Pollo artificial: ¿comería carne creada en un laboratorio?
La carne de pollo artificial se perfila como una alternativa para asegurar la soberanía alimentaria y hasta para terminar con la crueldad hacia los animales.
Una pechuga de pollo artificial en una parrilla de un restaurante de Estados Unidos, en junio de 2023.
AFP
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Todo empieza en un laboratorio perfectamente equipado y a una temperatura bajo cero. No se escucha el piar de los pollitos, sino el ruido de un refrigerador. En Upside Foods, una empresa de Estados Unidos, cultivan carne de pollo artificial.
Esta compañía, junto a Good Meat, obtuvo el visto bueno de la agencia de medicamentos y alimentos o FDA, para vender su carne de pollo a proveedores y restaurantes, al menos en territorio estadounidense.
Ambas también recibieron aprobación del Departamento de Agricultura de ese país, en junio de 2023, por lo que están listas para conquistar los platos de los comensales.
"Esta aprobación cambiará fundamentalmente la forma en que la carne llegará a nuestra mesa", dijo Uma Valeti, CEO y fundador de Upside Foods.
Mientras que Josh Tetrick, CEO de GOOD Meat, indicó que ya venden su carne en otros lugares como Singapur, desde 2020, y ahora será el turno de los estadounidenses.
Pero, ¿qué exactamente es esta carne y cómo se fabrica? Lo primero que debe saber es que no se trata de carne de soja o de cualquier otro ingrediente vegetal, este pollo sí contiene proteína animal, al menos a partir de células.
En el siguiente video, PRIMICIAS explica que estas pechugas de pollo se procesan en un laboratorio, donde las células de animales reales, previamente extraídas, se desarrollan en grandes tanques de acero.
En restaurantes 'gourmet'
Tras la aprobación de la FDA y del departamento de agricultura, Upside Foods procesó su primer pedido, realizado por el restaurante Bar Crenn del chef Dominique Crenn, con tres estrellas Michelin, en San Francisco.
GOOD Meat, por su parte, inició la producción de su primer lote de carne, que se venderá al célebre chef y filántropo español José Andrés. Él venderá el producto en un restaurante de Washington.
Algunos periodistas en Estados Unidos ya han probado esta carne artificial, como la corresponsal de la agencia AP, Joel Aleccia, que describió su sabor como ‘ligero y delicado’.
Según Aleccia, la pechuga de un pollo cultivado en laboratorio es casi similar al de un filete de un ave de granja.
Mientras que el sabor de la pierna “era tierna y masticable, como debería ser un muslo de pollo bien cocido”.
¿Amigable con el ambiente?
Quienes están a favor de la carne de pollo artificial aseguran que el producto permitirá eliminar el sufrimiento de miles de aves sacrificadas para convertirse en el alimento de humanos.
También reducirá drásticamente la huella de carbono que se genera en la producción de alimentos.
Además, si se logra producir carne artificial de res, se podría contrarrestar los efectos ambientales que provoca el pastoreo de animales, como las vacas.
Según un estudio del Foro Económico Mundial, el filete de res emite 130 kilogramos de gases de efecto invernadero o CO₂ por kilogramo de carne producido.
Además, “su elaboración consume grandes cantidades de agua dulce o la llamada huella hídrica”, señala el reporte.
Por si fuera poco, esta carne artificial es vista como una solución para satisfacer las necesidades de 7.800 millones de personas en el mundo, es decir, para asegurar la soberanía alimentaria.
Pero la idea tiene sus detractores. Investigadores de la Universidad de California en Davis se opusieron en un estudio publicado en mayo de 2023.
Consideraron que el impacto ambiental de la carne creada es probablemente superior, al menos en el caso de la carne vacuna, en función de los métodos de producción.
Esto se debería a la energía requerida y a los gases de efecto invernadero emitidos en todas las etapas de producción.
Uno de los factores más significativos es el uso de "medios de crecimiento purificados".
Esto se refiere a los ingredientes utilizados para ayudar a las células animales a multiplicarse, mediante métodos similares a los de las empresas de biotecnología para fabricar productos farmacéuticos.
"Si las empresas tienen que purificar los medios de crecimiento hasta niveles farmacéuticos, se utilizan más recursos, lo que aumenta el potencial de calentamiento global", explicó el autor principal del estudio, Derrick Risner.
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