Por qué el Pacto de Montreal es "bueno, pero pudo ir más lejos"
A pocas semanas de que se acabe el año, 188 países, incluyendo Ecuador, se pusieron de acuerdo y firmaron el Pacto de Montreal que aspira a proteger el 30% del planeta.
Vista frontal de un área deforestada en un bosque primario de América Latina.
Tomado de Naciones Unidas
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El planeta y sus especies se enfrentan a una extinción masiva. De seguir el actual ritmo de degradación, el mundo perdería tanta biodiversidad como cuando los meteoritos aniquilaron a los dinosaurios.
Con esta premisa fatalista inició en diciembre la Cumbre de Montreal o COP15 y que tras dos semanas concluyó con la firma de un acuerdo calificado de histórico.
Lo llaman el Pacto de la Paz y su importancia es tan grande como cuando se firmó el Acuerdo de París en 2015 para limitar el calentamiento global.
El acuerdo de Montreal, firmado por 188 países (incluido Ecuador), ha sido aplaudido por las Naciones Unidas, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y por decenas de organizaciones ambientalistas.
Aunque algunas ONGs ponen sus reparos, porque como ocurre con otros pactos internacionales, el de Montreal no es vinculante. Es decir, cualquier acción para salvar la biodiversidad depende de la buena voluntad de las naciones y sus gobiernos.
Y el punto más sobresaliente del pacto de Montreal es este: conservar al menos el 30% de las zonas terrestres y oceánicas del mundo hasta 2030.
La estrategia se conoce como 30x30, y amplía la superficie de protección pues antes solo el 17% de la tierra y el 8% del mar estaban protegidos.
Según la directora de la fundación EcoCiencia, Carmen Josse, el acuerdo prioriza los sistemas de áreas protegidas ecológicamente representativos, bien conectados y gobernados equitativamente.
Además, reconoce los territorios y prácticas indígenas y tradicionales. “Hay abundante evidencia de que globalmente, los pueblos indígenas han hecho una gestión de conservación que supera en muchos casos y países, a la de las áreas protegidas”, señala Josse.
Las claves del Pacto de Montreal
El nuevo pacto de Montreal sustituye al plan estratégico de las Naciones Unidas para la diversidad biológica. Este plan fue firmado en 2010 en Japón y que se conocía como las Metas de Aichi.
Los principales puntos y objetivos del Acuerdo, destacados por organizaciones como Wildlife Conservation Society (WCS), son:
- Eliminar o modificar hasta 2030 USD 500.000 millones al año en subsidios que se conceden a actividades que dañan la naturaleza. Una de estas actividades es la agricultura.
- Movilizar USD 200.000 millones de fondos públicos y privados para que los países en desarrollo puedan preservar la naturaleza.
- Los países desarrollados destinarán USD 30.000 millones al año hasta 2030 para proteger la biodiversidad.
- Implementar estrategias para reducir la propagación de patógenos, y así evitar futuras pandemias de origen zoonótico como el Covid-19.
- Reducir a la mitad el desperdicio de alimentos.
- Reconocer las contribuciones y derechos humanos de los pueblos indígenas en los territorios naturales.
Pero los expertos de WCS piden a los gobiernos que usen el acuerdo de Montreal como un suelo y no como un techo de lo que debería ser la protección de la biodiversidad.
“El Marco Mundial de Montreal es un compromiso, y aunque tiene varios elementos muy buenos, podría haber ido más lejos”, dijo la vicepresidenta de Política Internacional de la WCS, Susan Lieberman.
Agricultura destructora
“No es fácil que 188 países estén de acuerdo con cada palabra, pero esto es lo que se logró”, dijo el vicesecretario ejecutivo de la Convención sobre la Diversidad Biológica de la ONU, Davida Cooper.
Días antes de la firma hubo discrepancias sobre algunos puntos como la eliminación de subsidios o ayudas de los Gobiernos a la agricultura o pesca.
El acuerdo también pide que las actuales zonas dedicadas a la agricultura, pesca y silvicultura se gestionen de forma sostenible.
La selva amazónica, por ejemplo, según la red Map BioMas Amazonía, ha perdido el 6% de su territorio debido a prácticas del hombre como la agricultura.
Alrededor de 50 millones de hectáreas de bosque han sido taladas para dar paso a pastizales y tierras de cultivo.
La magnitud de las áreas transformadas varía de un país a otro: en Ecuador llega al 15% y en Brasil al 19%. Este porcentaje está muy cerca del punto de no retorno, es decir, un momento en que la Amazonía ya no podría regenerarse por lo avanzada de su pérdida vegetal.
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