La NASA recluta a científicos ecuatorianos para medir el ozono
La ciencia estima que la capa de ozono se recuperará en 2040 en el hemisferio norte, y en el Polo sur, donde está el agujero, hasta 2050. Pese a las buenas noticias, aún es importante medirlo correctamente.
La profesora María del Carmen Cazorla (centro), junto a sus estudiantes en el lanzamiento de un globo meteorológico, en Quito.
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Desde los esfuerzos del Tratado de Montreal, que cumplió 35 años, la capa de ozono se ha recuperado al ritmo de uno al 3% por década, según la Organización Meteorológica Mundial.
Esa recuperación se originó tras los cambios exigidos a las industrias y los hogares, que reemplazaron por ejemplo varios productos, como los aerosoles.
Se demostró que estos aerosoles eran químicos estables y que las sustancias que liberan cambiaban poco, y se acumulaban en la capa de ozono ocasionando un gran agujero.
Esta capa, concebida como un escudo para la Tierra, filtra los rayos ultravioleta. Es decir, protege a los humanos, plantas y animales de la radiación y sin ella la vida no sería posible.
Si bien el agujero ha ido desapareciendo, el trabajo de medición de la concentración de ozono no termina allí, como explica la profesora María del Carmen Cazorla de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ).
Cazorla es PhD en Meteorología y directora del Instituto de Investigaciones Atmosféricas de la USFQ. Al frente de este instituto mide las concentraciones de ozono desde hace ocho años. “Antes de nosotros no había un monitoreo del ozono en la región de los Andes, ni un monitoreo de los gases críticos para la salud del ambiente”, señala la científica ecuatoriana.
El trabajo de Cazorla y su equipo captó la atención de la NASA, que en 2021 los invitó a formar parte de la red Shadoz. Este programa, creado en 1998 por el Centro Espacial Goddard y una división de la NOAA, comprende 13 estaciones de monitoreo y dos de ellas operan desde el país: en Quito y en San Cristóbal (Galápagos).
¿Por qué medir el ozono?
La investigadora Cazorla, de la Universidad San Francisco, da un detalle del ozono que quizás pocos conozcan: es un elemento de triple efecto en el ambiente, y no todos son positivos
Por un lado, dice la científica, el ozono a gran altitud o en las capas altas de la atmósfera “protege de la radiación, dañina para la vida en el planeta”.
Pero cuando el ozono está en las superficies bajas, al nivel de la tropósfera, es nocivo, advierte Cazorla.
Como parte de este triple efecto, el ozono en la superficie es el principal integrante del esmog fotoquímico, y se convierte hasta en un gas contaminante o de efecto invernadero.
El esmog fotoquímico es una reacción en la atmósfera, producida por incendios forestales o la combustión de los motores.
Y el factor más peligroso del ozono es esa capacidad de ser un “forzante de clima de vida corta”.
Debido al cambio climático, explica Cazorla, la producción de ozono ‘malo’ o contaminante ha aumentado en la superficie.
“Por ello son necesarias estas mediciones, para controlar este gas forzante del clima”, dice la investigadora.
Agrega que el trabajo realizado es una contribución de Ecuador para el mundo en la lucha contra el cambio climático.
Un globo de ‘fiesta’ poderoso
El trabajo sobre el ozono, que realiza la Estación de Mediciones Atmosféricas (EMA) de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), se realiza con globos meteorológicos.
Para conocer cómo son estos globos, solo imagine una fiesta de cumpleaños con un gran globo de látex, de 1,80 metros de diámetro y lleno de helio.
“Los globos son el vehículo o plataforma, donde anclamos los instrumentos que miden el ozono”, dice Cazorla.
Además, el experimento del equipo ecuatoriano es tan especializado que este globo sube hasta 30 o 32 kilómetros sobre el nivel del mar. Un avión llega hasta los 10 kilómetros y los fenómenos meteorológicos, como la lluvia, descienden desde unos 12 a 15 kilómetros.
Es decir, el globo meteorológico empleado es más poderoso que los aviones y penetra la estratósfera para desde allí medir el ozono.
En la medición se utilizan dos equipos: uno de física que analiza presión, temperatura y humedad; y otro de química que mide el ozono.
Otro detalle de los globos es que suben por efecto de una fuerza boyante, debido a que están llenos de helio y la presión afuera es menor. Cuando llega a su tope máximo comienzan a caer, al igual que los instrumentos, cuyo aterrizaje puede ser en cualquier parte.
Según Cazorla, cada instrumento de medición tiene una etiqueta de que pertenece a la USFQ y se le pide al ciudadano que si los encuentra, lo devuelva a la universidad. “Hemos tenido éxito, porque la ciudadanía colabora y sí los entrega”.
Hasta 2021, el equipo meteorológico de la USFQ ha lanzado 70 globos y sus respectivas sondas de medición. Y en lo que va 2022, se han elevado 24 desde Galápagos y 12 en Quito.
La red NASA Shadoz expresa en su portal web oficial que "se encarga de coordinar los lanzamientos y en algunos casos entregar sondas adicionales”. Además, ayuda con fondos para la investigación, puesto que cada lanzamiento del globo meteorológico cuesta USD 1.000.
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