Freya, la morsa que murió por el 'ecoturismo' descontrolado
La morsa estrella de las redes sociales fue sacrificada por el gobierno noruego, alegando razones de ‘seguridad’. El caso de Freya muestra los efectos del turismo sin supervisión.
La morsa Freya reposando en uno de sus viajes en el Mar del Norte, el 11 de noviembre de 2021.
Reuters
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Biólogos repudian la eutanasia de Freya, la morsa viajera del norte de Europa, que desde julio de 2022 se mostraba feliz tomando el sol o durmiendo su siesta en los barcos nórdicos.
Sus viajes por las costas de Noruega, Dinamarca o Escocia dieron la vuelta al mundo, miles se fotografiaron junto a ella, y subieron videos sobre su amplia sonrisa. Todo era felicidad hasta que Freya hundió con su gigantesco cuerpo de 1.500 libras varias embarcaciones en las costas de Oslo.
Cuando ocurrió el accidente, las autoridades noruegas planearon crear una plataforma para que Freya descansara, pero luego notaron que las personas comenzaron a lanzar objetos a la morsa para captar su atención, y a veces hasta comida.
Estas actitudes enfurecían a Freya, quien si bien nunca atacó a nadie, se mostraba enojada.
Fue entonces cuando la Dirección de Pesca noruega dijo que lo ‘mejor para la seguridad de los seres humanos’ era sacrificar al animal, para que no atacara a nadie.
La eutanasia programada de Freya fue el 14 de agosto y varias organizaciones ambientales de Noruega y de Europa la condenaron.
Para el biólogo noruego, Rune Aae, quien siguió los viajes de la morsa por Europa, la decisión del Gobierno “fue absurda, demasiado precipitada y sin pensar en el animal”.
A través de su cuenta en Facebook, Aae también explicó que tarde o temprano la temporada de lluvia llegaría a Oslo, por lo que “el número de encuentros con Freya se hubiera reducido al mínimo”.
Especies y no atracciones
Bautizada en honor a la diosa nórdica del amor y la belleza, Freya era un mamífero pinnípedo semiacuático y de gran tamaño. Las morsas solo están en los mares árticos y su población mundial se estima en apenas 250.000 ejemplares, de allí que sea una ‘especie protegida’.
Pese a toda la protección para su especie, la morsa de Noruega murió y su eutanasia es una muestra de los perjuicios del ‘ecoturismo’, advierten especialistas como Aae.
Su presencia en las costas de Oslo se convirtió en una atracción para turistas y curiosos, incluso Google había un mapa de sus viajes.
“Noruega es el país que mató a Freya, después de haber estado más de dos años dando vueltas por el Mar del Norte. !Qué verguenza!”, sentenció Aae en sus redes.
Y no es la primera vez que un animal es sacrificado, luego de un incidente con los seres humanos.
El mundo recuerda a Harambe, un gorila de 17 años del zoológico de Cincinnati (Estados Unidos), que recibió la eutanasia luego de que agarró a un niño de tres años.
El pequeño había caído por accidente a la jaula del gorila, y nunca sufrió daño alguno. Pese a ello, Harambe murió.
Un estudio publicado en 2015 en la revista científica Trends in Ecology & Evolution explica que el ‘ecoturismo’ representaría una amenaza para los animales, y no un beneficio.
Según los autores, este contacto tan cercano con la fauna en parques naturales o zoológicos vuelve a las especies más vulnerables. Algunos se domestican y se tornan más confiados, a tal punto que son presa fácil de la caza furtiva y de otros depredadores.
El caso de los delfines del Golfo
En Ecuador también hay turismo de animales o de fauna, un ejemplo de visitas controladas se evidencia en las islas Galápagos.
Pero en el Golfo de Guayaquil, se realizan desde hace décadas paseos en lanchas para avistar a los delfines nariz de botella.
Esta especie ha disminuido su población en los últimos 50 años, y ahora la propia Dirección de Ambiente municipal estima apenas 29 defines entre El Morro y Posorja, ambas comunidades en Guayas.
Además de la caza, las artes de pesca invasiva, la contaminación del estuario o la pérdida del hábitat, hay otra razón para que los delfines estén muriendo: el ruido de las embarcaciones, tanto pesqueras como turísticas.
El biólogo Fernando Félix ha estudiado el comportamiento de los delfines del Golfo y ha asegurado que este ruido ambiental les impide cumplir funciones biológicas como alimentarse y reproducirse.
Según Félix, este ruido incluso reduce las defensas de los delfines, permitiendo que se enfermen o tengan infecciones.
Si bien los delfines no están considerados en peligro de extinción en el mundo, en el Golfo de Guayaquil la historia es distinta.
Por ello, el Municipio de la ciudad junto a las organizaciones WWF Ecuador y Conservación Internacional buscan elaborar un plan estratégico para mejorar el ‘ecoturismo’ en la zona.
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