Luto por muerte de joven madre que buscaba el 'sueño americano'
Verónica Toaquiza se fue a Estados Unidos porque quería conseguir dinero para poner su propio negocio, pero un accidente le arrebató la vida. Sus padres y hermanos piden ayuda para repatriar el cuerpo.
Los padres de Verónica, Manuel Toquiza y María Ilaquiche, frente al altar donde están las fotografías de ella.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
Autor:
Actualizada:
Compartir:
Dos días antes de que Verónica Toaquiza viajara hacia Nicaragua, sus familiares le prepararon un almuerzo y se tomaron la última fotografía. Nadie sonreía. Estaban abrumados con la idea de que la joven madre, de 23 años, emprendiera sola el arriesgado 'sueño americano'.
Apenas sacaban fuerzas para apoyarla, porque sabían que ella —valiente y emprendedora— luchaba por tener un negocio propio. Pero en Quito, donde vivía con su niña de siete años, todo parecería ser una carrera de obstáculos y de metas que nunca se cristalizaron.
El 24 de octubre de 2022 partió. Alguien —algún migrante— le había dicho que si llegaba a Nicaragua, en Centroamérica, pronto podría escalar hasta la frontera sur de Estados Unidos. Con arrojo, ella cruzó miles de kilómetros hasta pisar Monterrey, en México.
Habían pasado 19 días y el viaje continuaba. La siguiente parada era Piedras Negras. El viernes 11 de noviembre, a las 15:00, Verónica envío un mensaje a Blanca, su hermana.
Le dijo que ya estaba en camino —en un vehículo en el que iban unas 11 personas— y que había botado la ropa que llevó. Solo tenía su cédula. Unas horas más tarde, en Saltillo, estado de Coahuila, el carro en el que iba se accidentó. Cinco personas murieron.
Llegó la mala noticia
A las 09:00 del 16 de noviembre de 2022, Wilson Toaquiza, hermano de Verónica, aguarda en una silla de ruedas afuera de una frutería, situada en una calle de tierra en el sur de Quito.
"Pase, por favor, adentro podemos conversar", pide al equipo de PRIMICIAS.
Tras cruzar la frutería, un dormitorio, una cocina, otro dormitorio, se descubre un patio donde han levantado un altar con dos fotografías de Verónica, velas y rosas blancas, algunas blusas y una leyenda: "Será imposible llenar el vacío que has dejado".
Wilson deja de llorar por un momento. Cuenta que el pasado viernes supo del accidente, pero tenía la esperanza de que su hermana estuviera entre las heridas. No pasó.
El 15 de noviembre, a las 13:30, contestó la llamada que no hubiese querido recibir nunca.
Puso en altavoz para que escucharan también sus padres, Manuel Toaquiza y María Ilaquiche. Del otro lado de la línea, William Murillo, miembro de 1800 Migrante, les dijo que Verónica había fallecido y que su cuerpo reposaba en la morgue.
Fue una estocada al corazón.
Después de eso, Wilson habló con el fiscal mexicano que lleva el caso para confirmar que era el cadáver de su hermana. Le dijo que tenía tatuajes, una rosa y el nombre de su hija, y frenillos en los dientes. Todo coincidió. Y se acabaron las dudas.
Entre las víctimas mortales del accidente, que se produjo supuestamente por la explosión de una llanta, también está otra persona ecuatoriana que no ha sido identificada.
Un vacío que nadie llenará
Durante la travesía, Verónica les contaba a sus hermanos (era la quinta de diez) que dormía en hoteles y viajaba con personas a las que no conocía. Cada paso. Por eso Blanca, su hermana, sabía los detalles del último viaje hacia Piedras Negras. Eran muy cercanas.
Frente al altar, Blanca llora incansablemente. Luego cuenta que Verónica era vendedora y quería un mejor futuro para su niña, quien se quedó al cuidado de la familia en Quito.
Ahora, sus padres y hermanos piden ayuda a las autoridades para la repatriación del cuerpo. No lo quieren en cenizas, dice Wilson, su hermano. Se quiebra al mencionar que esperan verla para darle el último adiós. El proceso, dice, podría tardar de ocho a 15 días.
La familia es de la comunidad de Pujilí, en Cotopaxi. En Quito, la mayoría de hombres se dedica a cargar papas. "Somos de bajos recursos", dice uno de los allegados de la fallecida. Por eso, también necesitan apoyo para los gastos que implique el traslado del cadáver.
Mientras tanto, se aferran a sus fotografías en el altar. Los padres de Verónica, quienes prefieren no hablar, miran desconsolados las blusas que pertenecían a su hijita. La mamá las dobla sobre una mesa que tiene un mantel blanco y llora. Llora sin parar. Llora con el dolor de una madre que ha perdido a su hija a más de 3.700 kilómetros de distancia.
Wilson, en cambio, se alista para una reunión con un fiscal de México. Pero antes cuenta que su hermana era una mujer protectora y generosa. Siempre estaba pendiente de él.
Todos se quedan en silencio. No hay nada que decir.
Hasta septiembre, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos confirmó 750 migrantes muertos en la frontera sur de 2022, según un medio internacional, lo cual supondría un récord que supera el total de 2021.
Compartir: