James Webb descubre metano y otros elementos clave para el desarrollo de la vida
El exoplaneta K2-18 b, a 120 años de la Tierra, ha sido identificado con total claridad por el telescopio James Webb, una maravilla de la ingeniería espacial que permite a los científicos viajar en el tiempo.
Vista frontal del telescopio de la NASA James Webb en el espacio.
NASA
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James Webb, uno de los avances más potentes del mundo, sigue asombrando. Ha pasado un año desde su puesta en órbita y ha maravillado a todos con las panorámicas de los 'Pilares de la Creación', las primeras estrellas o las nebulosas más fantasmagóricas jamás vistas.
Pero el telescopio, operado por la agencia espacial estadounidense NASA, con sus socios, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense, va por más.
No se conforma con presentar imágenes del espacio que cautivan, ahora busca los orígenes de la vida y el cosmos.
Uno de sus más recientes descubrimientos fue el hallazgo de metano y dióxido de carbono en la atmósfera del exoplaneta K2-18 b.
Y no ha sido el único gran hallazgo, a continuación, tres revelaciones que Webb regala a la ciencia y a la humanidad, según la NASA y la revista Science.
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En busca de hidrógeno
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El exoplaneta K2-18 b, a 120 años de la Tierra y ubicado en la zona de habitabilidad de su estrella, tiene en la atmósfera moléculas portadoras de carbono, entre ellas metano y dióxido de carbono. Observaciones previas del telescopio Hubble ya habían señalado que podría ser un exoplaneta de tipo Hycean, con potencial para poseer una atmósfera rica en hidrógeno y una superficie cubierta de océanos de agua. Pero en septiembre de 2023 y gracias al James Webb, la órbita fría del K2-18b está más cerca que nunca. Lo intrigante y fascinante del hallazgo de Webb en el exoplaneta es que en su entorno puede existir hidrógeno, es decir, es muy prometedor para buscar pruebas de vida en otras galaxias. Debido a la abundancia de metano y dióxido de carbono, y la escasez de amoniaco, la hipótesis de que puede haber un océano, bajo una atmósfera rica en hidrógeno, de este lejano planeta es más creíble. Las primeras observaciones de Webb también permitieron detectar una molécula llamada dimetil sulfuro (DMS). Y la mayor parte del DMS presente en la atmósfera terrestre procede nada menos que del fitoplancton marino. ¿Habrá algún tipo de vida entonces en este exoplaneta?
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La galaxia más pequeña
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El James Webb puede recoger unas 10 veces más luz que el telescopio espacial Hubble y es mucho más sensible en las longitudes de onda más rojas y largas del espectro infrarrojo. Estas características únicas permitieron a los investigadores de la Universidad de Minnesota que estudiarán una galaxia lejana, y la más diminuta encontrada hasta ahora.
“Esta galaxia está muy lejos del alcance de todos los telescopios, excepto el James Webb, y estas primeras observaciones de la galaxia distante son espectaculares”, explicó Patrick Kelly, autor principal de un artículo publicado en la revista Science.
La galaxia está ubicada a nada menos que 500 millones de años del Big Bang, es decir, del origen de todo. Para ubicarla, Webb tuvo que literalmente retroceder en el tiempo, alrededor de 13.000 millones de años en el pasado. En su descubrimiento, el telescopio observó que esta galaxia única y minúsculas generó a su vez nuevas estrellas a un ritmo extremadamente alto para su tamaño. Por ello, su hallazgo es vital para conocer cómo se formaron las otras galaxias poco después del origen del universo. "Es básicamente obtener una instantánea de nuestro universo en los primeros 500 millones de años de su vida", añadió el científico Kelly. - 3
Dióxido de carbono en un gigante
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WASP-39 b es un exoplaneta gigante de gas caliente con una masa de cerca de una cuarta parte de Júpiter (casi la misma de Saturno) y un diámetro 1,3 veces mayor que este planeta. Su hinchazón extrema está relacionada en parte con su alta temperatura, alrededor de 900 grados Celsius. Y a diferencia de los gigantes gaseosos más fríos y compactos de nuestro sistema solar, WASP-39 b orbita muy cerca de su estrella —apenas a una octava parte de la distancia entre el Sol y Mercurio— y completa un circuito en poco más de cuatro días terrestres. Fue descubierto en 2011 y redescubierto por Webb en agosto de 2023, cuando el telescopio detectó dióxido de carbono en su atmósfera. Esta observación ofrece pruebas de que en el futuro Webb podría detectar y medir el dióxido de carbono en la delgada atmósfera de planetas rocosos más pequeños. Una pequeña cuesta de entre 4,1 y 4,6 micras presenta la primera evidencia clara y detallada de dióxido de carbono detectado en un planeta fuera del sistema solar. "Tan pronto como los datos aparecieron en mi pantalla, la enorme característica del dióxido de carbono me atrapó", dijo Zafar Rustamkulov, estudiante de posgrado en la Universidad Johns Hopkins y colaborador de un programa de análisis de exoplanetas. Además, comprender la composición de la atmósfera de un planeta es importante porque dice mucho sobre el origen del planeta y cómo evolucionó. "Las moléculas de dióxido de carbono son indicadores sensibles de la historia de la formación de los planetas", explicó Mike Line de la Universidad Estatal de Arizona, al portal científico de la NASA.
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