una campaña y no me supieron ni siquiera explicar, tomé mis cosas y salí corriendo. Una vez que entras en los dineros oscuros, no sólo que socapas un delito, sino que, además, muy probablemente nunca puedas salir de ahí.
No trabajo para gente que esté dispuesta a todo tipo de porquerías con tal de ganar la elección. Y con esto me refiero a manejo de trollcenters, granjas de bots, utilización dolosa de la Inteligencia Artificial, campañas de desprestigio, ataques inherentes a la familia, condición sexual, religión o raza. Créanme que, si su candidato está dispuesto a todo en una campaña, va a ser bastante peor cuando llegue al Gobierno. Casos ya hemos visto.
No trabajo para gente que directamente sabe que lo que ofrece no lo va a cumplir cuando llegue, que le mienta en la cara a la gente, que menosprecie al electorado y que le falle a los más pobres y desamparados que le dieron el voto y confiaron en ellos.
No trabajo ni para corruptos, ni para anti demócratas. En 20 años, no tengo un solo fugado, engrilletado, glosado, prófugo o sentenciado.
Y así, Dios mediante, espero mantenerme. Sí se puede.