Sacha, el ocelote que inspiró un espacio para cuidar de la fauna silvestre
El comercio ilegal de fauna silvestre es el cuarto negocio más lucrativo en el mundo, y Guayaquil es zona de tránsito para traficar especies en peligro.
Especies de fauna silvestre que son comercializadas ilegalmente en el mercado.
Collage / Primicias
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Era junio de 2018 cuando Sacha arribó a Mansión Mascota, una veterinaria en el norte de Guayaquil. Tenía 10 días de nacida y pese a ser una especie amenazada, traficantes lo exhibían en una tienda en Vinces (Los Ríos).
Sacha es un ocelote del bosque seco tropical de la Costa, y uno de los ejemplares que traficantes venden como ‘mascota’. “Varios veterinarios me decían que debíamos dormirla, porque tenía pocas esperanzas de sobrevivir”, cuenta Eliana Molineros, médico veterinaria y quien cuidó del animal hasta octubre de 2018.
Luego la entregó a un centro de rehabilitación de fauna silvestre, para de ser posible liberarla en su hábitat natural.
Físicamente, Sacha dejó la veterinaria de Molineros, pero se convirtió en un símbolo de cuidado de la fauna amenazada del país. Tras su partida, Molineros ha sanado a más de 2.800 especies de fauna silvestre en su veterinaria. Y la Fundación Proyecto Sacha lleva el nombre del bebé ocelote.
SOS a la fauna silvestre
En los últimos tres años, la Unidad de Protección de Ambiente municipal y del Ministerio del ramo han rescatado cerca de 12.000 especies silvestres. Cientos de ellos, por su condición médica o por estar tan lastimados, llegan a la veterinaria de Molineros en Guayaquil.
Ya con cuatro años de experiencia en tratar animales silvestres, Molinero ha identificado los meses del año en que vienen crías que han sido robadas, o incluso mapaches quemados producto de labores agrícolas.
Dentro del entorno urbano de Guayaquil, las zarigüeyas son unos de los ejemplares más desprotegidos. “La gente les tiene miedo, los apalean, y luego se dan cuenta de que tienen crías”.
Pero, las zarigüeyas son primos de los grandes canguros australianos, y no viven en las alcantarillas como la gente piensa. La mamá zarigüeya tiene en su abdomen un marsupio, donde los bebés pasan hasta 70 días alimentándose y creciendo.
Halcones lastimados, pequeños hurones huérfanos y hasta un tamandua con fracturas (especie de oso hormiguero) han arribado a las salas de curación de Mansión Mascota. La veterinaria ha destinado USD 30.000 en la sanación y tratamientos de especies silvestres, en el primer trimestre de 2022.
El paciente más nuevo es un venado, cuenta Molineros, el cual tenía 70 perdigones y que ya pasó por radiografías y otros cuidados.
La veterinaria reconoce que no todos los animales extraídos de su entorno pueden ser devueltos en un área protegida. “Las especies que llevan mucho tiempo siendo mascotas, como los loros, no pueden sobrevivir en libertad”.
En ello radica la importancia de detener el tráfico ilegal, dice Molineros, para que los animales nunca dejen su hogar natural.
Guayaquil como zona de tránsito
En su afán por detener el tráfico de especies, la fundación Proyecto Sacha suscribió un convenio con la Alcaldía de Guayaquil en diciembre de 2021.
Y el 6 de junio, presentó junto al Municipio, la campaña: Guayaquil le dice NO al tráfico de fauna silvestre.
En la campaña ambiental, que durará 90 días, quienes usen el transporte público podrán ver piezas gráficas para conocer más sobre el tráfico ilegal de especies.
La intención, dice la directora de Ambiente municipal, María Fernanda Rumbea, es generar conciencia de que estas especies son robadas, atacadas y extraídas de su hábitat.
El siguiente paso es “que la gente se anime a denunciar y atrapar a quienes compran los animales”, señala Rumbea.
Según explicó Rumbea en la presentación de la iniciativa, Guayaquil es una zona de tránsito para el tráfico ilegal de las especies de la Costa y de otras provincias, debido a su característica de ciudad comercial.
Hasta la ciudad han llegado tortugas charapas de la Amazonía, y caballitos de mar que pretendían ser exportados en una maleta de aeropuerto.
Y es que el comercio ilegal de fauna es el cuarto negocio más lucrativo, después del tráfico de drogas, armas y de personas, indica un informe de la WWF. Genera alrededor de USD 23.000 millones al año.
También hay una pérdida genética, porque para capturar a un solo mono aullador o a un loro de cabeza roja, los traficantes matan hasta 10 miembros de su familia.
Molineros, de la fundación Sacha, agrega que el tráfico de especies es ignorado, “las personas desconocen muchas veces que tener a un loro en una jaula o amarrado con una soga es tráfico”.
En el país, las personas pueden denunciar la captura, tenencia o comercio de fauna en el ECU 911, y en Guayaquil a través de una ventanilla universal del Municipio de la ciudad.
Además, conforme al artículo 247 del Código Integral Penal, atentar contra la vida silvestre se castiga con prisión de uno a tres años.
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